En todas las células del cuerpo hay "un libro" en el que está escrito casi todo lo que somos: color de pelo, de ojos, de piel, altura, algunas enfermedades… Ese libro es el ADN. La mitad del ADN se hereda de la madre y la otra mitad se hereda del padre. Está escrito con solo cuatro letras (las bases del ADN): G, T, C y A, que se combinan en pequeños fragmentos formando "genes" o, siguiendo con la analogía, formando "palabras". Solo el 2% de las palabras escritas en el ADN se pueden leer. Este conjunto de palabras legibles se llama "regiones codificantes". El resto del ADN es no codificante. Al contrario de lo que se podría pensar, las pruebas de paternidad no atienden a los genes heredados en el ADN codificante, sino que la clave está en las regiones no codificantes que se transmiten de padres a hijos. Es decir, la prueba de paternidad está en las páginas ilegibles del ADN.

En las regiones no codificantes del ADN se encuentran secciones llenas de repeticiones, son como palabras sin sentido escritas varias veces una tras otra. Estas palabras repetitivas se llaman microsatélites o SRT, por las siglas en inglés de "repeticiones cortas en tándem". Los microsatélites suelen tener entre dos y siete letras. Por ejemplo, el microsatélite o palabra sin sentido "GATC" puede aparecer seis veces en una persona, pero trece veces en otra. Son tan individuales como una huella dactilar, por eso permiten identificar a personas de forma casi única (a excepción de gemelos idénticos).

Lo que se hereda de padres a hijos son tanto las palabras sin sentido como el número de veces que se repiten una tras otra, es decir, la longitud de los microsatélites. La secuencia de letras y la longitud del microsatélite es lo que conforma un "marcador" del ADN. Lo que se hace en una prueba de paternidad es comparar entre 15 y 40 marcadores de las muestras de padre e hijo.

Como todas las células del cuerpo contienen ADN, las muestras pueden ser de saliva, sangre, pelo… La más utilizada es la de saliva porque es más fácil de obtener y la extracción de ADN resulta sencilla. Así que la primera parte de la prueba consiste en extraer el ADN, algo que se consigue mezclando la saliva con una sucesión de sustancias que provocan que el ADN se separe químicamente de todo lo que le rodea.

La cantidad de ADN que se obtiene de las muestras es muy pequeña, por eso hay que amplificarla. La amplificación consiste en hacer fotocopias a mayor escala, una técnica que se conoce como PCR por las siglas de "reacción en cadena de la polimerasa". Para hacer que los marcadores destaquen se usa un fluoróforo, que es una sustancia que se pega químicamente a los microsatélites actuando como un subrayador fluorescente.

Como los microsatélites difieren entre sí en su longitud, se usa esta cualidad para separar unos de otros. La técnica que se usa para hacer eso es la electroforesis, que consiste en utilizar una corriente eléctrica para mover los microsatélites a través de un gel. El gel actúa como una especie de colador finísimo, de tal manera que los microsatélites más cortos lo atraviesan más rápido que los más largos. Así, la velocidad a la que se mueve cada microsatélite sirve para saber su longitud, es decir, sirve para identificar con precisión los microsatélites de cada muestra.

Una vez están los microsatélites separados, marcados con un fluorescente y ordenados por tamaño, se pueden comparar las muestras del padre y del hijo. Esta comparación se hace por medio de una evaluación estadística de los datos: se calcula cuánta similitud hay o, lo que es lo mismo, la probabilidad de la paternidad. Hay dos posibles resultados: o bien la paternidad se descarta, lo que se puede afirmar con un 100 % de fiabilidad; o bien la paternidad se considera "prácticamente probada", lo que implica que la probabilidad de ser el padre es de al menos el 99,99 %.

Feliz Día del Padre. O no.