Las familias de dinero dejan de quererse cuando hay que repartirse la herencia de papá. En la pirámide de prioridades conservadoras la familia ocupa un puesto muy importante, pero por debajo del patrimonio, y eso se nota con guerras sanguinarias sin cuartel cuando toca repartir la mansión, las acciones de la empresa y el yate de verano. A la derecha política española, como garante y defensora de los intereses de esas familias, le sucede lo mismo y adquiere similares vicios y comportamientos. Sobre todo el de despedazarse sin piedad, sin cambiar el rictus ni mancharse el chaqué con la sangre.
Ya han tocado hueso. Ya no hay marcha atrás, ahora empiezan a hurgar, a buscar hacer el mayor daño y desangrar al adversario. Pero con limpieza de cirujano, se despedazan con su sonrisa cínica en la boca. La derecha se mata mejor, más limpio, cercena en vez de arrancar, casi cauteriza la herida para que no sangre y manche demasiado. Pero eso sí, son profesionales, no dejan posibilidad de supervivencia. El que salga derrotado acabará siendo pasto de los libelos reaccionarios a sueldo de las subvenciones públicas. Lo sabe bien Cifuentes, una vez que la pieza es enfilada acabará con sus huesos carcomidos por alguna noticia dada a sus alimañas carroñeras mediáticas. Ya le están buscando vídeos de cremas a Ayuso, que se tente el bolso.
A Isabel Díaz Ayuso y Pablo Casado se les ha acabado la amistad. En la izquierda estas guerras por el poder suelen disimularse con divergencias ideológicas y debates estratégicos que justifican las purgas. En la derecha no disimulan con juegos de artificio, luchan por el poder y lo dejan claro. No hay diferencias de ideas entre Ayuso y Casado, no las hay y no intentan transmitir que su disputa se debe a ellas. Es solo por controlar quién maneja la dirección que sirve para poner a los suyos y repartir puestos y dádivas. Ni más ni menos. Para eso está en política la derecha, para beneficiar a los suyos.
La mediocridad hace que sea normal que solo sean capaces de dirimir las divergencias traicionándose unos a otros. Que el jefe de coordinación de Martínez Almeida sea un señor al que mandaron a Cuba para dar apoyo a la disidencia y acabe siendo el responsable de la muerte del mayor capital que tenía la oposición al gobierno de Castro ya da buena muestra de qué tipo de mentes preclaras están al mando de las disputas intrapartidistas. Por un lado Carromero, por otro Miguel Ángel Rodríguez, el condenado por destrozar borracho varios coches e insultar llamando nazi al doctor Montes. Su masa gris justicia sus acciones.
Isabel Díaz Ayuso era amiga de Pablo Casado, pero ahora ya solo importa el poder. Ganar la presidencia del PP de Madrid es el primer paso para crear su cantón madrileño con el que hacerse fuerte y desgastar poco a poco al líder del PP nacional para llegado el momento descabezar un liderazgo débil como el de Casado en el que nadie cree. Es divertido asistir a las puñaladas con estilete fino de las "mejores" familias, es un pequeño placer culpable para los que ejercen el desprecio de clase hacia arriba.