Los audios de María Dolores de Cospedal con el comisario Villarejo tramando cómo arruinar la vida de Pablo Iglesias o Juan Carlos Monedero y perjudicar a Podemos pueden hacer pensar al oyente inocente cómo es posible que alguien como Dolores de Cospedal pueda haber llegado a ministra de Defensa y a secretaria general del PP. La respuesta está precisamente en esos audios. Ha llegado a serlo por no tener escrúpulos, no tener vergüenza, estar dispuesta a todo con tal de lograr el poder o mantenerlo y ser un personaje con una talla moral infecta. Cospedal ha llegado alto y se mantiene impune precisamente por alcanzar esas altas cotas de miserabilidad. Hay pocas mejores que Lady Pocera para hozar en las deposiciones más abyectas. Disfruta, goza y es muy buena haciéndolo. Por eso es necesaria para mantener el Estado al servicio de unos pocos canallas.
La carrera de Cospedal es la de un infraser destinado a destrozar vidas con frialdad. Podemos ha sido la última víctima de esta liquidadora, pero no fue la primera. Ni se crean que ha sido la artimaña más artera de esta señora. Hay precedentes. Hace unas semanas caminaba por el casco viejo de Donosti y dos mujeres de edad avanzada me pararon para agradecerme la labor que hacía en los medios y comenzamos a conversar. Las mujeres eran unas vascas orgullosas, de verbo fácil y descarnado y querencias abertzales y simpatías por Bildu. Hablamos y reímos, y en un momento salieron las artimañas del Estado para evitar cualquier progreso social, habían salido las informaciones de Pegasus y gastaron una broma con mi teléfono para decir después: "pobrecitos los compañeros catalanes, la que han montado porque les pinchan los teléfonos, se creen que van a hacer la independencia sin molestar mucho al Estado, la independencia despacito. Si habláramos nosotras las que nos han hecho".
Me acordé de esta conversación al ver la reacción de Podemos contra los audios de Cospedal y Villarejo y pensar en el tipo de artes que usaba el Estado contra adversarios políticos cuando Pablo Iglesias aún solo pensaba en qué hacer en clase. Se suele usar un argumento en las filas de Podemos que puede resultar molesto cuando se escucha en la izquierda abertzale. No ha habido un partido más atacado que Podemos, dicen. Y en Euskadi tuercen el gesto. Porque cuando se lo hacían a ellos, Cospedal estaba ahí.
El 11 de marzo del año 2003, Martxelo Otamendi, Xabier Alegria, Xabier Oleaga e Iñaki Uria fueron denunciados ante la Audiencia Nacional por Interior por haber denunciado ellos a su vez torturas de la Guardia Civil durante la detención por el cierre de Egunkaria en febrero. La denuncia a las víctimas por haber sido torturadas la presentó la que entonces era la subsecretaria de Interior, una mujer llamada María Dolores de Cospedal. En el año 2014 el Tribunal Europeo de Derechos Humanos condenó a España por no investigar esas torturas e indemnizó a Martxelo Otamendi con 24.000 euros. En el año 2013 la justicia ya determinó que el cierre de Egunkaria fue ilegal. En las cloacas ya estaba Cospedal ejerciendo de fontanera para arruinar la vida de víctimas de la violencia del Estado. Por eso llegó a ministra de Defensa.
En las mismas fechas en las que tramaba con Villarejo perjudicar a Podemos con noticias falsas llevaba una vida pública en la que daba lecciones de ejemplaridad y se atrevía a advertir sobre los peligros para la democracia que suponía la presencia del partido morado en las instituciones. Justo los mismos días en los que tramaba contra los "hijos de puta" de Podemos con noticias falsas hablaba en uno de esos salones con boato que se les abren a las excrecencias de su porte. En un desayuno en el Club Siglo XXI daba su apoyo a un comunicado de la APM que denunciaba acoso de Podemos a los periodistas y expresaba que era importante que esas cosas se supieran porque estaba en juego la democracia y Pablo Iglesias suponía un riesgo para la misma. La Asociación de la Prensa y Cospedal contra Podemos, haciendo pinza, cuando lo que ocurría era una trama de noticias falsas contra la formación. La APM no ha hablado tras conocerse los audios, Cospedal tampoco. Pero ya todos sabemos que hacen falta poceros.