La entrada en el país de personas procedentes de China contará a partir de ahora con una serie de restricciones. Solo podrán acceder aquellos que presenten un certificado de vacunación o una prueba diagnóstica de test de antígenos o PCR con resultado negativo. Además se reforzará la vigilancia epidemiológica realizando pruebas de secuenciación genética del virus para identificar las variantes que están entrando en España a través de China. Estas medidas han sido la respuesta del gobierno ante la explosión de casos de COVID-19 registrada en China durante las últimas semanas. No se sabe cuántos contagios se están produciendo en China ni cuántas muertes, pero sí se sabe que están sufriendo un colapso sanitario y que las infecciones estimadas se cuentan por millones.
¿Estas medidas evitarán que en España ocurra lo mismo que en China? ¿Debemos prepararnos para una "segunda pandemia"? La deriva de la pandemia en China está siendo diferente a la de los países occidentales. Hay varias razones para ello. La primera es que las vacunas chinas desarrolladas por tecnología de virus inactivados cuentan con una eficacia estimada muy inferior a las vacunas de ARN que se administraron en España. Sinovac cuenta con una eficacia estimada del 50% y Sinopharm del 79%, mientras que las vacunas de ARN están por encima del 94%. Además,la tasa de vacunación en España es superior a la China, cubre a casi el 90% de la población, y el 73% de la población más vulnerable mayor de 80 años ya ha recibido su segunda dosis de refuerzo. Sin embargo, en China al parecer solo han recibido una única dosis de refuerzo el 40% de los mayores de 80 años. Escribo “al parecer” porque la Organización Mundial de la Salud ha solicitado encarecidamente a China que comparta datos fiables y en tiempo real sobre los contagios, hospitalizaciones y muertes, así como que desvele la cobertura vacunal real de su población.
Otra diferencia es que la política COVID cero se ha mantenido en China durante dos años y han levantado las restricciones hace poco y de forma repentina, mientras que en España abandonamos los confinamientos y la privación de libertades hace mucho más tiempo y de forma gradual. Esto ha permitido que la inevitable transmisión del virus también fuese gradual, con lo que gran parte de la población cuenta ahora con una potente inmunidad híbrida, la proporcionada por las vacunas y la infección posterior. Sin embargo en China la inmunidad proporcionada por las vacunas es menor, y a causa de su estricta política, apenas hay personas que se hayan contagiado previamente, hayan sobrevivido a la enfermedad y por tanto que cuenten con inmunidad adquirida. Esto no significa que haya que buscar la infección para estar más protegidos. Hay que recordar que el COVID sigue siendo una enfermedad de la que no lo sabemos todo y que sigue provocando muertes, secuelas y sufrimiento persistente en algunas personas. Vacunarse y evitar el contagio sigue siendo lo recomendable. Cuantos menos contagios, menos oportunidades se le dan al virus de mutar y será menos probable que aparezcan nuevas variantes.
A esto hay que sumarle que el virus ha ido evolucionando a lo largo de todo este tiempo, por eso ha habido tantas variantes en circulación. El virus no entiende de fronteras, se rige por las mismas leyes naturales y seguirá evolucionando del mismo modo en China que en cualquier otro lugar. Las personas circulamos con libertad por la mayor parte del mundo, así que no es que cada variante surja en un país, sino que se detecta en un país, lo que significa que en poco tiempo se detectará en cualquier parte del globo. En EE.UU. y en Japón se han detectado nuevas variantes del virus, algo que parece estar relacionado con el aumento de casos de COVID que están experimentando en las últimas semanas.
Hasta ahora las nuevas variantes no han ganado en virulencia, pero sí se han vuelto más contagiosas. Las nuevas subvariantes de ómicron son más transmisibles y con mayor evasión de los anticuerpos que la variante original. Según los datos limitados que proceden de China, las subvariantes de ómicron que dominan las infecciones mundiales son las mismas que en China. Esto quiere decir que en China se han enfrentado de golpe a las nuevas variantes del virus y con mucha menos protección. Esto es lo que parece haber provocado la terrible explosión de casos que están sufriendo allí.
Volviendo a las preguntas del inicio: ¿Las medidas del gobierno evitarán que en España ocurra lo mismo que en China? Lo que de verdad está evitando que en España ocurra lo mismo que en China son las vacunas. Las vacunas han reducido los contagios y, más importante todavía, han logrado que en caso de infección esta sea menos grave.
La medida de reforzar la vigilancia epidemiológica es la más valiosa, porque cuanto más conozcamos las variantes dominantes que están en circulación, mejor podremos adaptarnos a lo que venga. Aunque es lógico que se refuerce la vigilancia de países que no destacan por su transparencia, también sería conveniente secuenciar de modo aleatorio los virus que provengan de cualquier otro lugar, además de China, para identificar las nuevas variantes vengan de donde vengan.
Si el virus que circula en China ya está en España, solicitar certificados de vacunación o pruebas negativas de infección a personas procedentes de China parece más una medida cosmética que de contención. No obstante, es menos probable que las personas vacunadas o con pruebas negativas de infección contribuyan a la transmisión del virus. Cabe recordar que si aumentan los contagios también se incrementa la probabilidad de que surjan variantes amenazantes más virulentas y que escapen a la eficacia vacunal.
Estas medidas responden en parte a la segunda cuestión: ¿Debemos prepararnos para una segunda pandemia? Reforzar la vigilancia epidemiológica controlando las variantes del virus en circulación ya es prepararse. La pandemia aún no ha llegado a su fin, así que hablar de "segunda pandemia" es más bien una expresión (es la que Almudena Grandes utilizó en su último libro). No se sabe si habrá otra gran ola de contagios o una "segunda pandemia" de COVID, puesto que los virus tienen la costumbre de evolucionar, igual que cualquier ser vivo. Por eso es importante vigilar de cerca al enemigo y estar preparados. Esto significa que hay que continuar trabajando: hay que identificar las variantes que se mueven entre la población, hay que insistir en la vacunación (en España hay un 45% de personas mayores de 60 años que todavía no se han puesto todas las dosis de refuerzo recomendadas por las autoridades sanitarias), hay que tener un sistema sanitario con capacidad suficiente, hay que contar con una industria preparada para para producir y distribuir todo lo necesario, hay que seguir estudiando el virus, su propagación y la enfermedad que provoca, y seguir con la investigación, desarrollo y actualización de las vacunas.
No se trata de profetizar el mal, sino de apostar por la ciencia para estar preparados. En conclusión, la ciencia nos ha permitido lidiar con esta pandemia, hay que seguir invirtiendo en ciencia para lidiar con lo que esté por venir. Lo revolucionario hoy en día es hacer que el optimismo sea posible, no que el pesimismo sea convincente.