El respeto a la libre adscripción religiosa de cada ciudadano tiene que ser un principio central integrado en los valores de cualquier progresista. Es un derecho inalienable de todo ciudadano que pueda profesar la religión cristiana, musulmana o sintoísta, pero en su vida privada. Los poderes públicos tienen que garantizar que nadie se vea discriminado por seguir una religión determinada. Pero no puede haber un solo euro de dinero público para religiones que pregonen la discriminación de aquellas personas que tienen el mismo derecho por cuestiones de raza, credo o género. Mucho menos aún que esas religiones, que consideran que las mujeres o los homosexuales son ciudadanos de segunda, tengan espacio en las aulas públicas que procuran una educación a nuestros menores.
Nueve colegios de Murcia comenzarán a impartir clases de islam en un colegio público. Lo hemos entendido al revés. Se trata de sacar la religión de las aulas, cualquier religión. Siempre nos hemos referido a la católica cuando hablábamos de sacar la religión de las escuelas porque es la única que se daba, pero los que tenemos un pensamiento progresista, laico, de respeto a los valores humanistas no nos ceñimos a una religión porque no somos cristianófobos. Nos da igual qué religión sea, cualquiera tiene que salir de las aulas porque la católica es tan dañina como el islam en lo que respecta a un precepto fundamental como es la igualdad entre hombres y mujeres. Hasta que las religiones no progresen en ese aspecto tienen que estar circunscritas al ámbito privado, al íntimo y personal, y salir de cualquier circuito de legitimidad educativa.
El Islam es respetable. Los musulmanes merecen respeto por su credo si mantienen el mínimo de consideración necesario y exigible en democracia con las mujeres. Pero no podemos obviar la existencia de un discurso integrista que no puede ser tolerado, sino al contrario. La izquierda debe combatir con vehemencia esa pulsión salafista que late en buena parte del mensaje mayoritario presente del Islam en España, del mismo modo que lo hace con aquellos que desde la extrema derecha ultracatólica quieren imponer sus autos de fe sobre las mujeres. No hay ninguna diferencia entre el discurso wahabista que Arabia Saudi y Qatar impregnan a través de mezquitas, imanes y canales de televisión del que emana de VOX y Hazte Oír en su vía católica. No es una casualidad que los orangutanes del Elías Ahuja hagan su ritual machista de apareamiento desde las ventanas de una institución católica como la de los Agustinos que perpetúan los roles machistas en la sociedad, como no lo es que las mezquitas más importantes de nuestro país hayan tenido financiación saudita o relación con discursos wahabíes.
La derecha patria no comprende que su religión doctrinal, la católica, es tan nociva para la convivencia entre iguales que la que emana de las enseñanzas del islam más integrista. Más aún en nuestro país porque es la predominante en la sociedad, es la que influye en el devenir diario de millones de mujeres. El cristianismo más intolerante es el que tiene mayor presencia en las políticas públicas. Lo es porque es el que quiere instaurar su modo de vida a los demás, no quiere imponer su ideario un católico moderado que vive su vida en libertad sin exigir a los demás que replique sus comportamientos, no son esas ideas moderadas las dañinas, sino las de que quien solo ven su pensamiento como único aceptable y quieren imponerlo a los demás a través de la educación, el lobby político y la legislación a través de organizaciones y partidos. A la derecha española le cuesta aceptar que el catolicismo es tan perjudicial como el islam en las escuelas, pero es la religión católica la que se imparte en todos y cada uno de los colegios públicos de este país, el islam solo comenzará ahora en nueve de Murcia. Hay que luchar para que desaparezcan ambas religiones de nuestras aulas.