En una pequeña calle de Lavapiés se levanta el cuartel general y recoleta catedral de una religión minoritaria pero con una misión divina de gran trascendencia: promover la risa a través del culto a un sagrado pato amarillo de goma. Como lo oyen. Son los patólicos.
Y en su "Paticano" madrileño, el obispo Leo Bassi desarrolla cada domingo y desde hace años todo tipo de sacramentos sin discriminar a creyentes de otras religiones. Por muy equivocados que estén.
Bodas entre humanos de igual o distinto sexo, entre humanos y sus mascotas, divorcios, bautizos, osadas interpretaciones de las sagradas escrituras... el patolicismo no tiene complejos ni prejuicios como otras religiones. Es libre y busca la felicidad y salvación de sus devotos a través del humor.
Un mensaje tan revolucionario como sospechoso hoy en día. Hoy conocemos el sagrado templo patólico y sus bizarros tesoros de la mano de los monaguillos favoritos del obispo bufón: los muchachos de Mongolia.