Rey de España, pero moviendo los millones por Suiza. Muy español, pero con fundación panameña, cuenta en Ginebra, recibiendo una millonada opaca de Arabia Saudí, Bahréin o Kuwait y transfiriéndola a las Bahamas con campechanía. Hay quien todavía intenta que parezca un accidente, pero la justicia y la prensa extranjera nos van mostrando que Juan Carlos de Borbón no solo cazaba elefantes. Se movía como un auténtico rey en la selva de los paraísos fiscales y el fraude.

El jefe del Estado español, hoy llamado emérito, recibía en el Palacio de la Zarzuela, sede de la Casa Real, a un gestor de fortunas y a un abogado suizos. No era para combatir la corrupción y preguntarles cómo recuperar los dineros que los defraudadores españoles se llevaban a Suiza. No. Era para sumarse a la cacería. Las declaraciones ante la justicia de Ginebra muestran que el Borbón les pidió construir la red para atrapar una millonada y que permaneciese oculta a la Hacienda de España (que no somos todos).

A partir de aquí, tenemos la apertura de la cuenta en Suiza, donde recibe los 100 millones de origen saudí, por causas aún desconocidas. Les pagamos para vivir a cuerpo de rey, pero ocultan la fortuna al fisco español y las razones de estas tropelías, que deberían haber aclarado con luz y taquígrafos desde el minuto uno. Y, después, rendir cuentas ante los jueces, como ocurre en cualquier sociedad de bien, si es que quieren llamarlo democracia, con justicia igual para todos y todas esas frases hechas que quedan muy bien en los discursos con orgullo y satisfacción.

Son años de silencio de unos cuantos medios y periodistas. Todavía hay quien trata de desviar la atención diciendo que asistimos a la campaña contra la Corona de una "amante despechada". Junto a este argumento rancio y machista, está el de los salvapatrias que aseguran que todo se debe a que los rojos quieren liquidar la monarquía. Como si no fuera el propio monarca el que más ha hecho y hace por la República. El Borbón pedía sacrificios, generosidad y ejemplo al pueblo, mientras se daba la vidorra moviendo hilos y millones. Ya basta.

El jefe del Estado español andaba por Suiza con maletines cargados de billetes. Su gestor suizo le llevaba dinero en metálico a un dúplex de lujo, pagado con transferencias del monarca. Allí, Juan Carlos de Borbón se veía con la amante y contaba los fajos de dinero negro durante los peores años de la crisis económica que estaban sufriendo los españoles. No todos, porque unos sufrían los recortes y las subidas de impuestos y otros gozaban de un suculento reconocimiento entre los países del Golfo.

Han pasado demasiados años con estas andanzas. Inviolabilidad, prescripciones, complicidades, amenazas, miedos… Hay muchos intereses y dinero en juego. Hay quienes dicen que deben salvar al rey, porque, de lo contrario, qué le pasaría al pueblo. Pues sepan que la gente está a lo suyo: a trabajar y a intentar ganarse la vida. Que los jueces se pongan también a sus labores. Difícilmente se le podrá pedir ejemplaridad a la gente que esté hasta la coronilla. Uno se pregunta por qué la justicia y determinados medios son tan rápidos y duros en unos casos, mientras que para otros van tan despacio como las cosas de Palacio.