De niña volvía del parque con rasguños en las rodillas y en los antebrazos, padeciendo ese picor ácido que produce la tierra en contacto con la carne. Me pregunto cómo se sentirán ahora las caídas, si la inercia tras deslizarse por el tobogán culmina con una sensación de ardor en la piel producida por un suelo mullido de caucho. Imagino que quema como el césped artificial al tirarse para hacer una entrada lateral jugando al fútbol. Pero quizá no duela de ese modo, quizá no duela nada; igual que se viene haciendo todo para los niños: con la intención de ahorrarles cualquier tipo de dolor.

Los suelos de caucho comenzaron a instalarse en los parques infantiles a principios de los dos mil como solución a las demandas de los padres de niños con problemas de movilidad. Los parques con arena, grava o tierra no son accesibles para las sillas de ruedas, sin embargo, los suelos firmes valen para todos. La opción del caucho resultó idónea por varios motivos. El primero es una cuestión de seguridad. Es un suelo acolchado que amortigua las caídas, resiste muy bien a la intemperie, al rozamiento, a la exposición solar, a la lluvia y, además, se desinfecta con facilidad y no es un buen sustrato para los microbios. El segundo motivo es que el caucho se pudo integrar fácilmente dentro de los principios de la economía circular. Casi la mitad de los neumáticos viejos acaban transformados en suelos para parques infantiles.

Cada año en España se recogen unas 200.000 toneladas de neumáticos fuera de uso, lo que equivale a unos 16 millones de neumáticos. La mayoría proceden de talleres en los que los neumáticos viejos se sustituyen por unos nuevos, de modo que cada año entra en el mercado la misma cantidad que sale. El 12% todavía son viables y acaban en el mercado de ocasión, y el resto entran en la cadena de reciclaje. Ahí el neumático se separa en sus componentes principales: caucho, acero y fibras textiles. El caucho se convierte en una granza que la industria de transformadores utiliza para fabricar utensilios de caucho de todo tipo, desde aislantes de construcción, suelas de zapatos a pavimentos para parques infantiles y deportivos.

Los suelos para parques infantiles se fabrican con varios tipos de caucho, generalmente mezclados con resinas que mantienen pegados los gránulos, con pigmentos de colores y otros aditivos que aumentan su seguridad, como retardadores de llama o antioxidantes. En ciencia de materiales la palabra 'caucho' no se refiere a un único material, sino a una familia de materiales. Los suelos de los parques infantiles suelen ser de caucho SBR (estireno-butadieno), caucho EPDM (etileno-propileno-dieno) o caucho vulcanizado procedente de neumáticos.

Al ser materiales que van a estar en contacto directo con los niños, están sujetos a normativas. La composición de los suelos, igual que la de cualquier mobiliario para parques infantiles, está regulada. AFAMOUR es la Asociación Española de Fabricantes de Mobiliario Urbano y Parques Infantiles, que incluye fabricantes, instaladores, distribuidores y certificadores. Desde la asociación reivindican el cumplimiento de la Normativa Europea REACH (Registration, Evaluation, Authorisation and restriction of Chemicals), lo que significa que no formulan productos con sustancias que estén prohibidas por la ECHA (European Chemical Agency), y aseguran el cumplimiento de las normativas UNE-EN 1176 y 1177, que regulan los equipos y superficies de juego, asegurando su funcionalidad y seguridad.

Sin embargo, recientemente en las redes sociales circulan mensajes alertando de los posibles efectos tóxicos de las sustancias que componen los suelos de caucho de los parques. Haciendo un trabajo de arqueología informativa, encontré que el origen de esa información procedía de un reportaje de apenas dos minutos de duración que se emitió a finales de mayo en una cadena autonómica catalana. En el reportaje salía una científica que está participando en un estudio incipiente sobre la química de los plásticos utilizados en parques infantiles. El estudio acaba de comenzar, no figura ninguna partida presupuestaria asignada, y todavía no hay ningún dato publicado, por lo tanto, no hay ningún dato validado por el sistema de la ciencia derivado de esa investigación. Se desconocen los datos más elementales: cómo se han tomado las muestras, qué sustancias se han estudiado, con qué métodos de detección, etc. Hacer conjeturas de un estudio que apenas acaba de comenzar es una imprudencia.

En el reportaje se comenta que algunas sustancias encontradas en suelos de caucho de parques de Barcelona podrían ser disruptores endocrinos, sustancias que emulan la función de las hormonas y que se pueden relacionar con algunas enfermedades. Sin embargo, no se sabe ni la cantidad ni la procedencia de esas sustancias, si llegaron ahí a través de la contaminación ambiental y habrían estado ahí si el suelo fuese de hormigón o de tierra, o si se formaron en el propio caucho. Tampoco se sabe si esas sustancias se encontraron en una cantidad que se pueda considerar tóxica, si están biodisponibles y se pueden ingerir o inhalar o por el contrario están capturadas en el material y no suponen ningún riesgo. Es decir, no se sabe nada en absoluto, pero ya se ha creado una alarma social fundamentada en la nada.

En el reportaje también se dice, erróneamente, que los colorantes de los suelos de caucho podrían contener metales tóxicos. La realidad es que los colorantes que se usan en parques infantiles están estrictamente regulados y son en su mayoría pigmentos orgánicos, totalmente libres de metales pesados. A esta desinformación hay que sumarle el eco de las redes sociales, con comunicadores que no distinguen una conjetura de un estudio científico pero que han compartido sus impresiones y consejos. A raíz de eso he recibido decenas de consultas de padres preocupados. Así que este artículo es una respuesta dirigida a todos ellos.

En conclusión, todos los materiales que se usan para construir parques infantiles, incluidos los suelos, deben ajustarse a una serie de normativas que garantizan su seguridad. No hay ninguna prueba, ni siquiera ningún indicio válido, que haga sospechar de la toxicidad de los suelos de caucho. Del mismo modo que tampoco se ha cuestionado la toxicidad de la tierra o de la arena de los parques, siendo esta incluso más susceptible de contaminación microbiológica. Lo mismo se puede decir de cualquier otro material que se utiliza en los parques: maderas, metales, textiles, pinturas, otros polímeros plásticos… Todos estos materiales se escogen primero por su seguridad, segundo por cuestiones de accesibilidad y tercero por sostenibilidad, en ese orden. Con esto quiero transmitir por un lado un mensaje de tranquilidad a los padres, y por otro lado una reprimenda para aquellos que han contribuido al alarmismo.