Desde hace poco tiempo casi todas las botellas de plástico tienen el tapón pegado. Este cambio en el diseño ha suscitado bromas y quejas, de hecho, en las encuestas a los consumidores se revela que este tipo de tapones resultan incómodos para servir porque se giran provocando que el líquido se derrame por fuera del vaso, y son incómodos para beber porque chocan con la nariz y los labios. Sin embargo, cuando se explica la razón del nuevo diseño, unos pocos encuestados, el 26 %, cambia de opinión y lo acepta.

La razón por la que los tapones ahora van pegados a las botellas de plástico nace de la implantación de varias normativas europeas relacionadas con la gestión de residuos. En España, el nuevo diseño de las botellas figura en la Ley 7/2022 de residuos y suelos contaminados para una economía circular. El artículo 57 dice que 'a partir del 3 de julio de 2024 solo se podrán introducir en el mercado los productos de plástico de un solo uso cuyas tapas y tapones permanezcan unidos al recipiente durante la fase de utilización prevista de dicho producto'. Este requisito de diseño aplica a todos los recipientes para bebidas de hasta tres litros de capacidad.

Con esta medida se pretende reducir la cantidad de plástico que se abandona accidentalmente en el medio o que se pierde a lo largo de la cadena de gestión de residuos. Se estima que el 6 % de los residuos que se encuentran en las playas europeas son tapones de plástico, y que esta nueva medida podría reducir a casi la mitad el riesgo de que los tapones se pierdan.

Para los recicladores y gestores de residuos, el tapón pegado a la botella también podría favorecerles. Cuanto más pequeño es el tapón, más probable es que se pierda a lo largo de la cadena de gestión, o que pase desapercibido en el triaje y acabe en un vertedero en lugar de en una planta de reciclaje de polímeros.

Los envases que van a parar al contenedor amarillo se separan por tipos de material principalmente en función de su densidad (relación entre el tamaño y el peso). Los envases de plástico pasan por una segunda fase de clasificación mediante sistemas ópticos que los separan según el tipo de polímero para facilitar su correcto reciclaje. En esta segunda fase hay que separar los tapones de las botellas, ya que la mayoría están hechos de polímeros plásticos diferentes que no se pueden reciclar juntos.

La mayoría de las botellas de plástico se fabrican con polímero PET, un termoplástico ligero, transparente, resistente al impacto y reciclable. Es un polímero apto para uso alimentario, lo que significa que se considera un material inerte, que no contiene ninguna sustancia tóxica capaz de migrar al alimento con el que entra en contacto. Es también el único polímero que se puede reciclar infinitamente sin perder calidad, por eso el PET reciclado es uno de los pocos materiales reciclados que se pueden usar en contacto con los alimentos. Tanto es así que, para implantar los principios de la economía circular, a partir del 1 de enero de 2025 'solo podrán introducirse en el mercado las botellas PET que contengan al menos un 25% de plástico reciclado'. Es un cambio de diseño que ya se ha empezado a aplicar, ya que muchas de las botellas lucen en su etiqueta el porcentaje de material reciclado con el que se han fabricado.

Aunque el cuerpo de la botella es de plástico PET (tereftalato de polietileno), el tapón suele ser de otro plástico diferente, normalmente de PEHD (polietileno de alta densidad) o de PP (polipropileno). Todos estos materiales son polímeros plásticos, sin embargo, no se pueden reciclar juntos. La principal razón es que son materiales con diferente reología, funden a temperaturas diferentes, tiene diferente fluidez y viscosidad. En general, para reciclar los plásticos primero hay que separarlos de acuerdo con su composición, luego se trituran, se lavan, se secan, se separan según color (por ejemplo, solo el PET reciclado incoloro sirve para alimentación) y a continuación se funde todo el material y se transforma mediante maquinaria de soplado o inyección en nuevos objetos, envases, o en granza de plástico para vender a otros transformadores.

Los tapones también pueden ser de otros materiales, como bioplásticos –se procesan igual que cualquier otro plástico de origen fósil, puesto que su composición es igual–, plásticos biodegradables o plásticos compostables, cuyos residuos se gestionan de una manera totalmente diferente, así que en ese caso mantenerlos pegados a las botellas PET, lejos de ayudar, entorpece aún más la gestión.

Por un lado, el tapón pegado a la botella evita que estos objetos de pequeño tamaño se pierdan, pero, por otro lado, añaden una fase más de separación al proceso de reciclado. Así que la solución del tapón pegado a la botella no es perfecta; para que lo fuera habría que apostar por envases de un único material. Ya hay empresas que fabrican los tapones de sus botellas también con plástico PET. De ese modo, la botella y el tapón forman un conjunto que se puede reciclar a la vez. Por eso, la clave del ecodiseño –el diseño dirigido a la sostenibilidad– debería empezar por la elección de materiales.

El próximo avance en la economía circular relativa al reciclaje de botellas de plástico –obviando la importancia de la reducción y la reutilización– debería ser la implementación de una mejor cadena de gestión de residuos, algo que se lleva demandando muchos años. Materiales cuyo reciclaje tiene un impacto medioambiental muy superior al plástico, como el vidrio o el papel, gozan de un sistema de gestión de residuos privilegiado. Reciclar vidrio implica transportar un material de elevado peso que se funde a temperaturas superiores a los 500 ºC, lo que implica una notable huella de carbono. En el caso del reciclaje de papel, el principal impacto medioambiental está en el gasto de agua que requiere. En cambio, los plásticos son ligeros, funden a baja temperatura y su reciclaje tiene una huella hídrica poco significativa. Así que, si se implantase un sistema de recogida y gestión para los plásticos similar al del vidrio o el papel, los plásticos se acabarían convirtiendo en los materiales más sostenibles para fabricar botellas y otros envases. Si a esto se le suman tapones del mismo material, solo faltaría diseñar una forma de mantener el tapón pegado a la botella que de verdad fuese cómoda de usar.