Una nota de prensa aclaratoria del PSOE a última hora de la noche enmendaba un acuerdo que el partido mayoritario del Gobierno había firmado con Unidas Podemos y Bildu que establecía la derogación total de la reforma laboral. El PSOE necesita parecer socialista por la mañana, socialdemócrata por la tarde y de centro derecha por la noche para contentar a todas las piezas del tablero con las que necesita mantener la mayoría del Gobierno. Es la geometría variable de la que se habló después de la investidura y que hace casi imposible contentar a la vez a ERC y a Ciudadanos en política territorial o al PNV y a Bildu en materia económica. La aclaración y la polémica posterior fue un ejercicio de autolesión incomprensible a los que el PSOE empieza a acostumbrarnos. Es inconcebible la capacidad que tiene para hacerse daño de manera innecesaria con problemas de enorme intrascendencia. Apuñalarse con la futilidad.
El embrollo se reduce a la necesidad de cada partido de hacer anuncios que hagan ver a su militancia lo que consigue lograr. Bildu anuncia que ha sacado al Gobierno un acuerdo para derogar la reforma laboral, algo que ya está en el acuerdo de Gobierno de PSOE y Unidas Podemos, que dice en su punto 1.3: "Derogaremos la reforma laboral. Recuperaremos los derechos laborales arrebatados por la reforma laboral de 2012". Precisamente eso es lo que el PSOE quiso matizar aludiendo al contenido de ese punto del acuerdo firmado con Unidas Podemos para modificar el acuerdo con Bildu expresando, por ejemplo, que se refiere a la derogación de las partes que se especifican para ser modificadas de forma urgente como el despido por absentismo causado por bajas por enfermedad. El problema es que el PSOE rectifica a medianoche con una nota aclaratoria incluyendo modificaciones que ya han sido derogadas en febrero. Pablo Iglesias ha sido más directo y claro: "Pacta sunt servanda". La derogación es total.
Bildu ha querido dejar firmada la inclusión de la derogación de la reforma laboral para dar un golpe sobre la mesa de la batalla electoral vasca con el PNV que se dirimirá en menos de dos meses. De ahí la necesidad de anunciar con boato lo que ya tenían pactado PSOE y Unidas Podemos en su acuerdo de Gobierno. En lo esencial, la polémica sobre los puntos terminológicos del enredo es fútil. Carece de toda importancia porque no cambia en nada lo concreto, es solo un ejercicio de interpretación simbólica de lo ya conocido por todos. La derogación de la reforma laboral debe ser de forma paulatina y no puede hacerse de manera integral en una sesión. Lo importante es ver qué partes se llevan al Congreso en los próximos días, porque si la indemnización por despido es una de las fundamentales que se derogan, será un paso importante que hará olvidar si es derogación total, parcial o integral.
Ciudadanos es otro de los partidos que ha empezado a hacer política útil. Arrimadas ha empezado cercenando el hilo verde que la unía a Albert Rivera. El partido naranja ha comenzado a romper la dinámica de bloques en la que se había visto inmerso uniéndose de manera indisoluble a VOX y el PP para marcar su perfil propio, pactando con el PSOE para lograr lo que considera más útil para sus votantes.
Bildu ha optado por hacer política para los trabajadores. Política útil. En contraposición con la inutilidad de la CUP, que ayer calificó el ingreso mínimo vital y las becas como caridad, uniéndose así ya no solo en los votos a la extrema derecha, sino ya también en el discurso dilapidatorio de los derechos despreciándolos como limosna. La CUP tendría que saber que lo inútil puede ser bello, un ejercicio de resistencia antisistema y contracapitalista. Se entendería la inutilidad de la CUP desde la sublimación de la contralógica mercantil en línea de lo que George Bataille llama el antiutilitarismo. Pero no, la inutilidad de la CUP es un ejercicio de lo más peyorativo de la palabra, un partido que no produce ningún servicio o provecho para aquellos a los que alguna vez prometieron defender. En solo un día hemos podido comprobar cómo la política puede servir, perturbar o distraer. Un ejemplo de la política útil, la presencia inútil o la polémica fútil.