Ha llegado la primavera, y, como reza el dicho, la sangre altera. Pero para las personas alérgicas a las gramíneas esta estación no es solo la sangre lo que se ve alterado. Los termómetros comienzan, poco a poco, a subir, las horas de luz solar a alargarse, y, agraciadamente y este año más que nunca, las lluvias hacen acto de presencia. Un contexto perfecto para que las plantas florezcan y el polen haga acto de presencia.
Para los alérgicos, esta época es sinónimo de estornudos, picor de ojos, lagrimeo y tos, entre otros síntomas. Y, además de acudir al médico para un correcto diagnóstico y tratamiento, la prevención es fundamental para tratar de aliviar los síntomas.
Aunque no tiene por qué ser primavera para sufrir los síntomas. En invierno, por ejemplo, hacen acto de presencia las arizónicas, tuyas y los cipreses. De marzo a abril el protagonista es el platanero de sombra, y de mayo a junio, las famosas gramíneas y el olivo.
Además de evitar el contacto con la planta que nos genera una alergia, si algo hemos sacado en claro de esta pandemia es que la mascarilla también es una buena forma de prevenir, haciendo de barrera entre el polen del ambiente y nuestras fosas nasales y boca. De la misma manera que son los filtros antipolen de los coches o los aires acondicionados.
De lo que no somos siempre tan conscientes es de la parte que tiene que ver con la alimentación. Alimentos como las frutas tienen relación directa con el polen, ya que se necesita el proceso de polinización para que muchas de ellas se produzcan, y en estado natural, pueden estar rodeadas de flores que nos causen los síntomas de la alergia.
La primera recomendación pasa por lavar y pelar muy bien las frutas y las verduras antes de consumirlas, ya que el polen puede estar adherido a la piel de estos alimentos con más frecuencia de la que podemos pensar.
Tampoco podemos olvidarnos de la miel, un produzco que generan las abejas a partir del polen y que, sobre todo en las más puras, puede tener ciertas cantidades de polen en su interior. Evidentemente va a depender de la cantidad que tenga y del tipo de polen al que tengamos alergia, pero no podemos olvidar este alimento que, la recomendación de los alergólogos es evitarlo.
La miel mas consumida es la denominada como “miel milflores”. Este tipo de miel se obtiene al situar las colmenas en un entorno donde hay una gran variedad de flores, donde las abejas recogen el polen de las que hay a su alrededor. Normalmente ni las gramíneas ni el ciprés tienen unas flores atractivas para las abejas, así como tampoco las de olivo.
Pero también tenemos las mieles de una sola flor, obtenidas colocando la colmena en un campo donde existe un monocultivo de un tipo de flor. De esta manera se obtienen las mieles “de lavanda” o “de romero”, por ejemplo.
El propóleo o la jalea real también estarían desaconsejadas para las personas alérgicas porque podrían empeorar dicha alergia al poder contener partículas de polen en su composición. Por estos motivos, antes de consumirlos si somos alérgicos, lo mejor siempre es consultar con nuestro médico.