Existe la impresión de que el PSOE ha caído hechizado en la ficción reaccionaria de que está atrapado por las exigencias de Puigdemont. Actúa como si así fuera. La opinión pública puede ser performativa y distorsionar la percepción hasta el punto de hacer actuar a los implicados en contra de la realidad cuando se consigue mirar con perspectiva. No es cierto, es al revés, Puigdemont está atrapado por Pedro Sánchez y es tiempo de hacerle saber su posición de extrema debilidad y dependencia.
Puigdemont está agarrado a una mano en el filo del barranco, y esa mano que lo sostiene y lo puede traer de vuelta a casa es Pedro Sánchez y la correlación de fuerzas que salió en las elecciones del 23 de julio. Si Pedro Sánchez se va de Moncloa, ya no habrá mano que lo sustente y caerá al precipicio de Bruselas perdiendo para siempre la última posibilidad de volver a Cataluña. No se está mirando correctamente la situación, el prisionero no es Sánchez, este tiene salidas, opciones, diferentes vías de escape, el único atado a esta mayoría parlamentaria es Carles Puigdemont y quizás sea necesario recordárselo.
Es cierto que el PSOE se encontraba en una situación muy delicada antes de que se llevara a cabo la investidura, en aquel momento, cuando se acordó llevar a cabo la ley de Amnistía, el PSOE estaba sujeto a las exigencias de Junts, pero ahora ya no, una vez que Pedro Sánchez está en Moncloa quien tiene que hacer valer su posición de poder es el PSOE porque si Puigdemont quiere volver a reunirse con su amiga Rahola en su mansión de Cadaqués y bañarse en su piscina a la luz de la luna de verano necesita que la ley de Amnistía salga adelante. Pedro Sánchez ya está en Moncloa, Puigdemont necesita a Pedro Sánchez si quiere volver a casa, es Carles Puigdemont el que ahora está supeditado a la voluntad del PSOE hasta que la ley de Amnistía esté aprobada y sea efectiva. Porque si Pedro Sánchez se ve obligado a convocar elecciones porque Puigdemont no sabe medir sus fuerzas se quedará para siempre sin pisar de nuevo su querida Cataluña.
Puigdemont es tan fuerte como lo sea Pedro Sánchez. Sin el PSOE en el gobierno Junts no tiene absolutamente nada que ofrecer, ni sacar, toda la correlación de fuerzas que permite a Puigdemont jugar una partida que pueda favorecerles desaparece en un solo día si no cuidan la presencia del presidente del Gobierno en Moncloa. Si el PSOE es consciente de que Junts solo tiene poder con ellos en el Gobierno la lógica infiere que son en Junts los que tienen que hacer lo posible para que el statu quo parlamentario continue de la misma manera y por lo tanto ser mucho más exigentes con los nacionalistas si quieren la amnistía. Lo primero, o aprueban los presupuestos, o no hay amnistía. El PSOE siempre puede gobernar prorrogando presupuestos hasta encontrar el momento propicio para convocar elecciones, pero Junts no hay nada que pueda hacer sin el PSOE para conseguir que Puigdemont se dé un paseo por el casco antiguo de Girona.
Si a finales de año hubiera elecciones es muy improbable que la correlación de fuerzas que saliera de un resultado electoral replicara la actual y vuelva a colocar a Junts en la cúspide de una amalgama de socios necesarios para el PSOE, agravado además, con la posibilidad cierta de que ganaran las elecciones aquellos que no solo no quieren aprobar una amnistía, sino que quieren encausarlos, prohibirlos y arrojarlos al pozo de los olvidados. No es cierto que quien más pierde sea el PSOE si el gobierno finalmente no es viable, es Junts, que perdería su carta dorada en el juego de apoyos del Congreso. Es difícil evaluar cuál sería el impacto electoral de hacer caer un Gobierno dispuesto a aprobar una ley de Amnistía que favorece a más de 400 personas porque tienen miedo de que una resolución judicial desfavorable pudiera no incluir entre los beneficiaros a Carles Puigdemont. Es seguro que a quien no iba a perjudicar el hecho de no haber cedido a una exigencia personalista de ese porte es al PSOE, porque rompería todo el relato reaccionario de que Pedro Sánchez estaría dispuesto a ceder cualquier cosa con tal de ser presidente.
Junts y Carles Puigdemont no entienden la responsabilidad ni el bien colectivo, jamás les ha importado nunca el bienestar de las clases populares en España, tampoco las de Cataluña. Son una recua de burgueses privilegiados que jugaron con la vida de millones a liberar un pueblo que no quería ser liberado y a los que usaron como carne de cañón para sus sueños megalómanos. La ley de Amnistía no tiene la simpatía ni de quienes la defienden por cuestiones utilitaristas, con esos anclajes tan livianos puede llegar el momento, más pronto que tarde, en el que las cuerdas que lo sustentan se rompan y quienes han guardado silencio por responsabilidad, o han priorizado otras dinámicas, empiecen a pedir a Pedro Sánchez que proporcione una cura de humildad a Puigdemont y le enseñe quién está en una posición de extrema debilidad. El Estado piadoso puede volver a ser represor con un leve cambio de viento, con un simple cambio de mayoría parlamentaria. No lo olvides, Carles.