Es raro que en ciencia haya, de repente, un descubrimiento que se eleve como la panacea para todos los males que se ha estado buscando durante mucho tiempo. Y la nutrición, como ciencia que es, no se rige por reglas diferentes. Lo normal es que un descubrimiento se vaya haciendo poco a poco, estudio científico tras estudio científico, basándose en los hallazgos de los anteriores, y comprobando muchas veces los pequeños pasos que se han descubierto.
Por eso ante los 'grandes descubrimientos' que curan algo, que cambian los paradigmas de todo, o que son la respuesta a grandes problemas que llevamos tiempo lidiando con ellos, la mejor de las maneras de actuar es desconfiar de primeras. Ya sea la cura del cáncer, o la “dieta perfecta” para el hombre.
Aunque estudios que prueban presuntos beneficios no le faltan, la dieta del ayuno ya sea intermitente, de días alternos, de 7 horas o de 12 (o cualquier de las formas que han aparecido últimamente) hoy en día no podemos decir que sea la “mejor” forma de comer, la que más ayuda a la pérdida de peso, o la que más enfermedades va a prevenir.
Repito, sabiendo que sí hay estudios que parecen demostrar beneficios. Pero como todo en la vida, siempre existe otra cara de la moneda. Y de la misma manera que hay investigaciones que hablan de beneficios, otras alertan de posibles peligros, que también deben tenerse en cuenta antes de lanzarse a recomendar algo.
Una reciente investigación publicada en el Journal of the Academy of Nutrition and Dietetics pone en la mesa esta cara no tan agradable de esta dieta que tan de moda se ha puesto. Según los autores de la investigación que aquí se publica, comer solo una comida al día se asocia, de forma general, con un presunto mayor riesgo de mortalidad.
El estudio, realizado entre adultos estadounidenses de más de 40 años, concluye que saltarse, por ejemplo, el desayuno, se asocia a un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares, mientras que saltarse alguna de las comidas principales, como la comida o la cena, se asociaba a mayor riesgo de mortalidad por cualquier causa.
Además, para las personas que hacían al menos tres comidas, que el intervalo de tiempo entre ellas sea menor o igual a 4 horas y medias también se asociada a mayor riesgo de muerte.
Para llegar a estas conclusiones los autores del estudio analizaron los datos de más de 24.000 adultos que participaron en la Encuesta Nacional de Examen de Salud y Nutrición (NHANES) entre los años 1999 y 2014. Esta encuesta se realiza en Estados Unidos cada dos años, recogiendo datos de salud para evaluar la dieta, el estado nutricional, la salud general, el histórico de enfermedades y los comportamientos de salud de la población.
¿Podemos decir entonces que el ayuno es peligroso? Tampoco. No se puede concluir de este estudio esa premisa, de la misma manera que tampoco aún podemos decir que el ayuno sea tan 'milagroso' como a veces nos lo venden. De hecho, la gran mayoría de estudios sobre este tipo de alimentación siempre concluyen con 'podría', 'parece ser', 'según nuestros datos', a lo que le suele seguir “se necesitan más investigaciones para comprobar que nuestros resultados son correctos”.
Este tipo de coletillas en los estudios científicos, además de un principio de prudencia, por el motivo que hemos explicado al empezar este artículo (muy rara vez hay un “gran descubrimiento que hace temblar los cimientos de la ciencia”), es un claro ejemplo de que hay que investigar, investigar e investigar, además, durante muchos años, para poder concluir algo. Como mínimo, que lo peor que puede pasar, es que no pase nada. Porque una de las máximas de la ética biomédica es “lo primero es no hacer daño”. Incluso antes de poder demostrar algún beneficio, lo primero de lo que se tiene que estar seguro es de que no vas a causar ningún trastorno cuando se recomienda comer de una determinada manera.
Por ahora, con el ayuno, prudencia, siempre de la mano de un profesional de la salud cualificado, y parece que puede haber beneficios, pero ojo que no sabemos si tiene efectos secundarios a largo plazo.