Cayetana Álvarez de Toledo tendría que ser consciente de la estirpe genética vinculada al crimen que rodea a los de su clase antes de mirar al resto. Lo sabe porque hasta los de su clase le robaron el título nobiliario a su familia. Otra de grandes nombres, apellidos compuestos y probabilidad de enfermedades genéticas le birló el título a los Peralta Ramos - Álvarez de Toledo porque se habían ido de España y el padre de Cayetana tuvo que litigar para recuperarlo y dejárselo en herencia a la portavoz del PP. Está en su sangre coger lo que no es suyo y fraguarse una posición y una fortuna con el sudor ajeno. Eso es lo que han hecho durante cuarenta años los grandes nombres de la aristocracia española y se entiende que esas enseñanzas produzcan comportamientos similares criados en la impunidad.
Cayetana no hace más que repetir lo aprendido en casa. En un hogar de vencedores, ricos, y burguesitos de manicura y nariz empolvada. El problema de Cayetana es que no soporta que le recuerden que lo que tiene no es por su trabajo, sino por su cuna. Que no es mejor, ni más lista, ni se ha esforzado más, simplemente es una privilegiada que nació en una familia de vencedores de una guerra fascista en una burbuja que le aseguraba el éxito con el dinero de papá. Ese es el mérito de Cayetana, ser la hija de una clase de aristócratas españoles y argentinos que tienen lo que tienen gracias a la sangre unas dictaduras que les aseguraron esa pervivencia. Y no le gusta la imagen que devuelve el espejo. Se cree valiente, pero no es más que una heredera de la vida ociosa.
La educación elitista de Cayetana, de niña rica, se la debe a la pertenencia a una clase parasitaria que en España, además, tiene el rasgo de cómplice de una dictadura. Por eso se atreve a llamar terroristas a los héroes de la resistencia antifranquista. Un privilegio de casta que les viene en los genes gracias a la construcción de la democracia durante la Transición que los suyos se ocuparon de dejar coja. El hispanista Walter Bernecker, citando a Hans Magnus Enzensberger, explica que en Europa solo existen dos prototipos de disolución de régimen dictatorial con un traspaso de poderes que incluye a miembros del régimen finiquitado: uno es el presidente polaco Wojciech Jaruzelski, que comandó durante el periodo 1989-1990, y el otro es el Adolfo Suárez. La cultura democrática surgida tras la amputación de las posibilidades de restitución de la memoria de la militancia de la resistencia es la que permite a Cayetana Álvarez de Toledo difamar con aceptación de sus acólitos a los que lucharon contra la dictadura.
El valor que la derecha le presupone a la marquesa de Casa Fuerte se esfumaría dirigiéndose a Jean de Gaulle si tuviera que decirle que es nieto de un terrorista porque su abuelo había dirigido las acciones de resistencia contra los nazis y la creación de los maquis. La marquesita no se atrevería, porque en situaciones difíciles es donde se demuestra el coraje. Y una hija de una estirpe de aristócratas lo ha tenido tan fácil que temblaría si tuviera que acusar a Pierre Georges de ser un terrorista por asesinar el 21 de agosto de 1941 a sangre fría al soldado nazi Alfons Moser en la estación de tren de Barbès-Rochechouart.
Porque Cayetana, que se educó en Francia, acabaría en la Isla del Diablo, si se le ocurriera hacer la misma acusación que ha hecho al padre de Pablo Iglesias a algún héroe de la Resistencia Francesa. Acabaría denostada y exiliada sin la honra de Henry Charrière, pero probando la modesta moralidad de la burguesía que suponía la prisión en Tolón, en palabras de Clement Duval cuando sintió en sus carnes las bondades de la penitenciaría. Se atreve en España, donde le protegen los privilegios de sangre que le otorgaron cuarenta años de crímenes y genocidio franquista.
La paradoja es que Cayetana Álvarez de Toledo presume de que su padre, Juan Illán Álvarez de Toledo, fue miembro de la resistencia francesa, aunque las fechas cuadran poco y parece un farol ya que hasta después del desembarco de Normandía no pisó suelo francés. La Forces Françaises de l’Intérieur (F.F.I.) era una organización que asesinaba a soldados y policías durante el Régimen de Vichy. La lógica patricia que convierte en terrorista a una organización como el FRAP por asesinar a policías de la dictadura franquista convierte inmediatamente en terrorista al padre de Cayetana Álvarez de Toledo por militar en una organización como el FFI que hacía lo mismo con policías nazis. Yo no lo creo, la resistencia, aquí y Francia, son héroes y heroínas de la patria. Los únicos demócratas auténticos. Tanto el FRAP como la FFI.
"La vie est ondoyante", decía Josep Pla parafraseando a Michel de Montaigne. Sé que le gusta esa cita a la portavoz del PP. Y es cierto, señora marquesa. La vida es ondulante. Algún día se les acabará la impunidad y la soberbia de camisas azules con las que se atreven a dirigirse a los herederos de las víctimas de nuestra dictadura. Es cuestión de tiempo, y espero que viva para verlo mientras aprieta los dientes de rabia.