Hace pocas semanas, el Ministro de Consumo, Alberto Garzón, daba la noticia de la intención del Gobierno de implementar el sistema de etiquetado frontal de calidad nutricional Nutriscore. Un sistema que pretende, mediante un código de colores y letras, que los consumidores interpreten rápidamente la calidad nutricional de un alimento antes de ser adquirido.
Tanto la noticia como el propio etiquetado han levantado voces a favor y en contra de la medida, que será de carácter voluntario para las empresas de alimentación, y que para unos es un paso hacia una cesta de la compra más saludable y, para otros, una manera de confundir a las personas ya que lo consideran impreciso y fácilmente manipulable para que alimentos que, a priori, no son saludables, con un pequeño gesto de reformulación, adquieran mejores puntuaciones y den la sensación de más sanos sin llegar a serlo realmente.
¿Cómo funciona Nutriscore?
Este nuevo sello, o dicho profesionalmente, etiquetado frontal de calidad nutricional, es una herramienta diseñada para traducir la información nutricional de un producto a un formato sencillo de 5 colores y letras. Para muchas personas, descifrar la etiqueta nutricional es un verdadero reto, y más aún hacerlo de forma correcta. Por eso, desde hace ya varios años, hay una carrera en buscar cuál es el mejor sistema para hacerlo: el semáforo de la alimentación, Nutriscore, etc...
La calificación que da a los alimentos va desde el verde más oscuro, como sinónimo de alimento de mejor calidad nutricional, a rojo oscuro, a aquellos alimentos que son de mejor calidad nutricional. Al estar colocado en la parte de "delante" de los packs y envases de los alimentos, de un simple vistazo, teóricamente, sabríamos si el producto es de buena, mala o malísima calidad nutricional.
Para darle esa "nota" al alimento, los inventores diseñaron (y revisaron, porque la primera versión tenía sus "fugas") un sistema de puntos basado en la cantidad de ciertos componentes y nutrientes por cada 100 gramos de alimentos. La cantidad de proteína, fibra y proporción de frutas, verduras, legumbres y frutos secos sumaría puntos para que el alimento tuviera una mejor puntuación. Mientras que las calorías, azúcares simples, ácidos grasos saturados y la sal le restarían puntos.
Y del total, se clasificaría en A (verde oscuro) como muy buena calidad nutricional, B (verde claro) como buena calidad nutricional, C (ámbar) como moderada calidad nutricional, D (rojo) como mala calidad nutricional y E (rojo oscuro) como muy mala calidad nutricional. Algo aparentemente sencillo, entendible y que nos ayudaría a mejorar nuestra alimentación desde el mismo momento que estamos haciendo la compra. Pero que parece que hay que tomar con precaución a la luz del debate que se ha abierto en los últimos días.
El caso alemán
Los primeros que estas semanas han abierto la polémica son los señores de las industrias alimentarias de Alemania. Y, aunque en este país también va a ser una medida de carácter voluntario para ellos, la industria alimentaria ha pedido revisar y cambiar la forma en que se calcula la puntuación. De una forma que, según los expertos en nutrición, mejoraría la puntuación de sus alimentos presentándome como de mejor calidad nutricional.
De hecho, la organización alemana de consumidores Foodwatch denuncia que, con los cambios que la industria quiere aplicar, incluso un refresco azucarado podría obtener un aprobado en el nuevo sistema Nutriscore propuesto. Según esta organización, quien realiza la petición del cambio (concretamente 10 puntos, con algunos anexos) es la Asociación Alemana de Alimentos, y algunos de ellos no tendrían ninguna base científica.
Además, también denuncian, a raíz de unos documentos internos del Instituto Max Rubner, dependiente del Ministerio de Agricultura y Alimentación Alemán a los que ha tenido acceso la organización, el lobby de la industria alimentaria quería evitar la introducción de este sistema a través de campañas de desinformación, desacreditación e impedir su implantación en la Unión Europea. Ahora que el sistema parece que está en el último tramo para que se empiece a implementar en los países miembros, la estrategia parece que gira a modificar sus bases de cómo calcular la asignación de letras y colores para salvar a los productos menos saludables.
No ha hecho falta mucho más para que los expertos nutricionales y detractores de este sistema hayan afilado las teclas de sus móviles y ordenadores, dando un aluvión de posts, twitts y comentarios en redes sociales acusando a Nutriscore como una herramienta diseñada por y para la industria alimentaria, y con más perjuicios que beneficios de cara a los consumidores.
Concretamente denuncian que, simplemente, con quitar un poco de azúcar, bajar las calorías o añadir más nutrientes de los que mejor puntúan como proteínas o fibra, pueden cambiar la calificación de un alimento, llegando incluso a colores verdes, aun siendo refrescos, ultraprocesados y alimentos muy ricos en nutrientes que las recomendaciones generales de salud recomienda controlar y reducir.
La opinión de los cardiólogos
No solamente las organizaciones de consumidores y profesionales de la nutrición han levantado la voz. La Red Europea del Corazón (EHN, por sus siglas en inglés), de la que pertenece la Fundación Española del Corazón, también ha dado su opinión sobre este sistema de clasificación de alimentos. Concretamente, y tras debatir distintas perspectivas y analizar diferentes propuestas, ha pedido revisar el algoritmo de Nutrisocre antes de que sea adoptado como etiquetado nutricional oficial de la Unión Europea.
Según los cardiólogos, el algoritmo que hay detrás de esta etiqueta debería tener en cuenta las directrices dietéticas nutricionales basadas en alimentos para poder promocionar cambios positivos en los hábitos alimentarios de la población, promover la salud cardiovascular y la salud general en todos los países de la UE. De hecho, son tajantes: declaran que la actual forma de establecer los colores no contribuye a prevenir enfermedades cardiovasculares de la mejor forma.
Concretamente, piden que se incluyan granos enteros como forma de puntuar positivamente, y reflejar mejor las diferentes calidades de la grasa. Recomiendan también establecer un comité científico de expertos independientes para que revise y adapte el citado algoritmo de puntuación, de tal forma que favorezca a la dieta mediterránea como la mejor forma de comer para la prevención cardiovascular.
Estas declaraciones nos pueden hacer reflexionar: si el sistema está siendo criticado y se pide una revisión desde diferentes sectores, ¿es el mejor momento de implantarlo en nuestros alimentos? ¿Es el mejor sistema que hay para que podamos comer mejor o, por lo menos, hacer mejores elecciones alimentarias? Todo parece decir que aún necesita un ajuste para poder decir eso. Pero siempre teniendo en cuenta una máxima: reducir y simplificar tanto la valoración nutricional (ya sea por su calidad nutricional, como Nutriscore, como por su salubridad) tiene su peaje, y es que se abren coladeros, ya que reducir a "bueno" y "malo" un alimento es muy pretencioso, a la par que peligroso.
¿Qué tengo que saber de Nutriscore?
Ningún sistema de etiquetado nutricional es perfecto. Y Nutriscore no iba a ser una excepción. No por nada la carrera de Nutrición Humana y Dietética actualmente son 4 años, más todos los años posteriores de especialización, experiencia y actualización de conocimientos. Pretender que con un solo sello se resuma todo ese conocimiento era un objetivo demasiado pretencioso.
De hecho, en mi opinión personal, el simple hecho de tratar de clasificar los alimentos de forma individual ya es un error de base. El objetivo está muy por encima de los alimentos: la dieta. Es decir, un alimento es mejor o peor para una dieta en función de muchas cosas como la cantidad y la frecuencia en que lo consumes. Si podemos hablar de alimentos que nos van a ayudar a hacer una mejor dieta y alimentos que no aportan nada para conseguir una buena salud, incluso que su consumo frecuente se relaciona con enfermedades, como los ultraprocesados.
Pero decir que los ultraprocesados son categóricamente "malos" y que hay que evitarlos al 100% es también muy pretencioso. Hasta los nutricionistas más abanderados de la lucha acérrima contra los ultraprocesados han dado el mensaje de que, siempre que no suponga más de un 10% de nuestra alimentación, un ultraprocesado de vez en cuando no hace daño. Y han llegado a hacerse fotos con helados industriales, o, incluso, con botes de aislados de proteínas de sabores y colores.
Por otro lado, este sistema (Nutriscore) mide la calidad nutricional (que no si es sano o saludable el alimento). Es decir, valora su composición en nutrientes en términos de cuánto aporta, pero no mira en qué forma los aporta. Dicho de otra manera, la proteína puntúa de forma positiva. Pero no discrimina si esa proteína ha sido añadida tal cual, o viene dentro de la lista de ingredientes en forma de alimentos como puede ser pollo, leche o legumbres. Dicho de otra manera, no mira si esa proteína está dentro de un alimento completo o no, siendo este último caso un indicativo de ultraprocesado. No va a ser lo mismo la proteína de un filete de pollo o un bote de lentejas, que el que aporta el surimi o una barrita proteica de cereales.
Es decir, que un alimento tenga buena calidad nutricional porque aporte pocas calorías, pocos azúcares añadidos, y sea rico en fibra y proteínas tiene que ser necesariamente "sano" o "saludable". Este es uno de los grandes coladores de este sistema. Una barrita sustitutiva de comida de chocolate puede ser baja en calorías, en azúcares (porque lleve edulcorantes), muy alta en fibra y hasta arriba de proteínas de aislado de leche, pero jamás será el paradigma de un alimento sano. Por muy buena puntuación que tenga en Nutriscore.
Además, hay que tener en cuenta que Nutriscore sirve para comparar alimentos de la misma categoría. Es decir, yogures con yogures, jamones con jamones y refrescos con refrescos. ¿Por qué? Porque si no es cuando vienen las dudas. ¿Por qué un jamón serrano tiene peor puntuación que un refresco de cola sin azúcares? Porque se refieren a sus categorías, no entre ellos. Por muy verde que sea la clasificación del refresco, sigue siendo un alimento de consumo ocasional y opcional.
Sea cual sea el etiquetado que se implante, jamás va a eximirnos de tener que aprender a comer bien, a saber cuáles son los alimentos de consumo diario y cómo identificar los ultraprocesados para poder evitarlos en nuestra dieta habitual. Por lo que, por muy bonito que sea un sello, la educación nutricional siempre va a ser esencial.