La vocería mediática que recibe cada día el argumentario del PP para fijar posición en columnas y tertulias nos advirtió hace unas semanas del giro a la moderación del partido de Pablo Casado tras la destitución de Cayetana Álvarez de Toledo y el nombramiento de Cuca Gamarra como portavoz en el Congreso. Ahora sí, por fin, después de haberse convertido en una mala copia de Vox y haber logrado el peor resultado en la historia del partido conservador ya se intentó un giro a la moderación, pero ese era en broma, el de ahora sí que va en serio. Un partido de centro.
Muchas líneas se han dejado escritas de los giros al centro del PP que ya se producían con Fraga cuando se declaraba de centro reformista para intentar engañar a los electores: "El PP está en el centro reformismo pero algunos se empeñan en tirar hacia la derecha". El viraje homérico a la moderación del PP ha sido un chiste habitual en la literatura progresista, pero ahí siguen algunos propagandistas, intentando convencer de que los herederos de la aznaridad pueden estar en algo diferente al integrismo neocon que les dejó escrito en piedra Bartolín.
Pablo Casado no sabe ser más que un integrista criado en los pechos de FAES con las estrategias comunicativas de Miguel Ángel Rodríguez. El líder del PP se fraguó siendo muñidor de los intereses de Aznar y Botella advirtiendo a los periodistas incómodos entre bambalinas de lo que les pasaría si osaban perturbar los deseos del matrimonio cuasiregio de Génova. En lo único que puede ser moderado es en el rasurado de su barba y en el maquillaje del integrismo ideológico en el que cree firmemente. Su acervo, discurso y apuestas personales son lo contrario a la moderación y dejan en evidencia su fanatismo.
No sé cuánto moderado es expresar en una entrevista que no se puede parar la economía solo para curar a 66.000 madrileños. Porque es lo que dijo Isabel Díaz Ayuso, y a pesar de que se puede escudar en su escaso manejo de la locuacidad y la finezza argumentativa es precisamente por esa carencia por la que se le ven las costuras de lo que de verdad piensa. Hay que tener un manejo del discurso muy cuidado para desarrollar políticas de control malthusianas sin que se note. No es el caso de la presidenta.
Es fácilmente comprensible el proceder del integrismo moderado de Pablo Casado si no perdemos de vista que la política del PP en Madrid está tripulada por un asesor aúlico detenido por conducir borracho y destrozar varios coches en su odisea etílica por el centro de Madrid después de haberse bebido todo. Pero está ahí porque ha sido elegido para eso, por Pablo Casado.
En las filas del PP se tiene el pleno convencimiento de que el delirio nacional-ayusista está ganándole terreno a Vox, la decisión de jugar con la vida de los madrileños para hacer oposición a Pedro Sánchez está dirigida y no es fruto de la improvisación. Porque creen que es efectiva para sus propósitos políticos. Las muertes que se provoquen por esa estrategia son daños colaterales, que de eso saben mucho en el PP del que es heredero Pablo Casado y que alcanzó su máxima cota de indecencia en la foto de las Azores y sus devastadoras consecuencias. El integrismo moderado del PP de Pablo Casado es el mismo que mintió a los españoles después del mayor atentado de la historia de nuestro país, aquel que intentó ocultar a los ciudadanos quién había asesinado a 192 personas en Madrid para retener el poder en unos comicios. ¿Por qué nos cuesta tanto aceptar que están jugando con las vidas de los ciudadanos para ganar unas elecciones? No sería la primera vez.