Son las 9 de la mañana. Y la bandeja de mensajes de Instagram se me acaba de colapsar con la noticia de última hora: "Los abuelos en Suecia cobrarán por cuidar de sus nietos, algo imposible en España por el momento".

Veo el titular acompañado de una foto de banco de imagen de un abuelo rubio nórdico feliz, muy feliz, con su nieto (suponemos) en brazos, también rubio, muy rubio y feliz, por supuesto. Lo primero que pienso es en el choque "expectativas versus realidad". Me explico. Una cosa es cuidar a tu nieta o nieto un sábado por la tarde, disfrutar de ellos un día de verano, echar una partida al parchís y otra bien distinta cuidarles 8 horas de lunes a viernes. Eso es un trabajo muy cansado, que soportan muchísimas abuelas y abuelos en España, concretamente "7 de cada 10 mujeres recurre a las abuelas/os cuando ella o su pareja (si la tiene) no puede atender los cuidados de los hijos/as", poniendo sobre la mesa la falta de redes formales del cuidado, según nuestro último estudio Sin madres no hay futuro de mayo de este mismo año. Las abuelas como pilar fundamental de la conciliación, ¿alguien lo dudaba?

Pero, ¿lo hacen de manera voluntaria? ¿Es elegido o no tienen más remedio? Me inclino más por lo segundo y eso no conlleva que no los quieran, a ver si ahora vamos a pasar de la culpa de madre a la culpa de abuela. Bueno, yo lo tengo claro, cuando llegue el momento, el Club de Malasmadres se convertirá automáticamente en el Club de Malasabuelas, no haremos croquetas y huiremos cuando no nos vean, alegando que tenemos partida de brisca, revisión médica o viaje con las colegas con las que no pudimos viajar a los 40, porque estábamos sumidas en la supervivencia de una maternidad imposible y agotadora. Aunque, espera un momento, hagamos cuentas, ¿yo podré cuidar con 80 a mis nietas/os? ¿Estaré viva? ¿Seré capaz de tirarme al suelo y perseguirla por la calle cuando tenga una rabieta? Quizás este debate acabe con nuestra generación porque no podremos cuidar de nuestras nietas/os y entonces los Gobiernos no tendrán más remedio que tomar cartas en el asunto. Quizás por esta situación apocalíptica, que llegará en breve, están haciendo descender la natalidad. ¡Oh, cielos! Lo veo todo claro, nadie podrá cuidar a los niños y las niñas del futuro. El fin de los días se acerca…

Volvamos a la noticia.

- Mamá, ¿tú cuidarías de mis hijas cada día?

- No sé, hija.

- Imagina, mamá, que no puedo pagar un campamento de verano, que no puedo reducir la jornada, que no tengo flexibilidad laboral, que no puedo organizarme con mi pareja…

- Pues sí, hija, ¿qué íbamos a hacer? Algo haríamos…

- No veo ilusión en tu mirada, mamá.

- Bueno, es que no es nuestro papel. Pero si no hay más remedio, lo haríamos encantados. Es más, lo hemos hecho cuando viajas, cuando se han puesto malitas, cuando vivías en Madrid, ¿recuerdas que me pasé semanas allí?

- Sí, mamá, tienes razón, ya lo habéis hecho. Nos salváis la conciliación.

- Sí, pero no debería ser así.

Y mientras pienso en los "debería" de mi madre, me llama un medio de comunicación para decirme: "Laura, estamos buscando abuelas o abuelos que declaren en televisión que no quieren cuidar a sus nietos o nietas". Queremos, continua la periodista, hacer debate entre una abuela que sí quiera cuidar y otra que no, pero claro, no es fácil.

¿De verdad este es el debate? ¿Nos vamos a quedar solo con el titular para hacer un enfrentamiento entre "las buenasabuelas" y "las malasabuelas", desnaturalizadas ellas que prefieren salir que cargar con sus nietos? ¿Esto es lo que hemos aprendido sobre conciliación y corresponsabilidad en estos años de lucha? "Que las abuelas y abuelos tengan un permiso de cuidado NO es la solución", le digo a la periodista. ¿Ayuda ese permiso? Pues sí, claro. Porque lo que plantean en Suecia permite a las madres o padres transferir los subsidios parentales para que las abuelas/os, tías/os reciban dinero por cuidar de sus nietas/os o sobrinas/os. Familias hay de todo tipo y esto amplía la mirada y el concepto de tribu tan importante y además reconoce el valor del trabajo de cuidado.

Pero, ¿por qué digo que esta no es la solución en la realidad que vivimos en países como España? Pues porque esto perpetúa un sistema laboral fallido, donde se espera que las mujeres trabajemos como si no fuéramos madres, teniendo que buscar los apoyos necesarios para que otras personas cuiden de nuestros hijos e hijas, sin que podamos elegir.

Tenemos que trabajar por un modelo laboral que no nos expulse, que no dé valor solo a lo productivo, desplazando lo reproductivo y los cuidados, lo que sostiene la vida, atrapándonos en reducciones de jornadas, excedencias porque no se contempla la flexibilidad y modelos laborales más autónomos, cuando el puesto de trabajo lo permite. Una medida que permitiera transferir los permisos a las abuelas en este país lo que haría es seguir reforzando que ellas son la única conciliación en España y que en sus manos está salvar el trabajo de su hija, porque nosotras, recordemos, somos las que renunciamos.

¿Hay otras soluciones? ¡Las hay! Y pasa porque empecemos a tener en cuenta las necesidades de las madres, las familias y los niños y las niñas cuando hacemos políticas públicas y cambios legislativos.

Mientras llegan estas noticias que abren todas las portadas de periódicos, estamos con una Ley de Familias congelada y unos permisos de cuidados a espera de aprobación cuando la fecha límite es el 2 de agosto de 2024.

¿Qué pasaría si todos los medios de comunicación abrieran mañana sus portadas con la siguiente pregunta?: Y los permisos de 8 semanas de cuidado retribuidos, ¿para cuándo? Quizás esta presión nos haría avanzar más que mirarnos en espejos suecos lejanos e imposibles.