El PSOE y el Gobierno llevan unos días exhibiendo un argumentario muy grosero para rebatir la polémica sobre Venezuela, creada por ellos mismos. Sabemos que el Ministro de Transportes se reunió de madrugada en Barajas con la vicepresidenta de Nicolás Maduro, aunque todavía no nos han aclarado exactamente para qué, ni si es verdad que llevaba decenas de maletas, que si ella iba a fundir el oro y no sé cuántas cosas más que se han rumoreado para cubrir los huecos que dejaban a la imaginación las explicaciones dadas por José Luis Ábalos. A trompicones, contradictorias y confusas.
Pues bien: fruto de ese episodio nocturno, ahora nos hemos enterado de que Pedro Sánchez ha dado un giro de ciento ochenta grados en su política exterior. Por lo visto, considera que Juan Guaidó ya no es presidente encargado de Venezuela, sino líder de la oposición; discurso que intentó matizar después la Ministra de Exteriores diciendo que en realidad Guaidó es capaz de ser las dos cosas al mismo tiempo.
En resumen: a raíz de un encuentro clandestino en Barajas con la número dos de Maduro, España ha cambiado su posición sobre Venezuela, entre otras cosas. Para intentar aplacar toda esta ceremonia de la confusión, la vicepresidenta Carmen Calvo aseguró hace unos días que lo de Venezuela "no le importa a nadie" y que es un "combate inútil" promovido por la derecha.
Horas después, el propio Pedro Sánchez instó al PSOE a ignorar "las polémicas fugaces de la oposición, que solo sirven para crear un ambiente irrespirable y distraerse de lo importante". Y añadió el Presidente, en su versión más chulesca: "¿Verdad, José Luis?", en alusión a Ábalos y al entuerto aeroportuario.
Yo no sé a cuánta gente le importa lo de Venezuela ni si es una polémica fugaz de la oposición. Lo que sí sé es que ellos saben que el problema no es –o no solo- la postura de España hacia aquel país, sino la mentira. Un político ni puede ni debe mentir. Tampoco puede echar mano de medias verdades.
El tema, si se me permite, es lo de menos. Es inadmisible que no se aclare lo que pasó y que el protagonista de la historia cambie de versión como de camisa sin inmutarse. La oposición hace mal en centrarse en Guaidó o en la vicepresidenta de Venezuela. Al menos, esa es mi opinión.
El meollo del asunto, lo grave, lo que no se puede dejar pasar, es la mentira, la opacidad, la falta de transparencia, la ocultación. Todos los líderes políticos deberían tenerlo claro. Incluidos, o sobre todo, Calvo y Sánchez. Porque cuando un representante público miente a los ciudadanos, a los que le pagan el sueldo, va en detrimento de todos los partidos. Y así, pasito a pasito, es como hemos llegado al hartazgo de la gente y al descrédito gigantesco de nuestros gobernantes. Ahora ha sido con Venezuela. Mañana será con otra cosa. Que no nos mientan. No me parece pedir mucho, pero yo que sé.