Para las fiestas la abuela sacaba la vajilla de porcelana con el borde lustrado en oro. Para el resto de la vida usábamos la vajilla de vidrio opalino con el dibujo de las margaritas. La primera la compró con los pocos ahorros que reunió en la emigración, como quien junta para un trofeo. La segunda se la fue comprando poco a poco en el bazar del barrio. Un mes compraba cuatro platos soperos, otro mes una bandeja, otro mes la fuente para el horno. Así hasta completar un juego de cincuenta y tantas piezas. Las vajillas de Arcopal son de vidrio de borosilicato templado opalino. Estaban hechas a la medida de la clase obrera, se podían comprar a plazos y eran tan resistentes que eran casi eternas. El eslogan publicitario era como una poesía proletaria: "Sólido en el horno, bonito en la mesa". Unas familias tenían el modelo de la flor de almendro, otras el de las rosas, y en la aldea triunfaba el de flores nomeolvides de color azul. Para los que nos gustan las formas geométricas de los años sesenta estaba el modelo Granada, con espirales y semicircunferencias de colores marrón y ocre.
Mi abuela fregaba los platos con la fuerza de los mares, por eso solo las bandejas conservan el dibujo completo. No se astillaban al chocar entre sí, y si caían en el suelo de la cocina se partían en dos sin soltar esquirlas. Se podían meter en el horno y en el congelador sin que estallasen. Sonaban como el vidrio, emitiendo notas más graves que las porcelanas. Eso es porque el vidrio es un sólido amorfo, los átomos que lo componen no siguen ningún orden o patrón. El vidrio presenta la rigidez y la dureza propias del estado sólido, pero la transparencia y la estructura interna propias de un líquido. A esto se le llama estado vítreo. El ordenamiento de los átomos en un sólido se puede estudiar mediante técnicas como la difracción de rayos X. Los electrones de los átomos difractan los rayos X, estos se registran en un detector y tras un análisis matemático de la posición e intensidad de los rayos difractados se puede obtener una foto a escala atómica en la que se revela la posición de cada átomo. Si los átomos de un sólido están ordenados siguiendo un arreglo geométrico o patrón se llaman sólidos cristalinos, pero si están desordenados se llaman sólidos amorfos.
Al vidrio de borosilicato templado de Arcopal se le llamaba coloquialmente 'Pyrex francés' porque se empezó a fabricar en Francia en 1958 y tenía la misma resistencia térmica y a la rotura que los matraces de vidrio Pyrex que desde 1915 habían conquistado los laboratorios de química. El vidrio de borosilicato incluso aguanta los ácidos fuertes en caliente. En ellos se pueden cocinar reacciones químicas y lasañas.
El vidrio moderno se fabrica a partir de arena rica en sílice obtenida del cuarzo, carbonato de sodio, carbonato de calcio obtenido de la caliza y óxido de aluminio obtenido del caolín o la bauxita. Además, las rocas pueden aportar óxidos de metales como el hierro que dotan al vidrio de una coloración sutil característica. También se le puede agregar vidrio reciclado. La mezcla en polvo se calienta a unos 1500 °C, conformando una matriz fundente en la que predominan los silicatos. Para hacer platos, el material fundido se vierte en moldes, y al enfriar se endurece como vidrio.
Hay varias maneras de conseguir que el vidrio sea más resistente. Las vajillas de Arcopal se someten a un templado, que consiste en mantener el vidrio a una temperatura próxima a la de ablandamiento (alrededor de los 600 °C) para luego enfriarlo bruscamente con aire. De ese modo se consigue que el vidrio quede expuesto en su superficie a tensiones de compresión y en el interior a tensiones de tracción, confiriéndole mayor resistencia estructural y al impacto. Esa es la razón por la que los platos de la abuela se rajan pero no se rompen en astillas cortantes.
Otra manera de aumentar la resistencia del vidrio es añadir óxido de boro a la mezcla para convertirlo en vidrio de borosilicato. El boro pasará a ocupar posiciones propias del silicio, contrayendo la estructura. Esto tiene como efecto una rebaja del coeficiente de expansión térmica, lo que se traduce en una mayor resistencia a los cambios de temperatura. Por eso la vajilla de la abuela se puede calentar en el horno.
Para que el vidrio sea opalino se le añaden opacificantes como el fluoruro de calcio o el óxido de fósforo (V). En el caso de la vajilla de Arcopal se emplea fluoruro de calcio. Este compuesto reacciona con la masa de vidrio caliente formando microcristales de fluorita, responsables de que el vidrio adquiera un color blanco lechoso que deja pasar la luz a través. Esa es la razón por la que la vajilla de la abuela es tan blanca.
Ella usaba a diario la misma vajilla que yo uso ahora como un tributo. Con la resistencia que exige el trajín cotidiano y la belleza que para mí emanan los días corrientes. Mi abuela no describía su vajilla con nomenclatura química, pero me hizo saber lo que valía. Antes con ojos de niña y ahora con ojos de mujer de ciencia sigo escudriñando sus cosas eternas.
Feliz día internacional de la mujer y la niña en la ciencia.