No es la primera vez ni será la última. Lo bueno del camino andado es que te prepara para enfrentarte a situaciones que se repiten. Después de estos años ya espero ciertas preguntas y tengo claro (más o menos, depende de lo que haya dormido la noche anterior) qué responder. No me pilla por sorpresa la periodista que me pregunta:
- ¿El Club de Malasmadres es afín a algún partido político?
O la directiva que quiere asegurarse de:
- ¿Vuestra lucha social no tiene vinculación política verdad?
O la responsable de comunicación con la que mantienes esta conversación:
- Llevaré chapas y postales para dar a las asistentes de la charla.
- Genial, pero solo por confirmar, ¿no tendrán mensajes políticos?
Las dos primeras cuestiones son casi retóricas y fáciles de contestar con un "por supuesto que no". Durante estos 8 años de lucha me he comprometido a representar a todas las familias, a todas las madres. Porque la conciliación es un problema social, que necesita de consenso político y va más allá de las ideologías que dividen todo y etiquetan sin razón. Nuestro objetivo siempre ha sido un Pacto de Estado por la conciliación, que tenga el apoyo de todos los grupos parlamentarios y que ponga sobre la mesa, implicando transversalmente a los distintos ministerios competentes, las medidas mínimas para evitar la renuncia masiva de la mujer al mercado laboral cuando llega la maternidad. Tenemos que sentarnos con los Gobiernos, trabajar en materia de igualdad, conciliación y corresponsabilidad tanto en el ámbito nacional como autonómico. Y en ello estamos, formando parte de la Mesa Asesora para los Cuidados, enviando nuestras aportaciones para La Ley de Familias, impulsando una ponencia de estudio en el Senado o trabajando en la estrategia de conciliación de Andalucía, Aragón… y de dónde nos llamen.
La conciliación no se consigue con una política pública aislada, con uno de esos parches a los que estamos acostumbradas, compromisos de campaña electoral y trasposiciones europeas. Esto solo es posible con un compromiso, que plantee una revisión del sistema social fallido, donde la maternidad no se apoya ni reconoce y una renovación del actual modelo laboral, que aparta a las mujeres, penaliza a las madres y nos empuja a renunciar cada día. Para poner los cimientos de un nuevo modelo, es necesario presupuestos y el diálogo social.
Dicho esto, que no me cansaré de expresarlo, tener miedo a mensajes políticos es no entender que lo privado es público y que lo social es político. Este despertar que aún cuesta a muchas personas es clave para avanzar en derechos sociales. Porque si no lo hacemos nos quedaremos en ese pensamiento extremo y tan peligroso e individualista, que se expresa de distintas maneras en los plenos, en las redes sociales, en las oficinas y en la calle. Estamos rodeadas de mensajes como:
"Van a venir a mí a decirme lo que tengo que hacer en mi casa y cómo me tengo que organizar".
"Si tanto te quejas, no haber tenido hijos".
"Yo no he sufrido esa desigualdad, me he organizado para poder con todo".
Estos mensajes que recibimos a diario de personas cercanas, mujeres, hombres, de empresarios y empresarias, de políticos y políticas de miras cortas… nos empobrece como sociedad y nos aleja de la colectividad llevándonos a un futuro desolador, donde la natalidad cada vez es más baja y donde el riesgo de vulnerabilidad cada vez es más amplio.
"Soy Feminista". "Soy Malamadre". "No soy superwoman". "Yo no renuncio". "Juntas somos más fuertes"… son algunos de nuestros mensajes y CLARO que son políticos porque luchan por un cambio social. Para que consigamos mejorar en derechos, necesitamos la política, necesitamos medidas efectivas, necesitamos concienciación social y que se pongan de acuerdo todos los partidos, que nos unamos independientemente de nuestra ideología. Lucharé cada día para que a la conciliación no le pongan una etiqueta como al feminismo.
Otra cosa es que esta política de titular, vacía, que pelea a diario por ganar likes en tik tok, sin decir nada; esta política sentimental e indigente, que diría mi querido José Carlos Ruíz, que juega con nuestros miedos; esta política del enfrentamiento, del insulto y del juego sucio no nos representa y nos hace rechazar una palabra, que debería estar al servicio de la sociedad.
Es triste, pero es real.
Es triste, pero tenemos que despertar y acercarnos a la política, la que nos pertenece, la que cambia el sistema y lucha por un futuro mejor para todas las personas.