"Y entonces entiendes que la vida es el viaje y no el destino", decía Amaia Montero el lunes por la noche en sus redes sociales y en 40 minutos tenía más de 3.000 comentarios de amor después de que Karol G la invitase a subirse al escenario junto a ella en Madrid. Dos años llevaba 'la reina del pop' sin cantar en un escenario, pero el tiempo alejada de su público o lo viral que se ha hecho su actuación no es lo que nos ha emocionado a todas. Lo que de verdad nos ha traspasado el alma y nos tiene tarareando 'Rosas' estos días es la generosidad de Karol G, es el abrazo al verse en el escenario, es el regalo de darle la mano, acompañarla y hacerla brillar.

La verdadera noticia es LA SORORIDAD. En mayúsculas, en negrita y subrayada porque esta es la sororidad que todas queremos en nuestra vida, pero es que esta sororidad necesitamos que se vea también en los medios de comunicación, en las redes sociales, en las listas de éxito, entre las mujeres más conocidas y que comparten profesión.

Y esto inevitablemente me hace reflexionar sobre por qué nos ha sorprendido tanto. El patriarcado nos ha hecho creer que no es posible esta admiración, esta generosidad y este dar sin esperar recibir, este amor sin interés entre mujeres. El patriarcado nos ha hecho creer que somos enemigas, nos ha construido muros de odio, de envidia entre nosotras y lo hemos aceptado. Hemos dado por hecho que es verdad, que no nos cuidamos y queremos lo suficiente porque entre nosotras falla algo, porque no podemos alegrarnos de los éxitos de las demás o no podemos ayudar, hacer brillar, acompañar e impulsar a la mujer que tenemos al lado, sobre todo, si las dos competimos por estar, por tener éxito, por crecer o por llegar a ese mismo lugar, que no sabemos muy bien cuál es, pero que nos han dicho que es la meta, el destino.

Y lo compramos sin rechistar. Y nos lo creímos tanto, tantísimo, que, en vez de revolvernos, se produce el efecto sorpresa cuando una Karol G se pone el mundo por montera y te dice que "persigas tus sueños sin escuchar demasiado lo que los demás tienen que decir de ti o de tus ideas". Pero no son sus palabras sino su acto de amor a Amaia lo que por fin nos despierta y nos pone ante un espejo que nos cuesta a veces mirarnos.

Así que GRACIAS Karol G porque necesitábamos que esto se viera. Porque en nuestro día a día ocurre. Porque cada día tenemos una mujer, una Karol G que nos ayuda, que nos abraza, que nos da la mano, que hace tribu, que no espera nada a cambio, que nos salva cuando más lo necesitamos. Y si no la tienes, quizás, como diría la vecina rubia, esa Karol G eres tú para otra mujer. Necesitamos creérnoslo, necesitamos entender que la luz de otra mujer no apaga nuestra luz, sino que la multiplica. Porque si todas nos lo creemos, apagamos la fuerza del patriarcado que nos quiere divididas, enfrentadas y con miedo. Un patriarcado que ya nos produce rechazo y cabreo. ¡Se acabó!

Esa mano temblorosa de Amaia es la mano temblorosa de todas cuando hemos sufrido en el camino de la vida los obstáculos que aparecen: el miedo, la culpa, la vergüenza, me han ganado muchas veces. Y la mirada de Karol G sobre el escenario, ese estar, ese saber escuchar, ese quedarse en segundo plano es la fuerza que necesitamos para volvernos a levantar, para creer que es posible. Y darnos cuenta de que lo importante era el viaje.

Y esa, solo esa, es la verdadera SORORIDAD, lo demás es postureo, cumplidos y palabras vacías, que no llenan el dolor de verse sola y perdida. Amaia, vuelves al camino y contigo nos has impulsado a todas.

Gracias Karol porque nunca me gustó tanto ser una bichota como ahora y mañana, mañana será bonito.