Existen cientos de pigmentos azules, con fórmulas químicas radicalmente diferentes entre sí, miles de colores azules con miles de nombres: azul de Prusia, azul Berlín, azul cobalto, azul de metileno… En el lenguaje coloquial se alude al azul cielo o al azul marino, cuando ni el cielo ni el mar son siempre de color azul. Carlos Marzal tiene un poema titulado Azul de metileno que habla precisamente de esto. Dice: "Azul que es cualquier cosa, y ni siquiera tiene que ser fiel al azul". El azul de metileno es hoy una de las búsquedas más frecuentes en Google, y es un tema recurrente en las redes sociales, pero no por su cariz poético, sino que su reciente popularidad tiene un origen más prosaico.

Cada día hay más personas que salen en las redes sociales mostrando su lengua teñida de azul. No es ninguna campaña publicitaria ni de concienciación, es una nueva moda popularizada por algunos gurús de salud y estilo de vida. Aquí hay más prosa que poesía. La lengua azul se debe al consumo de azul de metileno, un pigmento al que estas personas le atribuyen propiedades de todo tipo, desde mejorar la memoria, retrasar el envejecimiento, mejorar el rendimiento deportivo o ayudar a las mitocondrias de las células a generar más energía. Estas personas consumen varias gotas de azul de metileno disuelto en agua como si se tratara de un suplemento alimentario. La realidad es que esta sustancia no está catalogada como suplemento por las autoridades sanitarias, lo que quiere decir que no hay evidencia científica que respalde los supuestos beneficios de consumir este pigmento.

El azul de metileno es, químicamente, cloruro de metiltionina, un compuesto orgánico de tipo tiazina. Es un pigmento de color azul intenso cuando se disuelve en agua, y en estado sólido es azul casi negro con brillos cobrizos. Fue sintetizado por primera vez por el químico Heinrich Caro en 1876. Al año siguiente se patentó, siendo la primera patente otorgada a un colorante derivado del alquitrán. Caro trabajó desde muy joven en el mundo de los pigmentos, convirtiéndose en un gran experto en el uso de la anilina como base para sintetizar tintes textiles. Su trabajo fue clave para perfeccionar la producción del codiciado púrpura de Perkin. Caro trabajó como investigador en la famosa empresa química BASF ayudando a obtener alizarina a escala industrial en 1969. La alizarina es un colorante rojo que se extraía de la raíz de una planta llamada rubia, uno de los tintes más utilizados y valiosos de la época. Este desarrollo se logró solo cuatro años después de la fundación de la empresa BASF, lo que la catapultó al mercado internacional. Caro fue uno de los químicos más importantes en la historia de los pigmentos: colaboró en la síntesis del primer colorante índigo sintético –el azul de los tejidos vaqueros–, y desarrolló otros pigmentos famosos como el verde malaquita y el tinte fluorescente auramina.

El azul de metileno, pese a ser un pigmento azul que se pensó para uso como tinte textil, apenas se ha usado con este propósito. Una de las propiedades más provechosas del azul de metileno es su química redox, la facilidad con la que este compuesto se oxida y se reduce (que es lo contrario a oxidarse) ha sido muy útil en medicina. Uno de sus usos principales es el tratamiento de la metahemoglobinemia, una enfermedad por la que la hemoglobina no es capaz de transportar oxígeno en la sangre. La hemoglobina tiene un átomo de hierro que atrapa el oxígeno y lo transporta, para ello el hierro tiene que estar "poco oxidado", en forma de hierro ferroso. Si el hierro está "muy oxidado", como hierro férrico, no puede atrapar el oxígeno. La metahemoglobinemia se caracteriza porque la hemoglobina tiene el hierro "muy oxidado", por eso no cumple con su función. El papel del azul de metileno es corregir esto convirtiendo el hierro férrico en hierro ferroso, recuperando el correcto funcionamiento de la hemoglobina. Este compuesto también se ha utilizado para tratar envenenamientos por cianuro e intoxicaciones con drogas tipo poppers (alquilnitrilos). También se usa en cirugías como tinte para marcar y rastrear los tejidos que se deben extraer, algo que también se usa en biología como tinción celular para preparaciones microscópicas. Otra de sus propiedades derivadas de su química redox es que es un excelente antifúngico y antimicrobiano, por eso se usa en acuicultura para tratar las enfermedades provocadas por hongos.

En la última década se ha investigado la posibilidad de usar derivados del azul de metileno en el tratamiento de enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer y el Párkinson. La hipótesis de partida es que la química redox de este compuesto podría mejorar la función mitocondrial e inhibir la agregación de proteínas (amiloide y tau, respectivamente) que se observan en el cerebro de los pacientes que padecen estas enfermedades. Hasta el momento ninguno de los ensayos clínicos ha dado resultados satisfactorios, pero el hecho de que se haya investigado puede ser el origen de las recientes atribuciones que se le han hecho al azul de metileno en las redes sociales relacionadas con la salud mitocondrial o la memoria. Seguramente algún idiota aconsejó en sus redes sociales beber azul de metileno como suplemento alimentario y otro más idiota que él se puso a buscar estudios científicos, los entendió poco y mal, compartió sus desacertadas conclusiones dándoles una falsa pátina de verosimilitud científica y la bola desinformativa se fue haciendo más grande.

Habría sido más útil que en las redes sociales se popularizara el uso del azul de metileno para explicar su química redox. De hecho, se usa como indicador en química analítica porque es una sustancia que cambia de color: en un entorno oxidante es azul mientras que en uno reductor es incolora. La famosa demostración experimental "botella azul" que tantos profesores hemos utilizado en nuestras clases de química general por bonita, casi mágica y a la vez pedagógica se hace, precisamente, con azul de metileno. Ojalá este artículo contribuya a acallar el ruido de la idiotez mediática y sirva para descubrir la belleza química del azul de metileno, o como escribió Carlos Marzal: "Difunda en silencio la inquietud que tiene la hermosura inesperad".