El Defensor del Pueblo de Navarra ha denunciado que los colegios del Opus Dei inflan de manera artificial la nota de sus alumnos en Bachillerato para que tengan más opciones de cara a las calificaciones que obtendrán para el acceso a la universidad. El Opus Dei no vende educación, vende un privilegio de clase. En la Obra se enseña que sus miembros tienen que dirigir su vida pública, y también la política, para servir a la voluntad de dios. Se ordena a sus numerarios que deben santificar a Dios a través del trabajo y se encargan de que ocupen los mejores lugares en la sociedad, con más poder, desde donde puedan servir con mayor eficiencia. Para la obra se trata de una cruzada silenciosa que busca imponer una moral reaccionaria al resto de la ciudadanía. Y si para eso tienen que manipular las normas que el resto nos damos no tendrán ningún complejo en hacerlo. Se trata del poder y esta gente hará cualquier cosa para garantizarse que se queda en sus manos. Empieza en los colegios, sigue en los institutos, manipulando las notas, y acaba en los consejos de administración, la judicatura y el poder político. Es un lobby ultra al que permitimos operar sin ningún control.
No hay demasiada sorpresa en el proceder, tanta como dar a conocer que el Opus Dei adoctrina en sus instituciones. Es que ese es su negocio, adoctrinar y falsear el mérito. Garantizar a las familias que sus hijos tendrán más posibilidades de prosperar, no de educarse. El Opus Dei no vende una mejor educación, vende la garantía de que los hijos de los de su clase pasen por encima de quienes no tienen para pagar. Es una estructura de clase. Una organización exclusivista que ofrece un servicio a la élite, a la que pertenecen, asegurándose de que la clase trabajadora no usurpa los lugares de decisión poniéndoselo más fácil a los hijos de las oligarquías, hasta cuando estos son torpes, inútiles, lentos o vagos. No importa, siempre habrá alguien de la Obra preocupado en que prosperen a costa del talento superior de los hijos de la clase obrera. El juego está trucado y el Opus es el maestro de los tahúres.
Una sociedad que se precie de garantizar un sistema educativo igualitario no permitiría a una organización como el Opus participar en una organización social trampeando el sistema. Pero qué vamos a pedirnos como sociedad si todavía no se ha prohibido a la Iglesia tener instituciones educativas después de que se haya probado que ha sido históricamente un lugar donde se abusaba de los niños y las niñas. A los maestros y maestras que trabajan con menores se les pide el certificado de penales para garantizar que no han cometido delitos de pederastia, abusos o violación, ¿cómo es posible que a día de hoy no se haya retirado a la Iglesia la potestad para acercarse a los y las menores?
La Iglesia es una institución que se niega a investigar los delitos de pederastia llevados a cabo bajo su responsabilidad, muchos de esos abusos se produjeron en instituciones educativas. A ninguna organización con este legado se le permitiría acercarse a un niño a menos de 100 metros de distancia. No solo se les permite, lo promovemos y lo financiamos con dinero público protegiéndolo como un derecho constitucional. No hay nada que no se le consienta a la Iglesia, como ha quedado claro con la medida del gobierno más progresista de la historia de ampliar al resto de religiones los privilegios fiscales solo por no perturbar al santo negocio. La Iglesia y el Opus, como purulencia doctrinal, tienen que ser apartados de manera radical de los espacios educativos, tanto públicos como privados, para dejarla como un reducto privado que no tenga poder para influir en la vida pública. Es uno de los grandes déficits de este gobierno permitir que sigan trabajando contra la libertad y la igualdad de toda la ciudadanía.