Cuando tenemos más planes que vida, hay que parar y repensar qué estamos haciendo mal. Porque algo está fallando. No es ni medio normal tener viajes programados con dos años de antelación, entradas compradas para dentro de 14 meses o charlas planificadas para 2030 y luego no tener 5 minutos para hablar con tu amiga del alma o una tarde para tomarte un café con tu prima, recoger el traje que llevaste hace medio año a la tintorería o visitar a tu tía en el pueblo, que tardas 20 minutos en llegar.
Hoy me han enseñado algo que sé que me va a ayudar mucho, pero que no sé si estoy preparada para asumir. No sé si viajáis por trabajo o no. Pero viajes o no, vas a entender lo que te quiero contar.
En el trabajo o en tu proyecto te proponen viajar para una reunión, una charla, un encuentro o lo que sea. Normalmente estos viajes se organizan con bastante tiempo. A veces con demasiado. Esta semana me ha llegado una propuesta, para marzo de 2025. Cuando casi no hemos acabado este 8M, ya están organizando la agenda feminista del marzo próximo. ¿A saber dónde estaremos en marzo de 2025? Cuando recibí este email lo primero que me salió del alma fue un "yo no tengo capacidá" a lo Alexsinos (que, si no lo seguís en Instagram, estáis tardando). El caso es que a mí esto me genera una angustia tremenda. No pertenezco a ese grupo de personas que compra entradas para 2025, ya sea el Canto del Loco o la mismísima Taylor Swift. A mí en esas no me pilláis. Pero claro, en el trabajo es distinto, ¿cómo vas a decir que no? Pues te ves programando un viaje para cinco meses, que no era obligatorio, pero con la lejanía te apetece muchísimo, lo ves un planazo, super viable y respondes con un "claro, cuenta conmigo".
Pasan los cinco meses en un abrir y cerrar de ojos y de repente te ves vagando por un aeropuerto, tirando de la maleta y con cara de desgraciada, pensando, "quién me mandaría a mí", ¿en qué momento me pareció a mí esto un buen plan cuando pagaría lo que fuera por tomarme ese café, ir a la tintorería por fin o visitar a mi tía la del pueblo?".
Y aquí el aprendizaje, consejo, mantra…
"Cuando te propongan algo, pregúntate esto: ¿lo harías si fuera mañana?", me dijo Ana cuando compartíamos miserias de nuestros viajes de trabajo. Pensadlo. ¿Lo harías si fuera mañana? Sencillo, pero muy muy potente. Y en estas estoy, he decidido que esta va a ser la pregunta a todo aquello que me surja profesional a partir de hoy porque no podemos vivir planificando todo y sin dejar tiempo a lo que realmente necesitamos o queremos.
He llegado a una conclusión que me preocupa. Me pasa esto porque me cuesta decir que no, sí, esto ya lo sabemos, pero sobre todo me pasa por algo que me parece muy importante y está demodé: EL COMPROMISO. Hay una falta de compromiso increíble de las personas con aquello con lo que se comprometen. Es decir, tú te comprometes con algo, ¿no? Bueno, dices que sí, pero en el fondo sabes que, si surge algo mejor, más atractivo o que te interesa más, incluso el mismo día, vas a mandar tu palabra y tu compromiso al garete. Yo no soy de este clan tampoco, creo que soy ya tan vintage que no encajo en casi nada y estoy como desubicada en este nuevo sistema de vida del consumo rápido. Yo he llegado a renunciar a un premio porque me había comprometido meses antes a presentar un libro. Solo de pensar en decir que no podía, aunque fuera con margen para que me sustituyera, a alguien con el que me había comprometido y que sabía la ilusión al proponérmelo, me detiene, es que ni me lo planteo ni se lo cuento.
Hace unos meses, la psicóloga Alejandra Vallejo Nájera compartía en sus redes sociales una imagen titulada "¿Cuándo se perdió el sentido del compromiso?" con el siguiente texto: "La creciente y muy preocupante tendencia a acaparar planes "por si acaso" … para dejarlos aparcados a última hora, hace que el sentido del compromiso se esté escurriendo como agua entre los dedos".
Y continúa: "Ansia y dispersión se han convertido en dos pilares mentales que explican muchas cosas sobre el caos de salud psicológica que impera. ¿En qué momento el impulso caprichoso, o más bien el pánico a perderse algo, ha cobrado más peso que el valor del aprendizaje, la lealtad y la experiencia?".
Gracias Alejandra, yo a partir de hoy me preguntaré "si realmente lo haría mañana" porque lo último que haré es dejar de comprometerme con aquellas personas que ponen su cariño, trabajo, esfuerzo e ilusión en lo que me proponen.