Creo que no hay parte del cuerpo de un niño que genere tantas preguntas, dudas y albergue tantos mitos y leyendas urbanas como los dientes.
Bebé de cuatro meses que empieza a babear. Confesad, ¿cuántas veces os han parado y os han dicho…?
- Uy, uy, uy, eso son los dientes.
Infinidad de veces. Me lo dicen hasta a mí en la consulta:
- Está babeando pero no pasa nada, serán los dientes- afirman las madres y las abuelas convencidas.
Con media sonrisa me acerco, reviso la boca de la criatura en cuestión y les digo:
- Hmmmm es verdad que la saliva da mucho juego, sí, sin duda. Pero tengo que deciros que el babeo es un proceso independiente de la dentición, es decir, se produce al mismo tiempo, pero no tiene por qué tener relación.
La familia, perpleja, alza las cejas y no pierde detalle de lo que estoy a punto de contarles.
- La saliva aparece en el recién nacido como consecuencia de la actividad de la glándula sublingual, pero es de poca cantidad. No es hasta el 4º mes, cuando empieza a funcionar la glándula parótida, situada a ambos lados de la cara. Al ser una glándula de mayor tamaño produce gran cantidad de saliva. Saliva que es evidente en los niños a esta edad y que hasta entonces no fabricaban. Además, a los 4 meses el reflejo de la deglución es bastante inmaduro y no se realiza de una manera eficaz por lo que esto contribuye a que el exceso de saliva en la boca no sea tragado frecuentemente y algunos niños babeen.
- Pero yo tuve una vecina que le salieron a los 4 meses- te dice la madre confundida.
- Cierto- afirmo cariñosamente- ocasionalmente antes de los seis meses aparece precozmente algún diente, no es lo habitual pero a veces ocurre aunque, eso sí, sigue sin guardar relación con el exceso de salivación de los cuatro meses.
Hasta la próxima.