Me da a mí que con el libro 'Vientres de alquiler, la mala gente', escrito por la abogada, criminóloga y activista feminista, Núria González, se ha tocado allá donde más duele y no se suele tocar. 'Vientres de alquiler, la mala gente', escuece. Lo hace en la medida en que cierto sector del estatus quo periodístico y político ha reaccionado, por acción u omisión, de forma descarada (la omisión también lo pueden ser), a la publicación de esta investigación labrada por Núria González desde hace meses y en la que se pone nombre, apellidos y calificativos a un negocio que tiene como mercancía o bien de uso y consumo, a la propia condición humana. Omisión por parte de los que no se dan por aludidos, no sea que posicionarse a uno le reste cuota de lo que sea que persigue o anhela. Para esa gente, este libro no existe. No existe el debate. Pero a poco que se fije el foco, se constata la cómoda y lucrativa equidistancia de quien estando en el medio por propia voluntad, va con ellos.
Y por acción, lo encontramos en la torpe (por explícita y burda), estrategia de determinado sector de determinada pseudo-progresía adscrita al movimiento feminista.
La publicación por parte de Eolas y Taqmedia del libro 'Vientres de alquiler, la mala gente', (2021) ha coincidido con un sobrevenido alud de recomendaciones, sugerencias y propuestas literarias acerca del mismo ámbito temático que aborda Núria González pero en sentido contrario. Curioso y casual contrapeso, el que han urdido y ejecutado ciertos-as militantes feministas controlados-as y refugiados-as bajo la confortable ala de la mama gallina socialista.
Si tal es el movimiento de piezas y el desasosiego provocado por este libro, es porque lo que contiene la investigación de Núria González debe de ser dinamita. No solo porque a más de uno le puede estallar en las manos, sino porque espolsa lo que la consciencia (eso que Serrat llamó un día “el complemento del pecado y del remordimiento"), de mucha gente esconde bajo la alfombra de lo políticamente correcto.
De un lado de la alfombra tiran los fanáticos de la bandera arcoíris y del otro, los no menos beligerantes militantes de la rojigüalda, a idéntico porcentaje.
Sobre el tema de fondo de los 'vientres de alquiler' o de la llamada 'gestación subrogada' (que exquisitos nos volvemos a la hora de maquillar con palabras las arrugas de las cosas), allá cada cual con sus interpretaciones, sus valores, sus conclusiones. Lo de Núria solo es su perspectiva de este asunto. Ni menos ni más. Pero sobre el deliberado solapamiento doctrinal para desactivar este debate latente, solo cabe una cosa: felicitar a Núria González por su irreverencia, su valentía y su sinceridad, y a los no equidistantes, aunque vayan con el enemigo, agradecer su disposición a acometer la cuestión, sin líneas rojas.
Sí, el debate escuece, pero no tanto como responder a esta pregunta: ¿por qué el 100% de las mujeres que alquilan su vientre son pobres?