Aún estoy intentando digerir lo vivido hace un par de días. Estaba tomando algo con mi pareja en un bar cerca de la escuela infantil de nuestra hija. Habíamos salido de un evento de trabajo y antes de recogerla, aprovechábamos media horita para compartir un rato en soledad, con una cerveza fresquita, placer de dioses y diosas. Seguro que las que sois madres me entendéis perfectamente. Ha sido lo más parecido a una cena romántica por Navidad. Mal de muchas, consuelo de Malasmadres (y malospadres).
Al otro lado del bar, una mesa de cuatro hombres y una mujer, de entre cuarenta y cincuenta años. Parecían celebrar algo. Intuyo que compañeros de trabajo, quizás. Después de las primeras tapas, comenzaban a hablar en un tono elevado. Discutían acerca de que "las mujeres hoy en día no aguantan nada", decía el más vehemente. "Y los hombres tampoco", decía tímidamente la mujer, que rápidamente se descolgaba de la conversación ante las increpaciones de los 'señoros'. El cuarto de la mesa respondía con "bueno, más bien digamos personas" y por un momento pensé: "Alguien con dos dedos de frente en esa mesa". Pues bien, ahí seguían en su puesta en común de a ver quién es más machista de todos en esta mesa, cuando ya nos íbamos.
No pude evitar acercarme a la mesa y decir "me alegro de que al menos hayas dicho que es cosa de personas porque estáis juzgando a las mujeres con una ligereza tremenda, así difícilmente conseguiremos la igualdad". Pero me equivoqué, el radar me falla a veces, o muchas veces, pensando que no puede existir tantísimo machismo. "No, no, yo no soy ni antimachista ni antifeminista" saltó el único que yo pensaba que tenía algo de sentido común y resultó ser el más neandertal de todos. Así que, sin quererlo ni comerlo, me vi dentro de una conversación o mejor dicho de un monólogo por parte de ellos, que, por supuesto no me escucharon, me callaron o intentaron callar. Yo le daba argumentos, pero ellos se unían en un muro de hermandad patriarcal inquebrantable con frases como:
- Las mujeres creéis que esto os está beneficiando, pero, todo lo contrario.
- En mi casa siempre ha habido igualdad.
- Los hombres somos los que sufrimos desigualdad. Si tú quieres decir ahora mismo que te he pegado, me meten en la cárcel.
- Los niños también son hombres, ¿no? Pues las mujeres estáis matando a más hombres que los hombres a mujeres.
- Yo con las feministas no tengo nada que hablar.
- Sí, en eso tienes razón, pero ¿qué tiene que ver la desigualdad laboral con todo esto?
- ¿Por qué una mujer debe tener más ayudas y oportunidades? Eso no es justo.
Me cuesta escribir estas frases, os lo prometo, me duelen. Las transcribo tal cual, pero leedlas con tono de 'señoro' haciendo 'mansplaining', alzando la voz y atacando. ¡Horrible lo vivido! Mi pareja no daba crédito, él intentaba explicarse con algo más de éxito, ya que estos hombres escuchan más a otros hombres que a nosotras, locas feministas, a las que odian y desprecian.
Al salir, tuve que respirar, desahogarme en unos stories para sentir el apoyo de que no toda la sociedad es así. Pero es grave la situación porque estos mensajes de odio hacia la igualdad están en cada esquina, en cada lugar, en todos los barrios y en todas las familias. Hablamos de educación a los jóvenes. Pero esos hombres son padres de jóvenes, que reciben esos ejemplos en casa. Hombres que no escuchan, que señalan y que nos quieren calladas y sin derechos. Hombres que dicen: "Mi mujer, para llegar a su puesto, ha tenido que dar codazos". ¡Oh cielos! Esas mujeres perpetuarán lo vivido con las que vengan. Y eso no podemos permitirlo. Además, esas mujeres aceptan estos argumentos en sus casas. En 2022 con parejas de 40 años. No estamos hablando de esos vídeos que se viralizan de los años 80, no, estamos hablando de hoy mismo.
Entonces paro y tengo claro más que nunca que "sin conciliación, no habrá igualdad". Porque si las mujeres podemos elegir y no tenemos que renunciar, podremos seguir luchando por nuestros derechos laborales y sociales, podremos ser parte de la vida pública, del mercado laboral y tendremos una voz. Porque si las mujeres llegamos al poder podremos representar los derechos de las mujeres que están abajo y cambiar la realidad con políticas de igualdad. Como no consigamos conciliación y una corresponsabilidad social, estos hombres, que son la resistencia, seguirán perpetuando un sistema de privilegios, nos elevaran un muro, para que no podamos aspirar a situarnos a su altura porque silenciaran nuestra voz, una y otra vez, como una manada de violencia verbal y machista que mantiene sus estructuras de poder, que van heredando de estirpe en estirpe.
No nos cansemos. No hay cosa que les venga mejor a estos hombres que mantenernos cansadas, sin tiempo, agotadas y en silencio. No aceptemos estas conversaciones en lugares públicos porque los datos, los argumentos y la realidad de TODAS son nuestra verdadera bandera por la igualdad que es de justicia social.