No son pocas las señales de alarma que se vienen advirtiendo sobre el proceder de Sumar y este texto va a ser otra, pueden tomar nota y tener en cuenta las opiniones de los observadores externos o creer que es un intento por acabar su proyecto emulando conspiranoias ajenas. Estamos acostumbrados a esa dinámica en la izquierda pero no por ello vamos a dejar de intervenir y aportar para mejorar el devenir de los proyectos transformadores de izquierdas por el bien de las clases populares. Entre los militantes y seguidores de Sumar empieza a asomar la misma impotencia que intoxicó a Unidas Podemos y que conduce a justificar la incapacidad para conseguir medidas ambiciosas en el inmovilismo del PSOE. No se asume que lo que el Gobierno decide es su responsabilidad lo decidan ellos o el PSOE o de manera colegiado. Les advierto que abandonen esa estrategia, no funciona y es patética, a la gente le da igual y penaliza más al socio minoritario y con mayor ambición. No importa que ellos quieran y el PSOE no, importa lo que dicen, y sobre todo, lo que hacen. A nadie le interesa que la Ley Mordaza no haya sido reformada, derogada, eliminada, laminada o como lo quieran llamar porque el PSOE no haya querido, el desgaste y el coste lo van a tener los que no lo ponen como prioridad absoluta. Si para Sumar, como antes para Podemos, la Ley Mordaza hubiera sido prioridad, se plantea un ultimátum, como con cualquiera de las otras medidas que deben ser líneas rojas. O se elimina o se acaba la legislatura. Es una cuestión de ambición, compromiso y hacer uso de la correlación de fuerzas.

Sumar está desdibujado. Es lo más amable que se puede decir del periplo en el Gobierno de coalición consolidando todos los errores que se venían cometiendo desde Unidas Podemos e incidiendo en algunos nuevos que están erosionado un proyecto que nunca consiguió enraizar.

El anuncio interruptus de Yolanda Díaz sobre la derogación de la Ley Mordaza, que por cuestiones obvias, luego resultó no ser, es el último de los episodios de errores, fallos de comunicación y rectificaciones de su socio mayoritario que están generando una sensación en el electorado de un proyecto nervioso y acomplejado que no es capaz de encontrar su sitio ni mostrar con claridad y firmeza qué tipo de proyecto político tienen.

Un problema endémico de la izquierda es atarse de manera inexorable a declaraciones políticas maximalistas desde la oposición con las que luego se autoboicotean, una de ellas es el hecho de pedir derogar leyes de manera íntegra que solo precisan ser reformadas, y que cuando tienen que concretar acaban generando un proceso de desilusión y decepción entre sus seguidores por haber usado un lenguaje incorrecto en la oposición que no son capaces de explicar en el Gobierno. La ley de seguridad ciudadana tiene que ser reformada para eliminar los preceptos que atentan contra el derecho de reunión, de manifestación y de información, pero no es necesario eliminar aquellos artículos que hablan de la necesidad de evitar el uso de explosivos en la vía pública o legislar los derechos sobre los documentos de identidad y pasaporte, que también están en la ley. Explicar lo obvio es algo que a la izquierda le genera unos graves costes políticos por su manera de manejar los mensajes.

Es tiempo de plantearse si para Sumar sería mejor para la pervivencia del proyecto abandonar el Gobierno y pensar una estrategia a largo plazo que evite quedar subsumido en el PSOE. El complejo con Podemos de Sumar es el que tiene el PP con VOX y es el mismo que tenía el PSOE con Podemos cuando apareció y que acaba por afectar a su fuerza electoral. Este es un pecado que tienen todos los partidos que asumen la institucionalidad con los partidos con los que comparten espacio ideológico en su extremo más radical y que consiste en copiar su estrategia para parecer más frescos, dinámicos y radicales para evitar que su electorado sufra fugas al extremo. Pero no funciona, suena impostado y solo sirve para reforzar las posiciones de quien copias.

Sumar puede sacar alguna lección importante de lo que ha hecho VOX al romper su relación con el PP. Los partidos situados a los extremos de sus socios en el espectro político tienen que mantener una carga subversiva para erigirse como votables y la participación en las instituciones les provoca un lento pero inexorable desgaste que va acortando el voto hasta dejarlos en su posición de minoría marginal o insustancial que mantienen en periodos de calma política. Sumar tiene un problema de proyecto político por encima de cualquier otra consideración porque considera el Gobierno un fin en sí mismo viendo su manera de actuar, un problema heredado de Unidas Podemos que en ningún momento se planteó la pertinencia de salirse de un Gobierno que tomaba decisiones inasumibles desde el punto de vista de la izquierda transformadora como la masacre de Melilla, la inversión histórica en defensa o el envío de armas a Israel. Eso pasó con Unidas Podemos en el Gobierno y les acabó desgastando.

Cuando tragas desde el Gobierno medidas inaceptables que en ningún modo aceptarías en la oposición la institucionalización te ha comido. Es imposible recuperar la inocencia de no haber pisado moqueta, pero la moqueta puede enredarte hasta convertirte en un apéndice insustancial de tu socio en el espectro político. Cuando se empieza a no ver claro en el electorado cuáles son los incentivos para votar al socio pequeño de una coalición es tiempo de dejar el Gobierno y comenzar una nueva estrategia. Lo deseable es que no hiciera falta comenzar un periodo de decadencia para ver la necesidad de dejar la institucionalidad y volver al espacio contestatario a la espera de una ocasión propicia, pero viendo que no son capaces de ser previsores al menos se espera de los partidos que aspiran a agitar la política que tengan la suficiente visión para ser reactivos. Esa capacidad la perdieron Unidas Podemos y Sumar porque no han sabido ver que en momentos de repliegue permanecer en un Gobierno de coalición como socio minoritario es elegir una eutanasia dulce.