El cambio climático es para el 51 % de los españoles uno de los problemas más serios a los que se enfrenta la humanidad. El 83,6 % lo califican de problema bastante grave o muy grave. El consenso científico coincide con la preocupación general: el cambio climático es el problema de mayor envergadura al que nos enfrentamos, además de él derivan indirectamente otros tantos, como la propagación de enfermedades infeccionas, la falta de agua potable, el hambre, la pobreza o la crisis económica. La gravedad de esta situación debería implicar hacer un tratamiento de la información serio y sobre todo proporcional. Es decir, ofrecer información cierta y clara, que señale el impacto real y comparado de cada una de las acciones acometidas para mitigar el cambio climático.
La huella de carbono es un indicador ambiental que pretende reflejar "la totalidad de gases de efecto invernadero emitidos por efecto directo o indirecto de un individuo, organización, evento o producto". Los gases de efecto invernadero son los principales responsables del cambio climático, de ahí su importancia. Sin embargo, el concepto "huella de carbono personal" es un invento reciente. Fue desarrollado en 2005 por una agencia de publicidad para una campaña de propaganda de una empresa de combustibles fósiles. La campaña consistía en enseñar a las personas cómo calcular su propia huella de carbono. Además, se ofrecían consejos para minimizarla, como reutilizar la bolsa del supermercado, ir andando a trabajar en lugar de usar transporte, comprar alimentos de proximidad, o reducir el uso de aire acondicionado. Es decir, instruir a las personas sobre "pequeños esfuerzos individuales para mitigar el cambio climático". Esta estrategia publicitaria también la siguen empleando otras muchas empresas, del sector energético y de otros, así como partidos políticos. En gran medida esta propaganda estaba inspirada en otras campañas anteriores como las de la industria tabacalera, que echaron la culpa de las consecuencias negativas de la industria a las elecciones individuales.
Una de las consecuencias de mentir sobre el impacto medioambiental de las acciones individuales -o si no mentir, no dar escala o no ser justo y proporcional con los hechos- es que lleva a la inacción o a la rebeldía. Por exceso, como decir que los pequeños esfuerzos individuales tienen una repercusión directa y notable sobre el calentamiento global. Como por defecto, como decir que ninguna acción individual sirve para nada. Descubrir que ambos extremos son falaces promueve la pasividad.
¿Qué impacto real tienen los "pequeños esfuerzos individuales para mitigar el cambio climático"? ¿De verdad sirven para algo? La realidad está cargada de grises. De forma directa, si se miden las emisiones de gases de efecto invernadero que se ahorran gracias a los gestos individuales, el balance global es casi insignificante. Sin embargo, aunque desde un punto de vista estrictamente cuantitativo parece que estos gestos sirven para poco, no significa que no sirvan para nada.
Se podría hablar de "falacia del granito de arena". Aunque todas las personas hiciesen estos pequeños esfuerzos en su día a día, es imposible mitigar así el cambio climático. Esto no significa que los actos individuales sean infructíferos, solo significa que apenas tienen un efecto directo sobre el medio ambiente. La importancia de las acciones individuales estriba en que pueden llegar a convertirse en tendencia: preferencias de consumo o preferencias de voto que dependen de cómo sean las políticas medioambientales de empresas y partidos políticos. Esto significa que las acciones individuales reflejan las preocupaciones generales, y estas se traducen en medidas de mayor magnitud que de verdad tienen un impacto notable sobre el cambio climático.
El 75% de las emisiones de gases de efecto invernadero, principales responsables del cambio climático, provienen del sector energético, donde el transporte supone el 27,7%, siendo la actividad con más peso en el total de emisiones. La ganadería supone el 8% y la agricultura el 4%. Estos son los datos oficiales, los que manejamos la comunidad científica; provienen del Inventario Nacional de Gases de Efecto Invernadero Español y del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), y son coherentes entre sí. Los gases de efecto invernadero se miden como "CO2 equivalente”, comprenden el dióxido de carbono, el metano, los óxidos de nitrógeno o los gases fluorados.
Para que se entienda la tesis que trato de defender, que la información debe ser seria y proporcional o de lo contrario se convertirá en una llamada a la inacción y la rebeldía, citaré algunos ejemplos cotidianos:
En la actualidad cada persona gasta unas 180 bolsas de plástico al año. Si se asume que las bolsas son de polietileno, al hacer los cálculos estequiométricos se deduce que el uso de bolsas de plástico supone un aporte de 340 g de CO2 al año por individuo. ¿Esto es mucho o poco? Si se compara con el transporte es muy poco. Desplazarse en coche solo 3 o 4 km (dependiendo del modelo) también produce 340 g de CO2. Así que todas las bolsas de plástico que una persona consume en un año tienen la misma huella de carbono que un breve trayecto en coche. A eso me refiero con información cierta, clara y sobre todo proporcional.
Siguiendo con el ejemplo de las bolsas de plástico, es importante señalar que su principal impacto medioambiental está en la gestión de residuos. Cada año llegan al mar unos ocho millones de toneladas de plástico. ¿Esto es mucho o poco? Es mucho. El 80% de los residuos marinos son plásticos. Esto es dar una información proporcional. Lo serio y lo claro sería acompañar esta información de los principales responsables de este problema: más del 80% del plástico que acaba en el mar procede de China, donde no se hace una gestión apropiada de los residuos.
Por poner otro ejemplo cotidiano y de actualidad. Existe una preocupación creciente por cómo afectan los filtros solares de las cremas al medio marino, en particular a los corales. Por eso algunos laboratorios cosméticos ahora certifican que los ingredientes de sus productos no afectan a los organismos acuáticos. Esta información es clara, pero no es lo suficientemente seria ni proporcional. El hecho que debería destacarse es que la principal amenaza de los corales es el cambio climático, en concreto la acidificación de los océanos consecuencia de las emisiones de CO2. Por eso, una elección de compra responsable y proporcionada no debería basarse tanto en los ingredientes del cosmético, sino en las emisiones de CO2 del laboratorio que lo fabrica. Lo más importante es que el laboratorio cuente con fábricas neutras en CO2; sin embargo, las marcas hacen más publicidad acerca de sus ingredientes que de su huella de carbono.
La conclusión es que, si el modelo energético no cambia, si no se apuesta de verdad por energías limpias como las renovables y la nuclear, si no se ordena y se cuida el territorio para adaptarlo a este nuevo escenario climático, el futuro será cada vez más espeluznante. La gente merece saber que esto es lo importante. El cambio climático no menguará con "pequeños esfuerzos individuales". Nada de esto se resuelve con gestos. Por eso es importante dar una información seria y proporcional, de lo contrario estaríamos haciéndoles el juego a quienes perpetúan esa gigantesca campaña de propaganda.