Estos días todo el mundo cree saber lo que se tendría que haber hecho con esta terrible pandemia. Sin embargo, ni los que más claro tenían que una pandemia de este tipo iba a producirse podrían prever el nivel de exigencia al que se iba a poner a nuestra sociedad en todos los aspectos. No solo a nivel económico, social o sanitario. Sino también en lo que respecta a los desafíos morales y éticos.
Simon Parkin escribió en noviembre de 2018 un artículo premonitorio que explicaba cuáles serían los eventos que se cumplirían en caso de una pandemia. En el texto, Irwin Redlener, director del Centro Nacional para la Preparación ante Desastres en la Universidad de Columbia, respondía qué ocurriría cuando los suministros sanitarios empezaran a escasear y cuál sería el mejor modo de actuar en esas circunstancias: "Simplemente no hay pautas sobre cómo debemos gestionar la enorme escasez que encontraremos en el sistema de salud en el caso de una pandemia".
La situación es de máxima tensión en las unidades de cuidados intensivos de todo el país. Pero especialmente en Madrid, donde el COVID19 está golpeando con intensidad. El personal sanitario es el adecuado. Ahora mismo en el Hospital de Móstoles hay una ratio de enfermeras en las UCI de 1 a 1. Es decir, una enfermera por paciente. El adecuado para una atención sanitaria eficiente. Sin embargo, sus métodos de protección escasean y están realizando su trabajo totalmente desprotegidas. No quedan equipos de protección individual (EPI). Se ponen una bata azul de quirófano, una bata verde de aislado y encima un mandil de plástico que es similar a una bolsa de basura. Ayer les dijeron que podían cambiarse la bata interior, después de que tuvieran que haberla usado durante tres días. No quedan gafas de protección, así que les han dado pantallas. Unas pantallas de mala calidad que se les empañan cuando entran en la UCI e incluso les impiden ver el monitor de seguimiento del paciente. No tienen protección en el cuello, así que cualquier fómite que acabe tocándoles en esa parte les contagiará irremediablemente. No les quedan mascarillas de protección fpp3, que son las recomendadas para administrar aerosoles a los pacientes más graves. Están trabajando con mascarillas de protección fpp2, de un nivel inferior. Y sin embargo, de forma heroica, sin medios suficientes que les protejan, entran cada día en las UCI a atender a los pacientes.
Pero no están preocupadas por eso. No es lo que más les preocupa. Necesitan material para no tener que tomar decisiones que les acompañen toda su vida. Los facultativos pronto se van a ver en un dilema ético para el que no están preparados. Si nada cambia de manera radical pronto tendrán que decidir a quién desconectar para dar una oportunidad de salvarse a un paciente más fuerte, con más posibilidades de sobrevivir. Los profesionales sanitarios están luchando con escasos recursos y una profesionalidad ejemplar contra este virus, un estajanovismo que los está convirtiendo en héroes a ojos del pueblo. Y van a necesitar mucho más apoyo en los próximos días, si nada cambia los ciudadanos van a tener que comprender que lo nunca visto en la sanidad de este país va a empezar a verse. No se merecen cargar ellos solos con esta tremenda carga. Tienen que se compartida por todos.
En el Hospital de Móstoles hay 22 respiradores en las UCI. Además, existen tres más en los quirófanos de los que solo podrían ocuparse dos más para que uno quede siempre liberado para operar en caso de urgencia. En la actualidad solo quedan ocho respiradores libres. Ayer, 18 de marzo, se ocuparon dos respiradores más. Al mismo ritmo de ingresos en la Unidad de Cuidados Intensivos, si no muere de causa natural ningún paciente intubado, el lunes 23 de marzo tendrán que decidir quién tiene más probabilidades de sobrevivir al COVID. Tendrán que realizar un triaje para elegir con criterios médicos quién puede ser intubado con un respirador y quién no. Dejar morir a pacientes. Y no pueden hacer más. Porque no quedan recursos.
Todos los respiradores están ocupados por pacientes afectados por coronavirus. Se han habilitado todos los recursos disponibles y los miembros del Hospital están buscando material en todos sus proveedores con desesperación. En esta situación desesperada, una de las empresas que suministra material sanitario al Hospital ha querido cobrar 2.000 € por unas bombas que suele regalar a cambio de compra de los sistemas. La nacionalización de las empresas de suministros sanitarios es un deber patriótico.
Queda poco tiempo para que nuestros profesionales sanitarios tengan que tomar decisiones durísimas que les traumaticen para el resto de su vida. No es justo que puedan llegar a ese momento con el esfuerzo que están haciendo para tratar, cuidar, curar y sanar a sus compatriotas. El pueblo español va a tener que estar al lado de sus médicos, doctoras, enfermeras y auxiliares cuando tengan que decidir a quién desconectar. No se merecen que les dejemos solos.