El nuevo reglamento, además de contradecir el objetivo de la UE de ser medioambientalmente más sostenibles, contradice otros objetivos clave como la lucha contra el desperdicio alimentario, la promoción del consumo de frutas y hortalizas, la seguridad alimentaria y la armonización de las normas a favor de la libre circulación de mercancías en la UE.
Tras años de alegaciones del sector hortofrutícola y de discusiones con los reguladores, la Unión Europea ha aprobado definitivamente el Reglamento de Envases y Residuos de Envases. Este nuevo reglamento establece la prohibición del uso de envases de plástico de un solo uso para frutas y hortalizas frescas en presentaciones inferiores a 1,5 kg a partir de 2030.
Una de las principales críticas que se presentaron en las alegaciones del sector –de las que participamos un notable número de científicos especialistas en ciencia de materiales, tecnología alimentaria y ciencias medioambientales– es que la nueva norma pusiese coto exclusivamente a los envases de plástico. El efecto de la implantación de este reglamento será que los envases de plástico desaparecerán, pero en su lugar se utilizarán envases de un solo uso fabricados con otros materiales, como por ejemplo cartones, textiles o materiales compuestos. El núcleo de la crítica está en dos aspectos fundamentales: (1) no se hace distinción entre tipos de plásticos, aun sabiendo que existen polímeros plásticos de bajo impacto medioambiental, reciclados y reciclables, como el plástico PET, el polietileno y el polipropileno reciclados o los bioplásticos; y (2) los materiales que vendrán a sustituir a los plásticos podrían tener un impacto medioambiental superior. El reglamento no ha tenido en cuenta los análisis de ciclo de vida (ACV) que miden de forma objetiva el impacto ecológico de cada tipo de envase, lo que ha dado como resultado un reglamento arbitrario desde el punto de vista científico y desacertado desde el punto de vista medioambiental. Además, estas restricciones ignoran los esfuerzos del sector por reducir el uso de envases y avanzar hacia una gestión más sostenible, visibles ya en la amplia oferta de productos a granel y envases sostenibles y no superfluos.
Es un hecho que las frutas y verduras envasadas se venden más, por lo que los envases de un solo uso no desaparecerán. Estas presentaciones resultan más atractivas para los consumidores porque requieren de menos esfuerzo de compra y además se conservan mejor. El problema es que, si los nuevos envases se fabrican con materiales más pesados que los plásticos, eso multiplicará la huella de carbono derivada del transporte, que es la más relevante del sector hortofrutícola. Si los nuevos materiales, además de más pesados, no son reciclables (como los materiales celulósicos en contacto con alimentos o los materiales multicapa) su impacto ecológico se podría duplicar y hasta triplicar. Si la extracción y procesado de la materia prima con la que se fabrican los nuevos envases tiene un impacto ecológico superior al de los plásticos (como sucede con los envases de malla de algodón), la huella de carbono de cada envase podría aumentar hasta dos órdenes de magnitud, es decir, ser cien veces superior.
La lucha contra el desperdicio alimentario también dará un paso atrás con la aplicación de este nuevo reglamento. Los polímeros plásticos de uso alimentario son materiales inertes, fáciles de adaptar a cada tipo de alimento y son contenedores efectivos de atmósferas protectoras, por lo que ayudan a conservar los alimentos frescos y a evitar su deterioro, tanto en el punto de venta como en los hogares.
La nueva regulación también va en contra del objetivo de promocionar el consumo de frutas y hortalizas. En países pioneros en aplicar estas medidas, como por ejemplo Francia, se produjo un descenso significativo en el consumo de estos alimentos. Así que esta medida podría contribuir al deterioro de la calidad de la alimentación y, por tanto, al deterioro de la salud pública.
La inseguridad jurídica es otro de los aspectos que más preocupa al sector hortofrutícola. La regulación contempla excepciones para alimentos con elevado riesgo de deterioro que sí se podrán distribuir en envases de plástico, sin embargo, la lista de alimentos exentos será determinada individualmente por cada país y no conjuntamente por toda la UE, que solo ha publicado una "lista de ejemplos". Esto provocará inseguridad jurídica, sobrecostes e ineficiencias por la necesidad de adaptar la producción a múltiples normativas nacionales, discriminación entre operadores, vulneración de la libre circulación de mercancías y, por tanto, desigualdad en el mercado único europeo. La petición del sector hortofrutícola es que las normativas nacionales no agraven aún más la situación aplicando reglas más exigentes que las previstas por la UE antes de 2030. El caso de Francia debería servir de ejemplo para el resto, donde la norma de envases que decretaron unilateralmente ha sido recientemente anulada por su Consejo de Estado.
Esto es lo que ocurre cuando se confunde la experiencia con el conflicto de interés, que se desestiman las propuestas expertas del sector hortofrutícula, se menosprecian sus esfuerzos y el camino recorrido, haciendo que Europa pierda competitividad en nombre de la sostenibilidad. Además, ni siquiera la sostenibilidad está fundamentada en criterios científicos, sino en las opiniones populares de moda –hoy van contra los plásticos igual que en la década de los noventa iban contra el papel y el cartón–. No hay que olvidar que la sostenibilidad tiene tres patas: económica, social y medioambiental. En este caso no hay pata que se sostenga.