El esencialismo está presente en todas las facetas identitarias de nuestro tiempo. Se presuponen valores elevados por pertenecer a una minoría o a un determinado colectivo y se proyectan sobre ciertas personas valores asociados a lo que creemos que debe ser el individuo en relación con su identidad colectiva. Es algo que sucede por ser mujer, por ser transexual, por ser inmigrante o por pertenecer a una determinada raza. Luego, después, vienen las hostias y las decepciones. Pero la culpa no es de Karla Sofía Gascón, la culpa es de quien proyectaba sobre ella lo que cree que debe ser y pensar.
Karla Sofía Gascón se convirtió en una mujer transexual que estaba triunfando por primera vez en lugares en los que ninguna lo había hecho antes y por proyección se reflejaban en ella los valores que se supone que asociamos con un colectivo tremendamente vulnerable y que sufre una de las mayores opresiones de nuestro nuevo tiempo y que se ha convertido en objetivo primordial de los poderosos, los reaccionarios y los ultras. Es una obviedad que sus opiniones racistas no la hacen menos diana de esos ataques y discursos de odio, pero también es una obviedad que ser víctima de ese discurso de odio no la convierte en un ser de luz que no es capaz de hacer lo mismo con otros colectivos que en determinadas circunstancias pueden encontrarse en peores circunstancias de opresión de su caso particular, que puede resultar más privilegiado por estar inmerso en una sociedad y estrato de clase más alto.
Una de las cosas que resulta más llamativa y que deja inerme a Karla Sofía Gascón es que su discurso está inmerso en la línea del zeitgeist hegemónico del momento en el que mostrarse racista y clasista de manera descarnada no solo no penaliza, sino que en muchos círculos es motivo de ascenso social y representatividad. Pero el problema de Karla Sofía Gascón es doble, el primero es no ser consciente de que ese discurso va en contra de los valores de los que defienden su derecho a existir y que pelean porque su vida importa. Es difícil que nadie de los que está dispuesto a dejarse pelos en la gatera por defender los derechos del colectivo trans puede salir a defender a una racista como ella que criminaliza a los inmigrantes. Además, aquellos que celebran un discurso como el suyo creen que su identidad es una aberración que no merece existir y a la que hay que privar de derechos. La actriz ha sido vapuleada por el zeitgeist inverso y no saber ver que en un momento de polarización más te vale elegir bien tu sitio en el mundo.
La torpeza de Karla Sofía Gascón es legendaria y es lo que ocurre cuando no se sabe ver quién está de tu lado. Pero no hay que dejar pasar el por qué a ella le afecta de una manera tan agresiva. Su caída al pozo de la marginación profesional viene dada también porque es transexual. Porque si ese discurso racista lo hubiera tenido sin tener esa identidad hubiera tenido al poder, el dinero, el mundo reaccionario, y la ultraderecha protegiendo su derecho a defender que cualquier colectivo vulnerable debe ser marginado y no merece invertir un solo segundo en la protección de las minorías y las identidades vulnerables. No hubiera estado tan sola ni le habría costado tan caro defender esas posiciones reaccionarias y ultras. Karla Sofía Gascón es una de las primeras personas en este nuevo tiempo a la que le pasa factura mostrar de manera descarnada ser una racista en tiempos en los que ese mensaje copa el poder en las grandes potencias, las corporaciones y el debate público.
No hay que sentir lástima porque Karla Sofía Gascón tenga que hacerse cargo de lo que representa expresar de manera pública unas opiniones que desprecian y denigran a colectivos vulnerables, pero hasta en eso se muestra lo vulnerable que es el colectivo transexual, ya que es de los pocos que no pueden permitirse hacer ese tipo de mensajes. Puede que Vox esté interesado en ficharla para incluirla en esa estrategia de tokenismo de incluir a una persona de cada colectivo vulnerable y así enarbolarlos como muñeco de feria con el que desprenderse de la etiqueta de racista o homófobo. Qué importante es saber ver por dónde soplan los vientos, Karla.