Bibiana Collado ha escrito Yeguas exhaustas, un libro que cualquiera con un mínimo de criterio tiene que leer en la semana del 8 de marzo. Una historia personal, la suya, en la que narra el maltrato y las dificultades a las que se enfrenta una mujer que proviene del ámbito rural al llegar a la universidad y quiere hacer carrera en la academia, y que afronta los diques y muros que la sociedad pone a quien viene de una familia de clase trabajadora. Una mujer de clase obrera escribiendo desde el género y la conciencia de clase. Acabé de leer el libro a la vez que me enteraba de la propuesta de Pedro Sánchez de garantizar el acceso a la mujer a los consejos de administración de las empresas con unaley de paridad. No pude evitar pensar que da igual el talento que tenga una mujer como Bibiana Collado que jamás accederá a uno de esos puestos. Bibiana Collado logró un doctorado en filología hispánica en una universidad pública porque, como dice en el libro, los ricos no estudian humanidades en la pública, y pertenece a una familia que limpiaba la mierda de otros. Las hijas de las mujeres que han olido a lejía no llegan ni con cuotas.
Tener un padre franquista que fue alcalde durante el régimen incrementa la posibilidad de lograr un puesto en los consejos de administración del IBEX35. Es el caso de María Concepción Dancausa y Cristina Parias, que tuvieron como progenitores a Fernando Dancausa y Fernando Parias de Merry, alcaldes de Burgos y Sevilla por vía digital franquista. Los nombres como María Del Pino, Marta Ortega, Ana Patricia Botín, Alicia Koplovitz, Isabel Estape, Esther Alcocer Koplowitz, como los de las ya mencionadas, tienen en común que son mujeres pero también una posición elitista de privilegio. Comparten la clase social, el paso por los colegios y universidades privadas más exclusivas y una posición que les ha garantizado siempre el poder, también en la empresa.
Estudiar la composición social de las empresas del capitalismo español enseña que no hay diferencia alguna entre la ideología reaccionaria de las mujeres que forman parte de las familias de las elites y la de los hombres que de manera mayoritaria gobiernan el poder de sus empresas familiares. El machismo es determinante en la composición de las tareas y el modo en el que se organizan estas sagas. El rol de las mujeres para ellas en los momentos de acumulación de capital durante el franquismo estaba delimitado a la caridad, la filantropía y la labor social y religiosa. Cuando los hombres de esas familias les dieron paso en el mundo de la empresa, ellas han seguido perpetuando los roles de clase que aseguran el mantenimiento de su statu quo.
Pedro Sánchez ha anunciado una ley de paridad para las empresas y la política que garantice el acceso de las mujeres a los puestos de decisión. La norma incluirá listas cremallera en la ley electoral y la paridad en el Gobierno y los consejos de administración de las grandes empresas y colegios profesionales. La paridad es una medida imprescindible porque está demostrado que sin ella el acceso a las mujeres a los puestos de dirección y representación no se produce en igualdad de condiciones, pero es igualmente necesario establecer un sistema de cuotas que tenga en cuenta la clase social en las políticas de igualdad. Una cuota de clase que garantice el acceso a los lugares de representación y poder públicos a las mujeres, también las de clase trabajadora, también a las migrantes. A las mujeres que han estudiado en colegios o universidades públicas, a las mujeres que no pudieron estudiar porque perdieron la vida cuidando, a las mujeres que no pertenecen a sagas de familias millonarias, a las mujeres que limpian, a las mujeres que no tienen papeles, a las mujeres que piensan desde los márgenes y con mayores dificultades por pertenecer a una clase social desfavorecida. Son esas mujeres las que lograrán que sus compañeras tengan más oportunidades cuando alcancen esas cotas de decisión. Porque mirarán desde sus mismos ojos, con una mirada atravesada por su condición de mujer, pero también por su condición social.
Las mujeres son el colectivo más maltratado y con trabajos peor pagados y con peores condiciones, no es una casualidad ni un suceso natural que sean las que tienen los trabajos más precarizados. Atender de manera exclusiva a las leyes que garantizan el acceso por arriba no les ayuda a lograr una posición mejor a las que se tienen que mover por el sótano. Una ley de paridad que no atienda el componente de clase perpetuará en los puestos de dirección a las oligarquías que han gobernado siempre desde el privilegio y sustituirán a los hombres de la familia por mujeres de la familia. Mujeres burguesas con las mismas ideas en cuanto a la distribución social de la renta que de manera irremisible acabarán perjudicando a la clase trabajadora en peores condiciones, a esas mujeres que han olido a lejía y que parieron a hijas de la clase obrera.