El relato de la transición ha muerto este martes de manera definitiva entre respiraciones ahogadas y peticiones de auxilio a la mesa del propio ponente para que le otorgue la gracia de la eutanasia del receso. El Congreso olía a Brummel y nostalgia de esmegma fresco. Una representación grotesca del miedo de señores rancios, por reaccionarios que no por viejos, al paso del tiempo, al empoderamiento de las mujeres y a la efervescencia de un nuevo tiempo que no precisa de sus lecciones de profesor momificado.
Tamames no es despreciable por viejo, es despreciable a pesar de serlo. Las personas mayores son mucho más venerables por sus ideas que por sus años, porque la edad no es mérito. Se es respetable por no odiar a las mujeres, por no ser racista y por no prestarse a ser la voz de unos fascistas. Se es respetable por llegar a los 90 pensando que los privilegios vividos tienen que ser compartidos. Se es respetable por comprender que las nuevas generaciones construyen su tiempo respetando quienes las precedieron, contando con ellos pero sin pedirles permiso para ejercer sus derechos políticos. Se puede ser un miserable siendo un viejo que camina apoyado en un bastón y con la ayuda de un ujier. A los ancianos se les respeta tratándoles sin condescendencia.
He soportado mal a los que hablaban con miedo de ser tachados de gerontófobos a un señor que no se merece más que el más absoluto desprecio por lo que representa, por su pasado y por lo que ha ejercido en el día de hoy: una loa al egoísmo, el ensimismamiento y al chaqueterismo. Un personaje nefasto que en la moción de censuraha firmado la rúbrica a una hoja de servicios de traiciones, intrigas y páginas oscuras de nuestra historia. Un hombre trágico que lo mismo presta su nombre para la lista del consejo de ministros de un golpe de Estado que para la comedia bufa de los posfascistas. Lo que sea por elevar su autoestima. VOX se ha suicidado con su elección, pero aún no se han dado cuenta y es mejor esperar a que pase el cadáver frío por delante de nuestra puerta.
Tamames es un señor que pone en todos sus artículos en 'La Razón' una foto suya posando como muestra de su autofelación permanente. Un narciso de escaso gusto y talento que vive rodeado de un pasado que nunca fue, pero él recuerda con el cariño de la bisoñez perdida, un representante del síndrome del impostor inverso que considera que los españoles que no saben ni quién era hasta el día de ayer y que le olvidarán mañana precisan de su análisis para que los saque del error de la elección pasada. Hemos tenido la desgracia de soportar a un soberbio arrogante con escasa capacidad para armar un argumento que pase del chascarrillo de una sobremesa con exceso de coñac y habanos baboseados.
Ramón Tamames lleva 90 años explorando sus privilegios de familia burguesa en un tiempo en el que no se replicaba a los suyos. Más de medio siglo pontificando en su burbuja sin que nadie le diera réplica le ha hecho creer que sus análisis eran brillantes. Las curas de humildad le han llegado ahora, justo a tiempo para irse con el ego pisoteado y el currículum marcado para siempre. Sería injusto decir que Ramón Tamames ha manchado su historia ligando su futuro a lo más negro de la nuestra, su intervención solo va a servir para que nadie le recuerde con el más mínimo respeto. La historia pasará sin pena ni gloria sobre su biografía porque el ridículo que ha hecho es lo que mejor representa el currículum nefasto de un señor despreciable con ínfulas de intelectual que lo más que ha provocado ha sido la vergüenza ajena de quienes hemos tenido la desgracia de escucharlo. Que alguien que le quiera le diga que se calle.