El viaje de provocación de Nancy Pelosi a Taiwan de estos días recordaba a aquel paseo que Ariel Sharon se dio en el año 2000 por la explanada de las mezquitas y que fue el causante de la segunda intifada que dejó heridos de muerte los acuerdos de Oslo de 1993. Desde aquella caminata que fue, de facto, una declaración de guerra de Israel a Palestina han sido incontables los atentados contra los derechos humanos que Israel ha cometido sobre el pueblo palestino con el silencio ensordecedor de la comunidad internacional y occidente que actúan como cómplices del invasor. El ataque de Israel de esta semana acabó con la vida de una niña de cinco años y provocó la legítima defensa de Palestina, como lleva ocurriendo de manera sistemática ante la presencia colonial de Israel. Esto ha dejado en evidencia las diferentes posturas que se tienen ante un conflicto en la política internacional cuando no importan los derechos humanos, sino quién es el agresor para permitirle actuar con impunidad.
Los derechos humanos preocupaban a todas las potencias, responsables políticos y líderes de opinión cuando se produjo la invasión de Ucrania por parte de Rusia. No existe un solo argumento esgrimido durante estos meses para justificar el envío de ayuda militar a Ucrania que no pueda ser aplicado a Palestina si de verdad existiera una preocupación sincera por la justicia y la defensa de los derechos humanos. No soy inocente, sé que todo lo que se ha dicho era una simple manera propagandística de ganar el relato en la opinión pública por intereses geopolíticos y comerciales. Israel es un país agresor y el pueblo palestino la víctima de su violencia. Precisamente por eso el nuevo ataque de Israel a Gaza sirve para enseñar el espejo a todos aquellos que se han movido por intereses distintos a los de la empatía con un pueblo que sufre.
Israel lleva años explotando el tremendo sufrimiento del pueblo judío en la Shoah construyendo lo que Norman G. Filkenstein llama “Industria del Holocausto” para acusar de antisemitismo a todo aquel que ponga en el debate público los abusos de los derechos humanos que de forma sistémica ha cometido el Estado de Israel con el pueblo palestino violando todos los artículos posibles que se recogen en los tratados internacionales. Isaac Herzog, actual presidente de Israel, fue ministro de Construcciones, el nombre del ministerio israelí encargado de llevar a cabo las edificaciones coloniales en los territorios ocupados de Judea y Samaria.
La lógica racional del argumento que se negaba a ayudar con armamento a Ucrania para que se defienda de Rusia y que prácticamente la conminaba a rendirse ante el invasor imperialista para que la guerra se terminara, implicaría pedirle a los palestinos que cedan su territorio a los colonos israelíes y dejen de resistirse porque la inmensa superioridad del ejército israelí, apoyado por EEUU, hace imposible que los palestinos puedan vencer el conflicto, recuperar su vida y sus territorios por muy justa que sea su exigencia. Palestina tendría que someterse al Estado imperialista de Israel para que el sufrimiento cesara. Aunque es cierto que el conflicto palestino no tiene implicaciones directas en la economía de Europa y, por lo tanto, en este caso sí se puede uno dar golpes en el pecho pidiéndoles abnegación, resistencia y dignidad para defender su causa y así mantener impoluta la conciencia izquierdista defendiendo una cosa y la contraria dependiendo de lo que nos suba la gasolina. Sanciones para Israel, pero para Rusia no, que nos corta el gas.
Palestina solo quiere vivir en paz y habitar sus territorios de la misma manera que lo hacía antes de que el colono entrara en su casa, cultivando sus tierras y siendo un pueblo próspero. Nadie quiere la guerra en su tierra y el pueblo palestino no decidió que lo ocuparan, como tampoco decide ser bombardeado de manera sistemática. Palestina necesita justicia y que empiece a considerarse a Israel como el estado criminal que es, que se le impongan sanciones económicas y se le empiece a considerar como un estado paria, del mismo modo que se ha tratado a Rusia. La lógica dice que si Palestina nos pidiera armas para defenderse habría que enviárselas para repeler la agresión imperialista. Nada de eso va a pasar, pero la conciencia, la moral y los argumentos tienen que ser los mismos independientemente del color de piel del agredido.