"Quien a hierro mata, a hierro termina". Esa fue la sentencia de un inspector de policía cuando El Muro de laSexta le preguntó al respecto de esta ejecución. Efectivamente. Valentín Moreno era tan temido, tan cruel y despiadado en sus acciones como enemigos tenía. "Sin profundizar demasiado, se me ocurren al menos tres organizaciones que le querrían muerto y una docena que, como mínimo abrieron botellas de cava cundo se enteraron de su muerte", añadió un subinspector de los Mossos d'Esquadra que conoce como pocos del pálpito actual que se vive en ese gueto en el que se ha vuelto a convertir el barrio de La Mina.
Como se sabe, Moreno fue condenado por el crimen de la Vila Olímpica, un caso que el juez instructor calificó como "la naranja mecánica", por su brutalidad. Eso le situó en el ojo del huracán mediático. Pero ese crimen, siendo una atrocidad, es casi una anécdota en relación con el resto de su historia criminal. Moreno era un activo dirigente de los Casuals, una organización de narcotraficantes que se fraguó alrededor de los Boixos Nois, los seguidores radicales del Barça. Se dice que los Casuals eran aficionados a los "vuelcos" (robos de droga a bandas rivales) y también al secuestro de los hijos de los capos de las organizaciones rivales. A cambio de liberar a sus víctimas, pedían grandes cantidades de dinero o de droga. Si no había pago, los hombre de Moreno arrancaban los dedos de la mano a la víctima con unas tenazas.
Moreno, experto en artes marciales, era un tipo extraordinariamente despiadado y colérico que no consentía, por ejemplo, que se le mirase a los ojos durante demasiado tiempo. Ese "agravio" era suficiente motivo para justificar una brutal paliza. En la cárcel era un tipo muy temido, por lo tanto, respetado. Los funcionarios fueron víctimas de sus puños en más de una ocasión lo que le valió su ingreso primer grado y ser postergado en celdas de aislamiento durante años.
Lo último que se sabía de él es que había vuelto por sus fueros de la mano de los Casuals, y en concreto de un pequeño ejército de lugartenientes que la dirección de la organización había puesto bajo su tutela: los llamados mini-casuals.
Moreno se forraba con las extorsiones, con los vuelcos y su lista de enemigos crecía y crecía. Su hija se emparentó con un joven de raza gitana de la familia de los "portugueses", y eso le ha posicionado de nuevo en el centro de la diana. Moreno, como todos, compaginaba su prolífica vertiente criminal con el tráfico de cocaína y de hachís y la incorporación de un tiempo a esta parte del cultivo y tráfico de marihuana. Se dice que en el Bajo Llobregat controlaba diversas plantaciones. Y las que no controlaba, las de otras bandas, las robaba apunta de pistola o de fusil.
Ha muerto un tipo temible, pero dicen que sus amigos de los Casuals están afilando la bayoneta. Anuncia venganza y se atisba una guerra que tendrá uno de sus escenarios en el barrio de la Mina, de nuevo, un polvorín abarrotado de explosivos y de muchas mechas. Dicen que los Casuals le han hecho llegar un mensaje a Joan Laporta para que en el próximo partido en el Camp Nou se rinda un minuto de silencio por el alma de Valentín Moreno. Laporta habría dicho que no, pero eso, los Casuals ya los sabían...