La respuesta no es tan sencilla como parece. Para analizar qué tipo de coche contamina más no llega con medir los gases que emite en funcionamiento, sino que hay que tener en cuenta la vida completa del coche, desde la obtención de las materias primas para fabricarlo hasta que acaba en el desguace. La medida del impacto medioambiental "de la cuna a la tumba" de cualquier producto se conoce como Análisis de Ciclo de Vida (ACV); su cálculo es especialmente complejo en los automóviles por la diversidad de materiales implicados en su fabricación.
Fabricar coches eléctricos contamina más que fabricarlos de combustión
Para fabricar las baterías de los coches eléctricos (también híbridos y de hidrógeno) se necesita níquel, cobalto, manganeso, níquel… Son elementos químicos que se obtienen por minería, lo que implica un importante impacto ambiental. El níquel se extrae principalmente de suelos ricos en minerales que contienen sulfuros y sulfatos de níquel, un proceso dependiente del agua con un alto riesgo de contaminación por metales pesados y por alteración del pH de las cuencas hidrográficas. La obtención del manganeso se suele hacer por extracción ácida de minerales ricos en este elemento, lo que también implica uso de agua. La minería de cobalto es una de las más controvertidas: el 70% del cobalto se extrae en el Congo en condiciones infrahumanas, contaminando suelos y acuíferos, y con un elevado riesgo de inhalación de polvo y gas cancerígenos. El litio se extrae de salmueras, lo que implica un gran consumo de agua.
Además del impacto de la minería y de la huella hídrica de la fabricación de los coches eléctricos, hay que contabilizar los gases de efecto invernadero que se emiten durante su fabricación. El cálculo tiene en cuenta los gases emitidos desde la extracción de las materias primas para fabricar cada pieza del coche hasta la eliminación o reciclado de cada uno de los componentes al final de su vida. Todos los modelos eléctricos analizados superan en emisiones a los modelos análogos de combustión, alcanzando cifras de hasta el doble de emisiones de CO2.
Los coches de combustión emiten más gases contaminantes durante su uso
Es evidente que los coches de combustión emiten más gases de efecto invernadero cuando están en funcionamiento que los coches eléctricos. Sin embargo, hay que tener en cuenta la procedencia de la energía con la que se cargan los coches eléctricos, que sí conlleva emisiones de gases de efecto invernadero. Si la energía con la que se carga el coche eléctrico procede de fuentes limpias como las renovables o la nuclear, la huella de carbono se reduce drásticamente; mientras que, si la energía procede de la quema de carbón, gas, o derivados del petróleo, la huella de carbono del coche eléctrico se dispara llegando a alcanzar el mismo orden de magnitud en emisiones que los análogos a combustión. Existen aplicaciones que permiten comparar las emisiones de CO2 de los coches dependiendo no solo del modelo, sino también de dónde se circula para así tener en cuenta la procedencia de la energía de carga. No obstante, incluso en el peor escenario de carga, durante su funcionamiento los eléctricos emiten menos CO2 que los coches de combustión.
No todo es CO2
El CO2 es el gas que más impacta en el calentamiento global, pero no es el más preocupante a escala local, es decir, no es una sustancia que afecte de forma directa a la salud humana. Hay otros gases y partículas contaminantes que hay que considerar, sobre todo a nivel de emisiones locales porque son los que más afectan directamente a la salud: óxidos de nitrógeno (NOx), monóxido de carbono (CO) y partículas en suspensión (PM 10 y PM 2.5). Los coches de combustión en funcionamiento emiten estos tres tipos de sustancias. Los eléctricos sobre todo emiten partículas en suspensión, en cantidades de media superiores a los de combustión. Las PM 10 y PM 2.5 son partículas de menos de 10 y 2,5 micras de diámetro respectivamente que se producen en un 90% por el rozamiento de los neumáticos y de los frenos. Estas partículas están relacionadas con problemas cardíacos y respiratorios (infartos, bronquitis, asma, etc.). Cuanto más pesado sea el coche, más partículas en suspensión producirá, por eso los coches grandes tipo SUV o los coches eléctricos –que son más pesados que sus análogos de combustión– emiten más cantidad de PM 10 y PM 2.5.
Conclusiones y opiniones
No se puede dar una respuesta inequívoca sobre qué tipo de coche contamina más. Hay muchas variables en juego y no todas se han medido con la misma certidumbre. La respuesta depende de dónde y cómo se fabrica cada coche, dónde circula, cuál es el origen de la energía que lo alimenta, cuánto se puede reaprovechar de ese coche cuando llega al final de su vida, qué sustancias emite, etc. Así que no se puede generalizar, y quien lo haga está faltando a la verdad.
Por motivos medioambientales, el eléctrico es el tipo de coche al que se debería tender. No obstante, todavía queda mucho margen de mejora para garantizar la descarbonización a lo largo de toda la cadena de valor. El parque energético debe descarbonizarse, para ello hay que seguir apostando por las renovables y por la nuclear. La obtención de materias primas y la fabricación de baterías se debe hacer respetando el medioambiente y, por encima de todo, respetando los derechos humanos. Las nuevas generaciones de baterías tendrán mayor autonomía y estabilidad frente a los cambios de temperatura. Debería haber más puntos de carga y que estos sean mucho más rápidos que en la actualidad.
También es importante mencionar –siguiendo los principios de veracidad, claridad y proporcionalidad– que los vehículos particulares suponen un 5 % del total de emisiones relativas al transporte. El 95 % de emisiones restante se corresponde con el transporte de mercancías. Por ejemplo, cambiar todo el parque automovilístico de Europa por coches eléctricos supone ahorrar un escaso 1 % de CO2 emitido a la atmósfera. A escala local, sí supone una mejora sustancial de la calidad del aire de las ciudades y, sobre todo, una mejora en la contaminación sonora, pero a escala global es poco significativo.
Hay muchas otras aristas para tener en cuenta además de la medioambiental. El coche eléctrico de momento no tiene ni la autonomía ni la velocidad de carga necesarias para competir con el coche de combustión, por eso supone una importante pérdida de calidad de vida para quienes usan el coche para trabajar. Más importante todavía es que el coche eléctrico es un 40 % más caro que el de combustión. Por eso, las medidas que obligan a parar la fabricación de coches nuevos de combustión, o la prohibición de entrar en algunas zonas con coches que no cuentan con cierto nivel de electrificación, son también medidas que discriminan por nivel adquisitivo. Además, la apuesta por el coche eléctrico está causando estragos en la industria del automóvil europea, ahora engullida por la oferta china. Así que cuando se habla de la sostenibilidad de la automoción no hay que olvidar que la palabra "sostenible" tiene tres pilares: medioambiental, social y económico. A menudo los más acomodados olvidan los dos últimos.