Hay un plan para acabar con el Gobierno de coalición y no es de la derecha, ni siquiera de la extrema derecha y, aunque no lo crean, Izquierda Unida tiene la clave para llevarlo a cabo o desactivarlo. De la decisión que tome Antonio Maíllo dependerá el futuro de Sumar, Podemos, de la izquierda española en el medio plazo y de que el Gobierno de Pedro Sánchez tenga alguna posibilidad de reeditarse. Todos somos conscientes, y quien no lo sea a estas alturas es que vive en un mundo utópico, es que Irene Montero y Yolanda Díaz nunca podrán compartir espacio electoral. No voy a perder más tiempo con el debate de la unidad porque eso solo se produciría en una coyuntura extrema en la que se les obligara por parte del cuerpo social progresista y no se me ocurre cómo esa situación se puede dar en un contexto de enajenación, apatía y desmovilización generalizada. Eliminada esa posibilidad de la unidad, y por ende, de que el Gobierno de coalición progresista se repita. Se trata de ver quién es la cabeza visible de una izquierda institucional jibarizada. Controlar el cotarro, aunque solo sirva para pagar sus hipotecas.
El plan no es que esté oculto. Irene Montero ya ha instado a que la gente de Sumar se vaya al PSOE, porque su intención es ser la cabeza de un nicho que les permita mantener la hegemonía del espacio por incomparecencia o por haber convertido la izquierda en una lucha sin cuartel en la que solo sobrevive quien tiene menos escrúpulos para ir destruyendo personalmente a cualquiera que no les sirva para su cometido. El capital político expulsado estos diez años es ingente y la toxicidad de la lucha de poder por seguir viviendo de los recursos públicos ha acabado con la salud mental hasta de los más próximos al clan.
Manu Levín se refirió en privado a esta lucha entre Sumar y Podemos como una "dinámica de guerra" en la que solo servía destruir al par. Para eso no se han dejado ninguna de las políticas que desde la izquierda se venían rechazando, como es el hecho de utilizar el consejero que les toca en TVE por turno para asegurarle al PSOE la victoria en las votaciones del consejo a cambio de que el empresario tenga sitio en las tertulias del ente público y colocar a sus más afines de la empresa en el resto de tertulias. El uso de los recursos públicos para beneficio privado es algo que se debería rechazar, pero parece que si lo hacen los que venían a asaltar los cielos se les perdona.
Voy a insistar las veces que haga falta. Una empresa que se dedica a la comunicación con una línea editorial que es la que marca la línea política de Podemos conseguirá más dinero, más suscripciones y más apoyos si gobierna la extrema derecha. Los proyectos contrahegemónicos siempre funcionan mejor a la contra, polarizando, con la gente sufriendo y buscando algún asidero, que siendo tan solo el pepito grillo de un gobierno progresista al que has pertenecido. Esto significa que cuanto peor le vaya a la clase trabajadora, y a los colectivos vulnerables, más podrá capitalizarlo el exvicepresidente que ahora es empresario.
En esta coyuntura, sin posibilidad de que exista un proyecto político a la izquierda, hay que atender muy bien cuáles son los movimientos de Antonio Maillo e IU que, a pesar de su debilidad actual, son los únicos que mantienen una mínima estructura de partido alejado de las estructuras oligárquicas que son Podemos y Sumar. Su decisión girará la balanza a un lado u otro. Antonio Maíllo es un político honesto y honrado al que estas luchas criminales de Madrid le pillan un poco lejos. La decisión que tome la hará pensando en lo mejor para las clases populares, no tengo ninguna duda de su bonhomía, es precisamente por eso, porque creo que es una buena persona, creo que no es capaz de comprender el nivel de vileza en el que se mueve la partida. A Podemos, de IU solo le interesan los cuadros y su estructura y si puede vampirizarlas y luego dejarlos boqueando en una cuneta es lo que hará. A Irene Montero solo le sirve un proyecto en el que manden de manera zhdanovista. Al menos que en IU tengan en cuenta lo que ocurrirá si deciden formar un frente con quien solo quiere usarlo como huésped en un estrategia parasitaria.