Ha pasado casi un mes desde el fin de las vacaciones y, ¿cuántos de nosotros nos habíamos jurado y perjurado que íbamos a perder esos kilos que nos habíamos traído de recuerdo? Todo esto a pesar de que en el mercado todos los días nos ofrecen “milagros” para perderlos. Gimnasios, presuntos expertos en alimentación, dietas “avaladas” por personajes famosos, productos, complementos, suplementos…
Y entre toda la oferta la última moda son las famosas apps. Aplicaciones del móvil que nos prometen unos abdominales de infarto o descubrirnos entre las estanterías de los supermercados cuáles son los culpables de que aún nos acompañe el indeseable michelín. Y no hablamos ni de una ni de dos. Cientos de aplicaciones para nuestros teléfonos están disponibles para que podamos descargarlas y empezar hoy nuestra personal guerra contra los kilos de más.
¿Son de verdad la solución definitiva? Parece que los avances tecnológicos no solo pueden ayudarnos a comunicarnos, ahora también pretenden mejorar nuestra salud. Y, aunque ser “la solución definitiva” puede ser muy pretencioso, ¿son, al menos, un buen aliado cuando nos queremos poner “a dieta”? Como en todos los casos, de todo hay en la viña del Señor. Y este campo no iba a ser menos. Por eso, antes de lanzarnos a descargarnos una aplicación cualquiera, conviene que tengas en cuenta los siguientes puntos.
No todas las aplicaciones de nutrición están avaladas
Como te podrás imaginar, no toda aplicación vale. De hecho, se calcula que tan sólo el 0’5% de las aplicaciones han sido desarrolladas por personal sanitario o por universidades. O al menos eso es lo que alertan en una investigación del 2016 que se presentó en la Cumbre Europea sobre Obesidad.
De hecho, declaran que “no hay evidencia científica publicada que avale la eficacia de las apps en el control del sobrepeso y la obesidad”. Y esta es la razón fundamental por la cual ninguna autoridad sanitaria las certifica.
Para hacer esta declaración en esta investigación se analizaron más de 3.000 aplicaciones para smarthphones, de las cuales, sólo 17 de ellas habían sido creadas por alguna organización relacionada con la salud, pero ninguna contaba con la garantía de algún organismo reconocido. Debemos recordar que la pérdida de peso es un proceso que debe contar con cierta supervisión por parte de un especialista para evitar que la persona se malnutra, o sufra consecuencias a corto, medio y largo plazo. Porque, por ejemplo, un mal planteamiento a la hora de perder peso puede tener efectos cardiovasculares, siendo peor el remedio que la enfermedad.
Por este motivo, si vas a buscar una app que te ayude a la hora de perder peso o, simplemente, comer mejor, deberías de buscar una que tenga credenciales, saber de dónde viene la aplicación, quien la ha desarrollado, qué persona o entidad, etc. De hecho, en palabras de uno de los autores de dicha investigación, “muchas de estas app no sirven para nada, más allá de hacer negocio”.
Cuidado si tenemos diabetes o algún trastorno crónico
No por nada la nutrición es una carrera universitaria de 4 años. Además, a partir de la carrera, el proceso de formarse para el profesional nunca acaba. Todos los días aparecen nuevas evidencias científicas y nuevas investigaciones que hay que tener en cuenta a la hora de plantear una dieta a un paciente. La nutrición es una ciencia viva.
Por esto, porque el conocimiento tiene que estar constantemente actualizado, y porque no todos somos iguales, es difícil creer que una única app vale para todo tipo de personas. Ya sabemos que no todos somos iguales, físicamente, fisiológicamente y, por supuesto, nuestras circunstancias también son diferentes. Y si nos adentramos en el terreno de tener la mala suerte de padecer algún tipo de enfermedad o trastorno, la cosa se complica.
Y aquí se echa mucho de menos la falta de regulación de este tipo de aplicaciones. Hay muchas aplicaciones destinadas, por ejemplo, a la diabetes, pero de todas ellas muy pocas merecen realmente la pena. Además, esto de la “telemedicina” o, por ser más exactos, la “telenutrición” no es algo nuevo. Hay investigaciones que comparan diferentes fórmulas como las llamadas telefónicas, el envío del peso por correo electrónico, el “cara a cara” con el paciente, … Y de todas las opciones, la de mayor éxito siempre es la consulta en persona con el profesional de la salud, en este caso, el dietista-nutricionista. Aunque es verdad que en esta investigación no se tuvieron en cuenta las apps, pero todo apunta a que, parece, no cambia mucho la historia.
Las apps mejor acompañadas que solas
A pesar de todo lo anterior, no quiero decir que las aplicaciones no tengan un futuro o una utilidad. De hecho, puede ser una apuesta como apoyo en los programas de mejora de hábitos alimentarios y a la hora de reducir kilos y mantener después el peso. Eso sí, siempre que tanto el dietista-nutricionista como el paciente estén familiarizados con esta alternativa.
En el fondo la lucha de la obesidad y el sobrepeso no se hace con una pastilla diaria, si no que implica cambios muy profundos en los estilos de vida de los pacientes, y es necesario que se recuerden de forma constante los mismos. Y, aquí, los profesionales no tenemos tanta capacidad de ayudar, ya que no podemos acompañar constantemente al paciente en cada minuto del día. Por lo que, una aplicación bien diseñada, puede ser un refuerzo positivo y una motivación extra.
Las apps para apuntar el peso no sirven para nada
Hemos dicho que aplicaciones las hay para todos los gustos, pero hay unas que me llaman especialmente la atención: aquellas en las que vas apuntando el peso con cierta frecuencia. Y, aunque lo ideal es que lo hagamos cada semana, muchas nos piden que lo hagamos cada día. ¿Sirve para algo? No. El único efecto que podemos conseguir con ellas es el aumento de la ansiedad o el abandono del plan alimentario si un día no perdemos peso.
¿Por qué no sirven? Porque NO todos los días perdemos peso, entendiéndolo como el “numerito” que aparece en la báscula. Por eso pedimos los pesos semanales, porque de un día para otro no tenemos por qué haber perdido peso. De hecho, hasta podemos haber cogido unos gramos y no significa que no lo estemos haciendo bien. Como dato curioso y para que no te obsesiones con pesarte a todas horas, lo normal es que desde por la mañana hasta por la noche, nuestro peso aumente hasta en un kilo. Y no significa que hayamos engordado.
Si a esto le sumamos el efecto de algunos medicamentos que nos hacen retener líquidos, o las variaciones del porcentaje de agua de nuestro cuerpo que existen con los ciclos de la menstruación, corroboramos que pesarse cada mañana (o cada tarde) sirve más bien poco.
Apps para apuntar lo que comes, pero sin juzgar
En la misma línea que las anteriores, también tenemos las aplicaciones que nos invitan a apuntar todo lo que comemos. Incluso, la mayoría de ellas, nos dan un veredicto en forma de calorías consumidas, grasas, azúcares, sal, vitaminas, … depende de cada aplicación el grado de complejidad de los datos que nos dan.
Reconozco que este tipo de aplicaciones pueden ser de gran ayuda al dietista-nutricionista si su paciente es perseverante y de verdad apunta todo lo que come, con el extra de dificultad de no subestimar o sobreestimar la cantidad que ha comido. De hecho, una de las partes más laboriosas de la consulta es hacer el recordatorio de los alimentos que ha comido, ya que muchas veces olvidamos algo, algún ingrediente del plato, o lo que “picoteamos” entre horas. De forma general, casi todos pensamos que comemos menos de lo que realmente comemos.
Pero, ¿cuánto es mucho y cuánto es insuficiente? Vuelvo a decir que no todos somos iguales, y no todos necesitamos la misma cantidad de calorías, vitaminas, minerales y nutrientes en general, por lo que, muchas de las valoraciones que he podido comprobar de las diferentes aplicaciones, son incorrectas o, como mínimo, conllevan errores que pueden confundir a la persona que las usa. Y si la misma aplicación “no sabe” hacer una valoración con buen juicio de lo que estamos comiendo, ¿estamos preparados para hacerlo nosotros mismos? ¿Cuántos miligramos de vitamina C tenemos que consumir cada día? ¿Y si soy fumador? ¿O deportista? Por eso, bien para apuntar, mal para que juzgues lo que comes.
Los escáneres de alimentos, el peligro de simplificar demasiado
Ha sido el último boom de las apps saludables: las aplicaciones que, escaneando su código de barras, o simplemente buscando el alimento nos dicen si es excelente, bueno, malo o mediocre. Es decir, que categorizan los alimentos en estos cuatro sencillos grupos. ¿De verdad creemos que el mundo de los alimentos es tan simple y sencillo a estas alturas del partido?
En el fondo la fórmula parece bastante fácil de aplicar: si tiene grasas saturadas y azúcar, es malo; y si tiene proteínas y fibra es bueno. Y tan feliz que se quedaría su creador resumiendo años de carreras, másteres, seminarios, jornadas, congresos e investigación en una sencilla fórmula: nutrientes “buenos” y nutrientes “malos”. Simplemente viendo estos “algoritmos” de decisión que usan mi veredicto inicial es también muy sencillo: estas apps son bastante poco creíbles y exactas.
Pero sigamos con el análisis porque, de verdad, que merece la pena echarle un ratito. Para evaluar los alimentos, una de las aplicaciones más famosas y con más descargas de los últimos tiempos (más de 5 millones de descargas), utiliza tres criterios diferentes. El primero, la calidad nutricional del alimento según el sistema NutriScore (el famoso “nuevo” semáforo nutricional que se intenta implantar en todos los alimentos de España), cuyo resultado pesa aproximadamente un 60% en la decisión final de la valoración del producto.
También evalúa la presencia de aditivos (¿por qué? ¿son “malos”? Primera noticia…), con un 30% del peso de la decisión. Y, por último, con un 10% de la evaluación final del producto, si el alimento es ecológico o no. ¿Qué tiene que ver que un alimento sea respetuoso con el medio ambiente a que sea más o menos “sano” o “saludable”? Sólo con ver esto ya te puedes hacer una idea que la aplicación mezcla churras con merinas.
Las apps que se basan en NutriScore no dan juicios siempre acertados
Aún así, puede que pensemos que “si utiliza el sistema NutriScore entonces se basa en algo que es “científico” y, por lo tanto, es fiable”. Dejando a parte que una parte de la valoración se base en si el producto lleva o no aditivos (el tema de la quimiofobia injustificada lo dejamos para otro día si os parece: tan sólo haz la prueba con un bote de garbanzos cocidos en conserva de cristal. Le dan un “rojo” como una catedral.), el principal problema de utilizar una herramienta como NutriSocre es que a los alimentos se los valora de forma global unos contra otros, no dentro de su categoría.
Es decir, que no estamos valorando una galleta contra otra galleta, si no que podemos estar comparando el aceite de oliva virgen extra con una galleta. Que, en términos nutricionales y de dietética, se parecen lo que un huevo a una gallina. Grupos de alimentos diferentes, tamaño de ración diferente, composición nutricional diferente, frecuencia de consumo diferente… y así, hasta decir basta. Tan sólo con esto ya me hace saber que este tipo de sistemas son poco o nada fiables para un consumidor medio.
¿Cuál es el problema de este tipo de comparaciones? Que es evidente que el aceite de oliva va a tener mucha más grasa que una galleta que venden como saludable (el aceite, por definición, es “pura grasa” de aceituna), pero esto no quiere decir que el aceite sea menos saludable que cualquier galleta (todo lo contrario), cuando lo que nos dirá la app que si. Y este problema se repite con todos los productos que sean a base de un único ingrediente, ya que el problema con el aceite lo arreglaron en NutriScore (y, como consecuencia, en las apps), pero sigue pasando en otros.
Y, por último (y me voy a extender poco en este punto), pero no por ello menos importante, la aplicación valora lo “bio” como más saludable. ¿En serio un gofre “bio” es saludable? ¿Es un alimento a meter cada semana en nuestra cesta de la compra? Pues, según este tipo de aplicaciones, si. ¿No saben que lo “bio” o lo “eco” sólo alude al tipo de cultivo o producción en relación de lo sostenible y respetuoso que sea para el medio ambiente? “No haré más preguntas señoría”.
Las apps de nutrición son útiles, pero a futuro
En este mar de miles de aplicaciones de salud, sí puede haber una lectura positiva. Las nuevas tecnologías ofrecen nuevos enfoques que, potencialmente, pueden ser una oportunidad para pacientes, profesionales y consumidores. Pero antes tenemos que hacer mucho trabajo para analizar su verdadera eficacia, desarrollar la regulación y control de las mismas y ver qué impacto clínico pueden llegar a tener. Todo ello para facilitar que organismos oficiales las certifiquen.
Mientras tanto, no se nos debe olvidar que lo que mejor funciona es la educación nutricional. Fundamentalmente porque, a parte del alimento, hay que tener en cuenta el contexto de cada persona y en el que se consume cada producto. Una crema de cacahuete puede tener muchas grasas y ser muy calórica, pero depende de cada cuanto la comamos y el resto de la dieta, no tiene por qué ser una mala elección.