Hace solo unos días le quemaron el coche a un político del PP en Barcelona. Fueron los independentistas. Es mentira, pero en la derecha muchos creen que ocurrió. Los conservadores, liberales, y su purulencia extrema española necesita vivir del odio, exista o no, y por eso cuando no existe precisan inventárselo para tener alguna posibilidad de acceder al poder. Puede que no se acuerden, puede que ni siquiera se enteraran. Pero hace solo unas semanas, Josep Bou, líder del PP en el Ayuntamiento de Barcelona, escribió un tuit en el que alertaba de que le habían quemado el coche y que esos actos no impedirían que siga realizando su actividad política. Hubo una ola de solidaridad de todos los líderes de la derecha y la extrema derecha que corrieron a culpar a los independentistas, lo hizo el líder de VOX en Cataluña, Ignacio Garriga, también Inés Arrimadas, Cayetana Álvarez de Toledo, el alcalde de Madrid Jose Luis Martínez Almeida y su muleta Begoña Villacís, Jorge Buxadé, Bea Fanjul, y así hasta todos y cada uno de los acostumbrados a vivir de un odio inventado.
En el momento en el que Josep Bou puso un mensaje con el que buscaba victimizarse y difundir odio contra todo un colectivo ya sabía que todo apuntaba a que el suceso se había dado por una avería del vehículo. Lo sabía porque el conductor, que no era él, tuvo que salir corriendo del coche alertado por una pareja de la policía local porque salía humo y fuego del motor mientras el coche estaba en marcha. Lo sabía porque era lo que decía la policía nada más producirse el acto, porque había vídeos donde se veía el coche ardiendo por el motor, porque se había producido en marcha y porque el conductor lo había vivido. Los Mossos y la Policía Científica certificaron que el coche se quemó por una avería. El tuit del señor Bou sigue presente en la red social, como siguen todos y cada uno de los mensajes de los vividores del odio. Nadie borró, nadie pidió disculpas y nadie se retractó. Todos saben la verdad, pero necesitan alimentar el odio como único proyecto político.
El caso del coche quemado de Josep Bou no fue noticia porque no hubo tiempo a que prendiera en los medios, pero lo que sí era noticiable, que los cargos políticos más relevantes de la derecha liberal, la conservadora, y la extrema derecha se inventaran un atentado contra el patrimonio de un miembro del PP tampoco fue noticia. Con mis humildes conocimientos periodísticos diría que el hecho de que alguien simule un atentado culpando a un rival político sería motivo para que fuera una noticia principal de la agenda pública y que el político tuviera que abandonar su cargo para siempre. Nada de eso pasó, Josep Bou sigue dando lecciones de gestión a Ada Colau desde la oposición y todos aquellos que contribuyeron a sembrar el odio con una información falsa ni siquiera se disculparon.
Estamos en campaña electoral y este pequeño ejemplo sirve para explicar cómo el odio arraiga. Pequeñas noticias, algunas reales, otras falsas, otras medio inventadas y otras manipuladas que crean un ambiente de opinión tóxico en el que se crean enemigos que ayuden a construir un antagonismo que capitaliza la extrema derecha. Una estrategia de lluvia fina desinformativa que empapa a todo aquel expuesto a la agenda informativa aún sin ser consciente. Las mentiras influyen de manera insospechada hasta al más preparado para enfrentarse a esta tormenta de mierda continua. Cuando se abran las urnas en Andalucía comenzaremos a hacernos preguntas sobre qué ha podido pasar para que la extrema derecha haya crecido, para que los reaccionarios gobiernen y para que el odio siga avanzando. Está ahí, delante de todos nosotros, es una campaña constante, machacona e insistente para implantar el odio contra el adversario político hasta deshumanizarlo a base de mentiras. El coche de Bou es una pira para que ardamos todos aquellos que no les gustamos.