El panorama de la izquierda poscomunista para estas elecciones está en lograr quedar por encima del partido del ultra Alvise. Ese es el combate electoral que hoy pueden dar Sumar y Podemos y es un síntoma de la debacle de ideas y estrategia en la que se encuentra sumida la izquierda una década después de la irrupción incontestable que supusieron las elecciones europeas de 2014. Los objetivos pírricos actuales se pueden comprender mirando cuáles son las estrategias, discursos y planteamientos del mundo posmarxista para estas elecciones europeas.
Hay una batalla soterrada que marcará el devenir de la izquierda después de las europeas y que consiste en que Podemos logre que Sumar no saque el escaño número cuatro. Si Sumar solo logra tres representantes se iniciará una confrontación interna en la formación de Yolanda Díaz por la insatisfacción de izquierda Unida al quedarse sin escaño tras haber tenido dos en los anteriores comicios y con muchas posibilidades de lograr representación habiendo concurrido en solitario. Sumar ha actuado como si no estuviera en una situación de debilidad extrema con un partido a su derecha, el PSOE, y otro partido combatiendo en la izquierda, Podemos, con mucha más libertad de actuación al no estar atado por las restricciones de formar parte del Gobierno y sin muchos complejos por criticar aquello que hacían hace solo un año.
La concurrencia de la izquierda poscomunista que queda en Podemos para estas elecciones no es propositiva, sino destructiva. Su finalidad es subsistir, permitir unos cuántos salarios renunciando a la política transformadora y destruir a Sumar para proponerse como sustituto. Algo previsible porque el primer mandamiento de toda formación política es garantizar su supervivencia. La estrategia de derribo consiste en lograr que Izquierda Unida no entre en el Parlamento Europeo y que se produzca la voladura de Sumar para que Podemos pueda volver a proponerse como el partido hegemónico en la izquierda.
El partido de Yolanda Díaz cometió un error inconcebible para gente que pretende hacer política en la conformación de las listas a las europeas que le puede costar muy caro. Sumar puede subsistir sin Compromís, pero morirá si IU se sale de la coalición provocando la existencia de dos partidos de ámbito nacional a su izquierda. Por eso no se entiende que arriesgue todo su proyecto dando prioridad en las listas a un partido con implantación territorial como Compromís, antes que al único que lo vertebra en todo España y el que más cuadros aporta. Si Izquierda Unida queda fuera del Parlamento Europeo su militancia apretará a su dirigencia para salirse de Sumar y buscar un acuerdo con Podemos o concurrir a las elecciones en solitario. Antonio Maíllo siempre ha sido partidario de los acuerdos con otros partidos y se ha arrepentido del acuerdo al que llegó con Podemos en Andalucía dándole casi todo el poder, pero ahora, con la debilidad de Podemos, sería un acuerdo en igualdad de condiciones, más asumible, y con una línea política compartida en todos los elementos después de que la organización morada haya olvidado su política de la transversalidad.
Pablo Iglesias es más listo y tiene menos escrúpulos que cualquiera en Sumar y cuando ha visto la grieta ha metido cuña y está despedazando el espacio. Es mejor estratega del desguace que de la construcción, pero en eso, en destruir al adversario de su espacio, es magnífico. Podemos está realizando una campaña excepcional para el propósito que tiene. Su política de nicho va destinada a lograr dos escaños y quedar cerca de Sumar evitando que logre más de tres. Ese es su objetivo y para ese cometido su campaña es efectiva y muy acertada. La estrategia de política internacional está destinada a quebrar a Sumar por la vía de Izquierda Unida puesto que el discurso de Podemos es el que gusta a toda la gente de IU, hay muchos que si votan a Sumar lo harán por lealtad a las siglas, pero están mucho más de acuerdo con lo que plantea Podemos que con lo que plantea la coalición donde van sus siglas. Es por eso, que IU exigió a Sumar hacer campaña por su cuenta, porque eran conscientes de que necesitaban hacer una estrategia mucho más radical en la cuestión geopolítica que la que iban a dar perfiles como el de Estrella Galán. Hay un hecho que sirve de ejemplo para comprender la nueva dinámica ideológica de Podemos mucho más radical en sus posicionamientos. En los inicios del partido, en 2014, en las formaciones de sus militantes, les recomendaban que no aparecieran con camisetas con motivos políticos o pulseras con la bandera republicana para que no se les vinculara a los partidos de izquierdas existentes en ese momento. Diez años después, tras salir del Gobierno y aspirar solo a ser una minoría con representación, hacen charlas junto con activistas palestinos que dicen en presencia de la líder de Podemos, que los atentados del siete de octubre fueron un acto de resistencia.
Sumar ha puesto fácil el cometido de desguace de su formación para sus enemigos en la izquierda con una campaña errática, atribulada, sin rumbo, más pendiente de mirar a Podemos y que no le monten una campaña en redes y sin tener claro cuál es su objetivo. Algo que se ve claro en el hecho de que Estrella Galán se incorpore al grupo The Left en vez de a Los Verdes solo para evitar la crítica que llevaba tiempo haciendo Podemos por anticipado. Estrella Galán no pinta nada en The Left y su sitio natural es, como era el Ernest Urtasun, el de los verdes. Galán ni cree en lo que dice cuando intenta defender posiciones más radicales. Es una empresaria del tercer sector que no cree en una sola de las ideas que se defienden en el grupo más radical del parlamento europeo. Además, no hay ningún sentido práctico en unirse a The Left solo para evitar la crítica de unirse a los sionistas verdes alemanes, porque igual de sionistas son Die Linke, que están en The Left. Aún peor, el partido nazbol de Sarah Wageknecht también irá a ese grupo y su presencia, con un discurso antiinmigración parecido al del Frente Obrero sí que hace tóxico el espacio.
La estrategia de Sumar desde que afloró el conflicto con Podemos es terrible. El error letal de Podemos en 2014 que puede matar a Sumar en 2024 está aflorando y es la disposición de todo el capital político a la presencia mediática. La izquierda nacional en España ya no existe como organización y pervive como mero objeto de consumo mediático. No hay nada más etéreo que la presencia mediática. Los que trabajamos en los medios lo sabemos, la efervescencia es de tal calibre que es suicida creer que puedes mantener una estabilidad en el largo plazo con esa estrategia teniendo unas posiciones próximas a la izquierda transformadora. Esa máxima debiera servir para hacer temblar a los partidos que otorgan todo su peso a la presencia mediática que igual que es dada es retirada, no siempre por conspiraciones e intereses políticos, que los hay, pero a veces, simplemente por irrelevancia y cuotas de share despreciables. En cualquier caso, ninguna organización política de izquierdas puede poner todos los huevos de su existencia en la cuota mediática que te otorgue un tercero, y mucho menos en pretender que tienes la capacidad para crear tus propios medios de influencia. La única fortaleza de la izquierda poscomunista española está en la acumulación material de fuerza militante y, como ninguna de las dos formaciones la tiene, afloran las redes sociales como el lugar desde dónde se conforma la opinión pública en la izquierda usando la misma lógica tóxica ultra que imposibilita el debate y que solo busca la destrucción personal del compañero.
Podemos convirtió la ventana de oportunidad del momento de 2014 en un cepo del que nadie es capaz de desprenderse y que se valora viendo cuál es la fuerza de la izquierda poscomunista en su relación con el omnipresente PSOE. Al PSOE solo se le mueve de sus posiciones si el análisis que hacen en Ferraz es que el coste de la crítica a su izquierda le resulta más lesivo que no hacer nada y mantener el statu quo. Por eso ni se inmuta con las críticas a la OTAN o al envío de armas, porque sabe que detrás de esa reclamación de la izquierda no hay una masa crítica detrás lo suficientemente importante como para generarle un coste electoral. Solo hay dos maneras de mover al PSOE a tus posiciones: con la capacidad para marcar el debate en la opinión pública con una correlación mediática favorable a tus intereses que, asumámoslo de una vez, jamás tendrá la izquierda poscomunista en España, o con una organización de masas lo suficientemente ambiciosa y numerosa como para generarle al PSOE un problema en las urnas. Si somos muchos más los que queremos que se intervenga en el mercado de la vivienda y la izquierda poscomunista es capaz de gestionar ese descontento y canalizarlo, convocará tras de sí una masa crítica lo suficientemente importante como para mover al PSOE hacia esas reivindicaciones. Pero para eso es necesario una fuerza unitaria que hoy es una quimera.
Si las formaciones de izquierdas están preocupadas en atomizarse y destruirse generan una percepción performativa que se traslada a las militancias y a la masa social activista. La realidad es que la masa crítica y militante de la izquierda poscomunista está dividida y más preocupada en lugar sus objetivos de supervivencia personal que en transformar la sociedad moviendo al PSOE hacia sus posiciones y facilitando una vuelta al bipartidismo con un grupo marginal a la izquierda del PSOE que sirva solo como espacio de autorreferencialidad. Las elecciones europeas serán el certificado que constate la destrucción del ámbito transformador que creó en 2014 y marcará el inicio de la lucha por los rescoldos para mantener caliente el área de nicho que quede. Este domingo acaba el ciclo de una década de oportunidades desaprovechadas para la izquierda que quizás nunca volverá. El escaño número 4 alargará la agonía o marcará el inicio de los juegos del hambre.