España ha cerrado el ciclo político más convulso de la historia de la democracia reinstaurando el régimen. El poder vuelve al poder. De donde nunca salió. La historia de estos cinco años ha significado la mayor sacudida política desde el 23F, cuando estuvimos a punto de volver a lo más oscuro de nuestra memoria colectiva. El régimen se ha reinstaurado y recolocado, la rueda sigue girando y vuelve al punto de partida. No ha habido dragones, ni fuego valirio, pero la enmienda a la totalidad del régimen ha pasado a ser una transformación burguesa que ha dejado atrás el feudalismo. Gatopardismo supremo.
El temor a los caminantes blancos ha propiciado que la victoria global del PSOE en las pasadas elecciones haya sido sentida como un alivio y la esperanza de un mundo nuevo más justo y libre haya quedada sepultada por la previsible llegada del mal absoluto. La reconstitución en el poder de aquellos contra las que se luchaba en 2015 ha finiquitado a aquellos que esperaban cambiarlo todo. Nada ha cambiado. La rueda sigue girando. Las luchas intestinas han obrado para que en Madrid gobernará de nuevo el PP con el apoyo de un falangista. El yugo y las flechas han pasado de estar en forma de piedra en algunas calles para estar presente con voz y voto poniendo al alcalde. Ortega, ¡Presente!
El desastre absoluto de la izquierda a la izquierda del PSOE tiene nombres propios y nadie tendría que evadir sus responsabilidades. Han tenido las herrumbres necesarias para recuperar la Comunidad de Madrid y devolver los servicios públicos a los ciudadanos. Pero han preferido jugar a la saga de George R. R. Martin y pensar más en sus egos que en el bienestar de los ciudadanos. Han sido unos irresponsables, unos megalómanos que consideraban que la manera de llevar a cabo sus ideas importaba más que el colectivo. No han podido dejar de lado su orgullo y pensar en el futuro de aquellos que aspiraban a mejorar la vida. Han creído que los ciudadanos merecíamos su tutela y que ellos sabían mejor que nosotros lo que nos convenía, por eso no atendían a ninguna voz que osara contradecir su deriva suicida hacia la irrelevancia. Pablo Iglesias e Íñigo Errejón han antepuesto su lucha personal a los sueños y anhelos de sus votantes. Los han considerado atrezzo de una serie en la que ellos eran los únicos protagonistas, los únicos importantes, si tenían que arder para lograr vencer uno al otro no importaba convertirlos en polvo y cenizas. Dracarys.
No importa la repartición de culpa. Por decencia y responsabilidad ambos tendrían que irse y con ellos toda la camarilla que han medrado durante años para poner a los suyos y quitar a los otros. Irene Montero, Juanma del Olmo, Rafa Mayoral, Juan Carlos Monedero, Clara Serra, seguid la lista. No molestéis y apartaos. Dejad de hacer daño a la gente haciéndoles creer que os importa su bienestar. Habéis tomado la vida de la gente como un experimento político, como un ensayo teórico que era necesario poner en práctica para alimentar vuestra soberbia. Han sido vuestro estudio de campo, ratas de laboratorio, un estudio controlado de elementos dispersos, solo espero que al menos tengáis el material suficiente para una buena tesis. Pero por favor, no molestéis más, ahora es necesario rehacer el tejido social necesario para defender los exiguos servicios públicos. Porque eso es lo que nos jugábamos, la defensa de sanidad y la educación. Unos servicios esenciales que están ahogados y que difícilmente van a soportar cuatro años más de las mismas políticas que los han dejado al borde de la desaparición. Serán tiempos muy difíciles para nuestros profesionales públicos, maestros, maestras, doctoras, enfermeros, celadores, bomberos…van a sufrir. Y necesitan a todos aquellos que creen en lo común para aguantar el golpe que vendrá, porque la rueda sigue girando y aplastará a todo aquel que se pierda en guerras individuales. Así que va por todos vosotros que habéis estado pensando en vuestro ego, si no vais a empujar junto al resto, hombro con hombro, apartaos y no molestéis a los que con su lucha pararon la privatización de la sanidad en Madrid. Ellos sí que fueron y son referentes. Y no tienen nombre, ni falta que hace.