Jason Lutes en su novela gráfica llamada 'Berlín' que cuenta los años 20 y 30 en Alemania dibuja a Adolf Hitler y Joseph Goebbels charlando en un tren. En las viñetas se muestra al ministro de Propaganda explicando cómo transcurre la campaña electoral: "Organizamos manifestaciones de manera regular, en barrios predominantemente comunistas. Provocamos caos. Después, hacemos demostraciones de orden. La prensa está encantada". En Berlín, los nazis iban a Neukölln, Wedding o Spandau, en Madrid VOX tiene Vallecas como ejemplo paradigmático de barrio rojo al que ir para provocar. El miércoles día 7 los posfascistas irán a la Plaza de la Constitución de Vallecas, la conocida como Plaza Roja, para buscar que el barrio reaccione contra ellos y tener así un escándalo y minutos de televisión.
Santiago Abascal quiere incendiar Vallecas, encenderse un puro con las llamas y dejar las cenizas en un barrio que solo pisa para hacerse fotos con las que engañar a la clase trabajadora de otros barrios. Pero sobre todo, convencer a los suyos del Barrio de Salamanca de que los obreros mejor marginados en códigos postales donde la vida dura menos. Las encuestas que marcan la posibilidad de que la extrema derecha pueda caer por debajo del 5% y desaparecer de la Asamblea obligan a los de Abascal a polarizar aún más la campaña y buscar la máxima agresividad y visibilidad tensionando hasta el límite para volver a situarse en el polo extremo que Ayuso les ha quitado. En las pasadas elecciones VOX logró un 5% en el distrito de Puente de Vallecas, en total, los partidos de izquierdas lograron un 77% de los sufragios. Santiago Abascal en Vallecas tiene las mismas posibilidades que Pablo Iglesias en La Moraleja. VOX no quiere ganar votos en el histórico barrio obrero, solo usarlos como propaganda para enseñar al resto que los rojos y las clases bajas merecen ser marginados en sus "estercoleros multiculturales". VOX no es novedoso en sus estrategias, simplemente copia las que han sido efectivas a lo largo de la historia.
El objetivo es provocar y crear una reacción que les permita copar portadas y minutos de televisión victimizándose. Lo han hecho en el País Vasco, imitando la estrategia de Ynestrillas en Rentería cuando era líder de Alianza por la Unidad Nacional, de la que formaba parte el ahora asesor de Abascal, Kiko Méndez Monasterio. La lógica diría que lo mejor para evitar que logren su cometido es ignorar la provocación y evitar que puedan presentarse como víctimas ante la opinión pública. La dialéctica antifascista que es propia de la cultura colectiva del barrio lleva de forma lógica a impedir de todas las maneras posibles que puedan tomar una plaza mítica de Madrid. No caben fascistas en el barrio. Pero no hay estrategias de confrontación perfectas, si se ignoran podrán vender un éxito de convocatoria llevando militantes de todo Madrid para simular apoyo en el centro del barrio obrero y combativo por antonomasia de Madrid y huyendo así de la etiqueta de pijos que tanto daño les hace y de la que huyen como la peste. Nadie sabe cuál es la mejor estrategia para enfrentarse a la extrema derecha y ejemplos como el de Grecia instruyen sobre una lucha combinada que no ceda los espacios públicos, con la institucional y mediática que les asfixie. Una estrategia de la que estamos alejados en España por una aceptación mediática de la extrema derecha que excede con mucho lo habitual en Europa.
En el año 2018 una manifestación neonazi quería homenajear a Rudolf Hess en el barrio de Spandau en Berlín acudiendo a la cárcel donde estuvo preso. Una inmensa movilización antifascista que reunió a todo tipo de gente les impidió acceder al barrio y tuvieron que irse a otro lugar a hacer el homenaje. Lo lograron con un ejercicio de fuerza pacífico que atemorizó a los neonazis. VOX vive del odio, la agresión y la violencia, por eso van a Vallecas a provocar. En el barrio ya hay diferentes movilizaciones de protesta convocadas para mañana contra la presencia de los posfascistas, de cómo se desarrollen esas protestas se medirá el éxito del intento de VOX. Vallecas es un barrio con historia de lucha obrera que sabrá cómo tratar a los ultras que intentan instrumentalizar en beneficio propio ese legado. Hagan lo que hagan habrá un coste, porque no hay una manera ideal de afrontar una provocación de este tipo y confrontar a la extrema derecha. Si algo se merece Vallecas es el derecho propio a elegir la manera en que decide recibir al fascismo en su propia casa. Su acierto será un triunfo para la democracia.