La Organización Mundial de la Salud, así como la mayoría de las guías sanitarias, recomiendan mantener la lactancia materna exclusiva durante al menos los seis primeros meses de vida del bebé; sin embargo, el permiso de maternidad apenas dura cuatro meses. Podría parecer que el precio de la lactancia empieza ahí, en ese desfase temporal que a menudo se paga con reducciones de jornada laboral, excedencias y sacaleches, pero empieza mucho antes.
Actualmente se recomienda dar el pecho. La mayoría de los libros e información compartida en redes sociales está orientada en esa dirección. Es lo mejor para el sistema inmunitario del bebé, y lo que más acelera la recuperación física de la madre tras el parto. No siempre se ha considerado así. Las mujeres que fueron madres en los años 80 recuerdan que entonces lo que estaba de moda era dar el biberón, era lo bueno, lo progresista, lo liberador, y también indicaba que económicamente te lo podías permitir. Ahora es justo al revés, porque lo que cuesta es poder permitirse, por tiempo y recursos, dar el pecho durante tanto tiempo, mínimo seis meses, y mejor si son dos años. Al final las cuestiones de salud se reducen a cuestiones de clase, como casi siempre.
Dar el pecho no es fácil. No nacemos sabiendo hacer algo que parece tan elemental para cualquier mamífero. De hecho, solo el 39,2 % de las madres que se proponen dar lactancia materna exclusiva la consiguen mantener a los dos meses. Apenas un 2 % es por hipogalactia (imposibilidad física de producir leche), el resto es por otra clase de problemas, tanto de la madre –dolor, grietas en el pezón, mastitis, etc.– como del bebé –problemas posturales, frenillo, mentón retraído, paladar hundido o letargo que le impiden extraer la cantidad de leche que necesitan para crecer-. Este tipo de complicaciones requieren de atención sanitaria urgente: ayuda del pediatra, matronas, fisioterapeutas, logopedas, y un largo etcétera de profesionales expertos en lactancia. La realidad es que esta ayuda nunca o casi nunca llega a tiempo. Un día de vida del bebé es crucial, por eso acceder a estas ayudas también depende de los recursos de cada familia. No todos se pueden permitir contratar a una asesora de lactancia. Es decir, hay un entorno muy favorable a la lactancia materna, pero pocos medios para ayudar a mantenerla.
Desear dar lactancia materna y no conseguirlo es la principal causa de depresión postparto. En un estudio cualitativo en el que se analizaron las experiencias de madres que habían sufrido un malestar emocional significativo en el posparto, las dificultades con la lactancia eran recurrentes. La mayoría de estas mujeres esperaban que la lactancia fuese algo sencillo y natural, pero para ellas era una batalla traumática. Estas madres decían que los profesionales les habían informado de las ventajas y beneficios de la lactancia, pero no les habían ofrecido apoyo práctico real ante las numerosas dificultades y dudas que tenían.
Los estudios señalan que las mujeres que tienen que abandonar la lactancia materna sienten culpa al dar el biberón, creyendo que están haciendo algo malo para sus bebés. En un estudio en el que participaron seiscientas madres que alimentaban a sus bebés total o parcialmente con leche de fórmula, se contabilizó que el 56 % habían pensado durante el embarazo que amamantarían a sus bebés de forma exclusiva. El 67 % expresaban haber sentido culpa por dar el biberón, y un abrumador 76 % sentían que tenían que defenderse y justificar su elección frente a otras madres o profesionales de salud.
Sentían más culpa y se encontraban peor quienes querían dar el pecho y lo dejaban que quienes, desde un inicio, daban solo biberón. Por eso, un dato muy importante que deberían conocer las madres que no han amamantado durante los seis meses que recomienda la OMS, es que el primer mes de lactancia materna es el más crucial para el sistema inmunitario del niño. Los compuestos bioactivos presentes en el calostro (la primera leche que sale del pecho) es más rica en proteínas, vitaminas liposolubles y, sobre todo, inmunoglobulinas, los compuestos que forjan las defensas del bebé.
Los cursos de preparación al parto que ofrecen los sistemas sanitarios van totalmente orientados hacia la lactancia materna y apenas ofrecen información sobre otras opciones. Resulta muy complicado encontrar información fiable sobre algo tan fundamental como preparar un biberón. Incluso las leches de fórmula contienen información disuasoria sobre su uso. Existe un Código Internacional de Comercialización de Sucedáneos de la Leche Materna que indica, entre otras cosas, que no puede haber promociones comerciales de leche de fórmula (regalo de muestras en farmacias y hospitales), no deben aparecer imágenes de bebés o madres felices dando el biberón, no se pueden vender con regalos, no se pueden usar términos como "maternal" o similar, etc. El código se define así: "Conjunto de reglas destinadas a proteger la lactancia materna de prácticas comerciales poco éticas. El Código no trata de imponer la lactancia materna, sino de regular las prácticas comerciales de la industria para evitar el abuso. El código protege a consumidores y al personal de salud de presiones e influencias indebidas sobre el tipo de alimentación más saludable". Una cosa es que los laboratorios acuerden usar prácticas comerciales éticas, y otra cosa diferente es que el propio envase disuada, presione y culpabilice a las madres que no pueden o no quieren dar lactancia materna.
Las guías sanitarias que promueven la lactancia materna estiman que el coste para una familia de alimentar a su hijo con fórmula artificial ronda los 1.000 € anuales. Este dato se da para disuadir a las madres de optar por la lactancia artificial. Sin embargo, el precio de la lactancia materna, entre consultas médicas, asesorías, reducciones de jornada, compras de sacaleches, etc., supera esa cifra. 1000 € al año significa que dar el biberón cuesta 83 € al mes, es decir, menos de 3 € al día. Así que el precio de la lactancia artificial no es un gran argumento en favor de la lactancia materna.
La lactancia materna tiene un precio que se contabiliza en dinero, en tiempo, y, sobre todo, en salud mental. Si la lactancia materna es un tema prioritario de salud pública, su precio (todo su precio) debería ser tenido en cuenta. No se puede promover una opción de alimentación sin ofrecer una ayuda real que no discrimine por nivel adquisitivo, con permisos de maternidad que no abarcan ni el periodo de lactancia exclusiva de los hijos, tampoco se debe promover a costa de desinformar sobre otras opciones buenas y seguras de alimentar al bebé, tampoco culpabilizando a las madres que no pueden o no quieren dar lactancia materna, y menos en un momento tan vulnerable como el postparto.
Termino este texto con un mensaje a las madres que escribo como científica y como madre: Somos mamíferos atrofiados. Y somos, ante todo, animales sociales que necesitan de la tribu para sobrevivir. Ya sea en forma de amigas o de personal sanitario, o en forma de desarrollo científico y tecnológico de leches de fórmula y biberones. Hemos creado un entorno que garantiza la supervivencia de la especie. Así que, hagas lo que hagas, está bien. La naturaleza y la ciencia proveen. Las dos opciones, tanto la lactancia materna como la lactancia con fórmula, son buenas. Es el trajín de la vida y la falta de medidas por la conciliación lo que lo dificulta todo.