El confinamiento está funcionando y España ya se encuentra en una fase de estabilización de la primera ola epidémica del coronavirus. Han pasado 24 días desde que se decretó el estado de alarma y toca prepararse para descongelar de forma paulatina el confinamiento y no repetir los errores que se cometieron porque nos va la vida en ello. Quedan todavía unas cuantas semanas para permanecer en casa y afrontar con espíritu crítico lo que se ha hecho bien y lo que se hizo mal en las primeras fases de actuación frente al coronavirus.
Una de la cuestiones fundamentales es que el gobierno asuma los errores de manera crítica y contundente, no solo para evitar cometerlos en el futuro, sino para no dejar espacio a la crítica partidista desleal que solo busca desgastarle instrumentalizando la mayor tragedia en nuestro país desde la dictadura.
Ha pasado un mes desde la celebración de la masiva movilización del 8 de marzo y con lo que sabemos ahora es una obcecación inútil seguir defendiendo que estuvo bien celebrarla
Ha pasado un mes desde la celebración de la masiva movilización del 8 de marzo y con lo que sabemos ahora es una obcecación inútil seguir defendiendo que estuvo bien celebrarla. Es comprensible defender que antes de ese fin de semana se decidiera que no había llegado el momento epidémico adecuado para decretar la prohibición de eventos masivos, pero ya no. Tampoco se puede defender que no había información suficiente para decidir que ese fin de semana debían anularse todos los eventos masivos, desde la manifestación del 8M, pasando por los eventos deportivos o el mitin de VOX en Vistalegre.
Claro que la había, con la información existente el 5 de marzo sí se podía haber evitado que ese fin de semana se celebraran esas aglomeraciones, o al menos recomendar la no asistencia a esos actos. Lo que no quiere decir que haberlo permitido en aquel momento dinámico de la epidemia no pueda ser defendido por creer que aún se podía evitar sin tomar decisiones de paralización paulatina de la actividad, los movimientos y la economía. Se tomó esa decisión en un momento de incertidumbre y se erró, pero sí había indicios, señales y actuaciones que hacían prever que había que tomar decisiones drásticas antes del fin de semana del 8M.
Los hechos no pueden ni deben ocultarse, y repasar la cronología de la epidemia desde que apareció a finales de diciembre de 2019 en Wuhan ayuda a valorar en su justa medida las decisiones tomadas. La misma semana del 8 de marzo hubo actuaciones y advertencias que podían haber ayudado al gobierno a adelantar el estado de alarma que finalmente se decretó el 14 de marzo. El director general de la Organización Mundial de la Salud en rueda de prensa del 5 de marzo lanzó una aviso severo a todos los países que no estaban tomándose en serio la epidemia, sin decir nombres dejó claro que estábamos ante una emergencia de salud pública de dimensiones históricas: "Como ya hemos dicho anteriormente, incluso los países de altos ingresos deben esperar sorpresas. La solución consiste en adoptar medidas agresivas de preparación. Nos preocupa que algunos países no se hayan tomado la situación con la suficiente seriedad, o que hayan decidido que no pueden hacer nada. Nos preocupa que el nivel de compromiso político existente en algunos países y las medidas en las que se traduce ese compromiso no se corresponden con el nivel de la amenaza a la que todos nos enfrentamos. Esto no es un simulacro. No es el momento de rendirse. No es momento de poner excusas".
En el propio gobierno ya se tomaron decisiones que hacían intuir que la situación era lo suficientemente grave como para evitar que el fin de semana del 8 de marzo hubiera multitud de actos y aglomeraciones masivas
La advertencia del doctor Tedros Adhanom fue lo suficientemente contundente como para haber activado todos los planes de actuación en España cuando contábamos con antecedentes como la propagación del virus en China e Irán y ya lo teníamos en Italia con una fuerte presencia y en nuestro país ya había 262 casos y 3 muertos. Se decidió no tomar medidas drásticas en ese momento, y es comprensible, pero había advertencias para hacerlo.
Los hechos no pueden ni deben ocultarse. En el propio gobierno ya se tomaron decisiones que hacían intuir que la situación era lo suficientemente grave como para evitar que el fin de semana del 8 de marzo hubiera multitud de actos y aglomeraciones masivas. La Ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, elaboró una guía de actuación para las empresas y los trabajadores sobre el coronavirus en la que facultaba a los trabajadores para "interrumpir su actividad y abandonar el centro de trabajo" cuando se hubiera dado algún positivo en el centro de trabajo. Unas previsiones que para la ortodoxia económica eran excesivas y alarmistas y que fueron contestadas con dureza.
La guía de actuación por el coronavirus publicada el 4 de marzo fue criticada por la CEOE y CEPYME con dureza: "el Ministerio de Trabajo y Economía Social comete un grave error al dar difusión a una guía de actuación en el ámbito laboral en relación con el coronavirus que genera alerta y confusión al no corresponder con la valoración del riesgo realizada por el Ministerio de Sanidad". La posición de la patronal fue refrendada por el gobierno al desautorizar a Yolanda Díaz en la elaboración de una guía que ahora sabemos que era muy necesaria y preceptiva.
Un editorial de El Mundo del 6 de marzo calificó la previsión de Yolanda Díaz como irresponsable al acusarla de agravar la situación por prevenir los efectos del coronavirus sobre los trabajadores, incluso Carlos Segovia, jefe de economía del diario, calificó el documento como "disparatado". Así que sí, claro que había información suficiente para ponderar el riesgo, ya que ministros del ejecutivo estaban actuando en esa dirección días antes del 8 de marzo, aunque los poderes económicos y mediáticos que ahora piden la dimisión del gobierno por imprevisor luchaban para evitar que se tomaran medidas de restricción de los movimientos de personas.
La asunción de los errores por parte del gobierno es imprescindible, y eso no debe hacernos perder la perspectiva sobre la miseria moral y oportunismo de la oposición política y su brunete mediática que antes del 8 de marzo de forma mayoritaria habían visto esta epidemia con condescendencia y mirando tan solo el rendimiento económico y político que a posteriori podían sacar. La mayoría de las críticas ocultan solo misoginia, machismo y unas ganas de golpismo poco disimulado. Los gobiernos autonómicos del PP que gestionan la sanidad tenían la misma información de la Organización Mundial de la Salud y podían haber tomado decisiones de previsión y abastecimiento que no tomaron.
Los poderes económicos y mediáticos que ahora piden la dimisión del gobierno por imprevisor luchaban para evitar que se tomaran medidas de restricción de los movimientos de personas
El día 5 de marzo la Comunidad de Madrid envió una carta a través de la directora general de salud pública a todos los empleados públicos en las que les instaba a seguir trabajando con normalidad y a mantener la calma, ya que los asintomáticos no transmitían la enfermedad, algo que ahora sabemos que es falso y que pudo agravar la transmisión del virus. La Comunidad de Madrid con plenas competencias en la sanidad madrileña tenía acceso a la misma información pública y recomendaciones de la OMS sobre el virus y tomó las mismas decisiones que el gobierno. La carta de la Comunidad de Madrid no era descabellada en aquel momento, no se puede pedir precisión de cirujano para tomar medidas políticas sobre una pandemia cuando el desconocimiento científico sobre el virus que lo provoca era la norma.
El reconocimiento de la pandemia de coronavirus como un evento que solo se repite una vez cada siglo, y que tiene unas complejidades propias de nuestro tiempo hiperconectado como no se han visto antes en la humanidad, tiene que llevarnos a hacer una crítica mesurada y precisa de la actuación política de todas las administraciones y de todos los países. El tiempo está demostrando que ni siquiera los estados que han sido halagados por su rápida y precisa actuación han conseguido detener la peste de nuestro siglo y se preparan, como Japón, para tomar medidas draconianas que habían evitado hasta el día de hoy.
Es precisamente por esa situación dinámica sobre la que no había protocolos precisos que permitan acertar con cada medida que los errores son un elemento natural de la situación. No podemos pretender que esos errores no existan, los eventos masivos del fin de semana del 8M fueron un error, ahora lo sabemos, lo que no podemos tolerar bajo modo alguno es que el conocimiento adquirido por la experiencia no sirva para prevenir la previsible segunda ola epidémica. Aparten la soberbia marlaskina, asuman cada error y que sirva para que la próxima vez no vuelva a repetirse.