Dónde está la necesidad, está el dinero y dónde está el dinero, está la mafia. Este es uno de esos axiomas que se aprende el primer día de curso en la academia de la policía.
El crimen organizado se mueve como lo hace el tiburón cuando huele la sangre, pero con una diferencia: el tiburón no pondera otra cosa que la necesidad animal de saciar su voracidad. La mafia, sin embargo, sabe contar hasta diez antes de dar el primer paso. Y eso, justamente, es lo que ha hecho el crimen organizado, de unos 4 años atrás para acá, en relación con un material goloso, demandado, fácil de manejar y sobre el que recae la sensación, o la creencia, de que a quien lo mueve de aquí para allá y acaba trincado, le pasa poco o nada. Me refiero a la marihuana.
Los cultivos de ‘maría’ se han multiplicado en estos años por 500. Las operaciones policiales se suceden y las fuerzas de seguridad no dan al abasto para poner coto a ese negocio al que se han apuntado todos, los delincuente de aquí y los de fuera. Las plantaciones de marihuana salpican todos los rincones de España, y las plantaciones indoor (en naves industriales o en habitaciones, a menudo, de casas okupadas) han propiciado la aparición de un nuevo grupo de operarios criminales: los recolectores. Se trata de “soldados” de la mafia que van de piso en piso, recogiendo la cosecha.
La marihuana es, ahora, la moneda de cambio. A título de ejemplo y sin ir más lejos, las grandes familias y clanes del barrio de La Mina (en Sant Adrià del Besós, justo al lado de Barcelona), se dedican ahora casi en exclusiva a esta explotación. Es tal la cantidad de dinero que mueven que el control del mercado ha provocado constantes reyertas, vendettas, ajuste de cuentas y asesinatos entre familias rivales. La situación en este barrio ha sido tan delicada que el Consejo de Ancianos de los principales clanes gitanas ha dicho basta. Tal y como adelantó La Sexta, se acaba de firmar la paz en el barrio de La Mina para poner freno a esa sangría y para garantizar que cada familia tendrá su posición en el mercado; desde el respeto y el pacto de honor de no agresión.
Los gitanos de La Mina lo han conseguido, pero otro tiburón mafioso ha puesto a nuestro país y su capacidad para el cultivo y distribución de marihuana entre sus objetivos comerciales. Se trata del crimen organizado de origen chino.
Según un informe de la Policía Nacional sobre el crimen organizado en España (2020) “en el cultivo de marihuana, las organizaciones de nacionalidad china, después de las españolas, son las que más destacan. Se organizan como células aisladas distribuidas por todo el territorio nacional, exportando el producto, principalmente a Reino Unido. Se trata de clanes discretos, que huyen de la sangre y las vendettas a plena luz del día, pero que destacan por las sofisticación de sus métodos y mecanismos, así como por el hermetismo férreo que los envuelve”.
Así pues, los de aquí y los de allá, quedan cautivados por esa gallina de los huevos de oro llamada marihuana. Así son las cosas y desde este punto se abre un doble debate: ¿legalización o más mano dura?.