Lleva la palabra 'cenizas' tatuada en la muñeca. Creo que es por un poema de Alejandra Pizarnik, pero no sé si es el del mundo demacrado, el de la jaula que termina con el verso 'yo me visto de cenizas' o el de 'aquellas palabras por las que vivo'. Pizarnik habla de cenizas igual que Rosalía de Castro habla de 'lo que queda'. Las cenizas son químicamente eso, una metáfora hecha de materia. Las reacciones químicas de combustión nunca son perfectas, siempre dejan un rastro sólido llamado ceniza. Hay una parte que se pierde en el aire, principalmente como gases de dióxido de carbono y agua que vuelven rápido al ciclo de la vida. Pero las cenizas permanecen como sólidos que recuerdan que ahí ha habido un cuerpo.
Las cenizas se componen de metales en forma de óxidos, nitratos y carbonatos. Son una mezcla alcalina que hemos utilizado desde hace miles de años para fabricar jabones, cementos y pátinas. Desde antes de conocer la intimidad química de su fórmula, vimos cómo la ceniza reaccionaba con las grasas, protegía la madera de la putrefacción y se endurecía al ser mezclada con agua y cal.
El Miércoles de Ceniza se celebra en la misa de hoy con una cruz de ceniza ungida en la frente. Representa el inicio de la Cuaresma, el cuadragésimo día antes de la Pascua de Resurrección. Esa ceniza se elabora a partir de la quema de los ramos del Domingo de Ramos del año anterior, así que es rica en potasio, calcio y magnesio, elementos esenciales para las plantas. La ceniza representa el duelo, la muerte, o 'el paso a la otra orilla' de los católicos, por eso la imposición de las cenizas se considera un rito de afirmación de la fe. Así se sugiere en el Génesis 3:19, 'Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás'. Es una figura retórica que David Bowie recuperó en la canción 'Ashes to ashes' (cenizas a las cenizas) como metáfora de la muerte, en este caso del abismo al que conducen las drogas, que es como la muerte en vida.
Las cenizas pueden ser negras, grises, blancas o anaranjadas, lo que da una idea de su composición, de la composición de la materia que ha ardido e incluso de la temperatura alcanzada en la combustión. El color de las cenizas se usa para analizar la gravedad de los incendios forestales. Un lecho de cenizas rojas indica que la temperatura máxima alcanzada por las llamas no superó los 300 ºC, más allá de esa temperatura se vuelven negras o grises, y por encima de los 500 ºC las cenizas del monte son blancas. Esto permite predecir cómo será la recuperación de un ecosistema quemado, cuál será la biodisponibilidad de los elementos esenciales, ahora transformados por las llamas en minerales, y cómo afectará el agua a la escorrentía y lixiviación del suelo.
Es probable que los primeros jabones se produjesen de manera accidental tras la escorrentía de cenizas que alcanzó los restos de grasa de algún animal miles de años antes de Cristo. Las sustancias alcalinas como las cenizas reaccionan con los triglicéridos en una reacción química de saponificación. Los ácidos grasos se separan del glicerol por el grupo ácido y se conectan a los metales de las cenizas. Esas nuevas sustancias que se han formado son jabones, tienen la capacidad de limpiar, de envolver la suciedad en micelas que el agua puede arrastrar.
Lavarse con jabón fue uno de los avances en salud pública más importantes de la historia. Incluso antes de que Louis Pasteur descubriese la existencia de los microbios a mediados del siglo XIX, los médicos que se lavaban las manos para asistir a los partos conseguían con ese sencillo gesto reducir drásticamente la mortandad en el área de maternidad. El químico Ernest Solvay descubriría en esa época un modo eficiente de hacer sosa, el compuesto alcalino que más se utiliza en la actualidad para fabricar jabón, una técnica moderna que ya no depende de obtener cenizas quemando madera.
La mezcla de cenizas con agua se conoce como 'lejía de ceniza'. Es una mezcla tan alcalina que además de limpiar, desinfecta –las membranas celulares de los microbios se destruyen a un pH tan elevado–. La expresión 'hacer la colada' tiene su origen en el uso de cenizas como blanqueantes. Después de lavar la ropa con jabón, para blanquear al final se solía añadir una mezcla de agua con ceniza que se filtraba con un 'colador'.
Se descubrió que la mezcla de cenizas con agua y cal se endurecía como una piedra. El famoso mortero romano se fabricaba así porque las cenizas son un material puzolánico. Los materiales puzolánicos son aquellos que reaccionan químicamente con el hidróxido de calcio (cal apagada) para formar compuestos hidráulicos similares a los que se generan al mezclar agua con cemento. Las reacciones químicas que se producen se conocen como reacciones puzolánicas, término que proviene de una roca piroclástica típica de la zona de Pozzuoli.
Las cenizas se han empleado en diferentes técnicas de arte. Funcionan como un vestido conservador de los materiales que cubren. La ceniza resultado de la combustión de la madera, rica en carbón grafito, sirve para proteger a la madera de la degradación biológica. A menudo la ceniza se mezcla con aceites y con ella se patina la madera para protegerla de los agentes ambientales. Así se trataba antiguamente la madera de las embarcaciones. Resulta simbólico que 'lo que queda' tras la muerte sirve para proteger a lo vivo. Esta técnica atávica de conservación es la misma que el artista contemporáneo Christian García utiliza en un sentido poético para patinar la madera de sus obras, como por ejemplo en su famosa escultura Como tizón quemado.
Todos llevamos cenizas tatuadas en la piel. Las cenizas son lo que queda de lo que fuimos, un rastro que llevamos en herencia, que atraviesa el pasado desde cualquier momento anterior a este, que transcurre por toda la historia de la humanidad, hasta alcanzar la gran explosión que dio origen al universo; o como escribiría Pizarnik, cuando "la noche se astilló en estrellas".