Hasta hace no tanto los arándanos eran una fruta que conocíamos a través de la televisión. Aquellas series de los 90 donde nos los presentaban en boles de cereales, en forma de mermelada para acompañar a los sándwiches de mantequilla de cacahuete, o como salsa para los impresionantes pavos del Día de Acción de Gracias.
Hoy en día es una realidad en los supermercados y es una alternativa más dentro de la variedad de frutas que podemos encontrar casi todo el año. De hecho, incluso de producción nacional, evitando tener que importarlos y, con ello, disminuyendo la huella de carbono asociada a su transporte.
Son pequeñitos pero matones. Junto con los cítricos, o el pimiento rojo, son una gran fuente de vitamina C además de una de las frutas que más antioxidantes se ha identificado que aportan. A parte de sus ácidos orgánicos, aportan 15 antocianinas diferentes responsables de su color azul oscuro, siendo uno de los principales responsables de los beneficios a los que se ha asociado esta fruta a través de las investigaciones científicas que se han hecho con ellos.
Gracias a su capacidad antioxidante, su consumo tiene un papel importante en la prevención del envejecimiento celular, además de proteger nuestro corazón disminuyendo el riesgo de enfermedades cardiovasculares y diabetes. Otro beneficio más conocido, especialmente vinculado al arándano rojo americano, es la presunta prevención de infecciones de orina. Hecho que ha propiciado un verdadero boom de complementos alimentarios a base de arándano.
Entre todos estos beneficios, por nombrar algunos, el último que parece que tenemos que sumar a la lista es la prevención de la demencia según una investigación de la
Universidad de Cincinnati de Estados Unidos. Según este estudio el consumo de arándanos dentro de la dieta diaria podría reducir las posibilidades de desarrollar demencia en personas de mediana edad.
Aunque es necesario más estudios para poder afirmar 100% este efecto, además de que es necesario entender el mecanismo de acción de esta fruta, y en qué cantidad se debería de tomar, así como si con otros alimentos se puede conseguir el mismo efecto, el resultado, desde un punto de vista científico, no debería sorprendernos.
Como hemos comentado, su gran cantidad de antioxidantes parece que tendría un papel también evitando la degeneración en el cerebro, gracias a su acción neutralizadora de radicales libres, así como su efecto antiinflamatorio. Dos procesos que parece que son candidatos a ser responsables del deterioro cognitivo de las personas asociado a la edad.
Sea como fuere y se avance lo que se avance en ciencia, lo que sí está claro es que el consumo de frutas y verduras, gracias a sus componentes bioactivos, es un gran aliado para la salud en general, y, evidentemente, incluyendo el cerebro y sus funciones. Por lo que no deja de sumar una razón más para cumplir con aquella campaña del Ministerio que nos recordaba que había que consumir, como mínimo, 5 raciones de frutas y verduras al día.