Siempre me ha gustado la Navidad. Nunca entendí por qué mi madre estaba deseando que pasara y quitar el árbol el mismo día 6 de enero para volver a la rutina. Hasta que fui madre. Ley de vida, que diría la "mamma". Pero claro, mi madre, como todas las madres de su época, no tenían que cumplir con Papá Noel, con un dichoso elfo o con ir a ver todas las actividades lumínicas de la ciudad. ¡Qué sopor!

A ver un momento, queridas compañeras de lucha, hagamos un esfuerzo por recordar las Navidades de nuestra más tierna infancia. ¿Qué recordamos? Yo recuerdo ser muy muy feliz, dormir con el dolor de barriga la noche de Reyes y despertarme con la emoción a tope, que me duraba semanas. Recuerdo las cenas y momentos en familia. Pero si consultamos el "manual de la Navidad perfecta" me faltaron cosas. Me faltaron regalos, que nunca llegaban, porque no se llegaba a todo o porque mis padres iban a encargarlos cuando buenamente podían y ya… pues no había. Me faltaron muchas cabalgatas porque mi padre trabajaba hasta muy tarde y mi madre demasiada carga tenía como para plantarse en el centro sola con dos niñas pequeñas. Pero ella se las ingeniaba y nos la ponía en la tele y salía al salón a tirarnos caramelos y mi hermana y yo tan felices. Recuerdo que nunca faltó mi dulce preferido: el roscón y los zapatos llenos de chuches. Recuerdo la bici que encontré un año y me asusté porque hacía unas sombras extrañas. Recuerdo recorrer mi casa buscando regalos en una gymkana imposible que nos prepararon. Recuerdo ser muy feliz y no echar nada en falta. Bueno, sí, la caravana de la Barbie que nunca llegó o el perrito que pedía cada año cuando me dejaron claro que un hermano o hermana pequeña no tendría, que conmigo ya tenían bastante.

Mi madre se libró de muchas imposiciones sociales, de muchas tradiciones que han ido llegando después, una tras otra, y por tanto se ahorró muchas expectativas que hoy solo nos llevan a la frustración. Es curioso como estos días me he sentido la más Grinch de la Navidad por esperar al puente para poner el árbol, por mantener la tradición y no jubilar a mi árbol "despeluchao", ese que nos lleva acompañando toda la maternidad y que me niego a desechar porque ahora parezca que hay que decorar cada año de una manera. ¿Y lo bonito que es que tu árbol parezca un mercadillo con un adorno de cada momento y una historia detrás? Y por supuesto la más Grinch del lugar porque no he hecho un calendario de adviento, lo he comprado de chocolate, el más barato del súper y no pienso dar cabida al dichoso elfo.

Es que, de verdad, pensemos por un momento, lo de este elfo. Un duende que llega a hacer trastadas cada noche y que, al día siguiente, ¿quién tiene que arreglar sus travesuras? La mamma por supuesto. No tengo capacidad para más carga mental. Bueno, lo hago por el bien de mis hijas, que me vería cada noche en sueños recordando que no había hecho la trastada de turno. Bastantes sofocos me he llevado estos 13 años, y los que me quedan, con el ratoncito Pérez y sus descuidos.

Así que esta Navidad, mi propósito, al mando de este club de Malasmadres, es recordarte que "es suficiente" de verdad, que si lo que te importa es darles unas fiestas bonitas y disfrutadas a tus hijas/os "es más que suficiente", conecta con lo que quieres, disfruta de lo que tienes, baja expectativas y manda a freír espárragos Instagram.

Tu hija o tu hijo va a ser feliz esta Navidad si tiene a su lado a una madre que se cuida, que tiene tiempo también para ella y que disfruta los momentos que tiene sin tanta tontería. Porque que no se nos olvide algo, que la Navidad llegue cada vez antes y cargada de más imposiciones sociales no es casual, no responde a que de repente seamos la generación más navideña de la historia, responde simplemente a una sociedad capitalista que nos dirige para que consumamos más, siempre más. Y mientras llenamos nuestras vidas de "deberías", la felicidad se escapa y el vacío nos llega porque nunca estamos a la altura.

Simplifiquemos la Navidad, luzcamos árboles mercadillo "despeluchaos", comamos turrón sin remordimientos y abracemos mucho, que lo importante no es tener, sino estar bien.