El juicio del procés está proporcionando muchas imágenes y detalles que desencriptar para conocer las interioridades políticas de un proceso que, por mucho que se empeñen las fuerzas vivas del estado y su intelectualidad orgánica en definir como judicial, está siendo profundamente político. La intensidad informativa ha mermado después de que los encausados y testigos políticos pasaran frente al juez Marchena y ahora se sucedan una procesión de policías y guardias civiles que solo sirven para mostrar las carencias de la acusación de VOX y algunas defensas, pero ese periplo político dejó actitudes que ayudan a comprender la psicología que subyace tras el procesismo.
Durante la guerra fría existía un concepto llamado Kremlinología que consistía en el estudio de los símbolos externos mostrados para conocer cuál era la función determinada de cada miembro del Politburó. Este estudio llegaba a ser tan preciso como para intentar analizar el atrezzo de los actos y el protocolo de cada celebración, la situación de los miembros del gobierno en cada acto o la posición de las sillas marcaba evidencias que los kremlinólogos tenían que analizar para conocer las interioridades del adversario político. Este viejo arte practicado por asesores de presidentes americanos como Zbigniew Brzezinski para espiar al PCUS se puede recuperar para estudiar las cuestiones internas del independentismo. Apliquemos la 'Procesología'.
Algunas de esas fotografías y momentos dejaron un pequeño retazo de la práctica en el procesismo de la costumbre clásica de la damnatio memoriae, el castigo del olvido que en la Antigua Roma quedaba destinado a aquellos traidores del Estado. Uno de esos detalles vividos en las múltiples comparecencias de testigo en el juicio puede servir para conocer cómo la profunda división del independentismo, que ha marcado como enemigos de la república a aquellos que tienen una consideración u opinión diferente incluso entre sus mismas filas.
En la primera semana de comparecencias del juicio, al término de la declaración testifical de Gabriel Rufián, el diputado de ERC se dispuso a retirarse de la sala no antes de detenerse en saludar uno por uno a todos los encausados, a todos menos a uno. A Santi Vila no, al que retiró la mano de forma ostensible para evidenciar y hacer público y notorio que no tenía ninguna intención de saludar al exconseller. No extraña que lo hiciera el mismo que advirtió a Puigdemont de lo que le pasaría si se echaba atrás con su analogía bíblica encarnada en 155 monedas de plata.
Existe una pulsión primitiva en el procesismo de marcar como traidor, o botifler, a todo aquel que no se adhiera de forma inquebrantable a su república ilusoria. Y se lo hacen saber. Porque Roma no paga traidores, ya se lo dejó claro Mireia Boya a los comunes cuando lo gritó bien alto-con Jaume Asens y Joan Josep Nuet escudándola en silencio y sin atreverse a mostrar su rechazo- mientras los amenazaba con "tener memoria y no perdonárselo jamás". Una advertencia clara y directa para borrarlos de la memoria colectiva catalana.
La negativa a saludar a Santi Vila no fue un momento puntual de expulsión del colectivo. De negación de la alteridad. Se trata de una práctica constante y metódica de marcar como traidor, o felón como diría Casado o Carlos IV, al exconseller que dimitió horas antes de la declaración unilateral de independencia. El propio Gabriel Rufián se ha referido en multitud de ocasiones a los once encausados, dejando fuera a Santi Vila, que a pesar de estar en propia consideración del procesismo enjuiciado en un proceso político ni siquiera merece la consideración de ser incluido entre los procesados. Porque Gabriel Rufián no sabe muchas cosas, pero sí sabe que son doce los procesados. No es inocente la exclusión.
Un conocido ejemplo de la aplicación de esta práctica de borrado sistemática del nombre de la historia colectiva de un pueblo o proceso es el caso de Nikolái Yezhov, jefe de la NKVD, y que tras su arresto por Stalin en 1939 fue eliminado, de forma literal, de las fotografías en las que aparecía junto al líder soviético. La aplicación del método Yezhov de damnatio memoriae sobre Santi Vila ha sido copiado en una imagen de denuncia de juicio del creador gráfico Jordi Calvis para Fotlipouweb. En la imagen del autor gráfico aparecen los doce procesados sentados en los banquillos de acusados y detrás una multitud de gente con urnas y apoyándolos. Pero en una imagen del mismo dibujo de Jordi Calvis difundida por Toni Comín aparece una silla vacía en la última fila, al lado de Carles Mundó, la que antes ocupaba Santi Vila. Borrado de la foto. Como Yezhov, que el procesismo no paga traidores.